𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑪𝒖𝒂𝒕𝒓𝒐.

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Capítulo 4.

Ha pasado una semana desde que él, Matteo Balsano, fue a parar a casa de Luna. La chica le ha caído de maravilla, aunque a veces suele frústralo por tanta palabra que dice sin parar.

Matteo no fue el mismo en su segundo día de clases, había estado completamente serio, lo único que hacía era participar a cada rato sorprendiendo tanto a los profesores como a sus compañeros. En el receso, algunas veces no encontraba a Luna y se sentía incomodo sin ella a su lado. Estar solo no era lo suyo. Sin embargo, de tantas veces que estuvo de intercambio y que su padre, al ser diplomático, lo obligaba a mudarse con él de vez en cuando de ciudad en ciudad, Matteo no estaba acostumbrado a estar en un hogar fijo, pero aun así era de esas personas que las demás lo veían con adoración, por lo tanto, siempre llegó a hablar con mucha gente.

Eso sí, jamás encontró un buen amigo como lo fue aquel cordobés. A él si lo pudo llamar "gran amigo" sin arrepentirse. Gastón sí se merecía ese título.

Cuando el italiano era un niño, su madre le enseñó a aprender a distinguir a las personas que se le acercaban con buena intención, le enseñó a que nadie tenía el derecho de hacerlo sentir menos porque todos son iguales y aunque unos merecen mas que otros, aquello era porque se lo merecen, uno no se gana un "más" así como así. Aquella persona tuvo que luchar para tener ese "más" que los demás. Y así como eso, su madre le enseñó muchas cosas más.

Es por eso que siempre la recordaba y la llevaba con él.

Cerró su casillero sin alguna expresión y al querer girarse para seguir con su camino, se chocó con alguien.

—Ay, perdón. —la voz familiar de una chica llegó a sus oídos. Elevó la mirada encontrándose con unos ojos cafés. ¡Claro! Es la amiga de Luna, ¿Cómo es que se llama?. Se preguntó mentalmente frunciendo su entrecejo. Emilia sonrió al instante— ¡Hola Matteo! ¿Qué tal estás?

—Hola... —murmura, sin dejar de fruncir su ceño— Bien, ¿y vos? —aunque, por más grosero que suene, no le interesaba como es que la rubia se encontraba, tuvo que preguntar por educación.

—¡Súper! Y más ahora que te encontré.

Matteo alzó sus cejas al escuchar aquello. ¿Y él que tiene que ver con ella?. Lo único que Matteo quería era irse a dormir una buena siesta para después salir con Luna a la playa como ella se lo había prometido.

Matteo abrió su boca para decirle que estaba apurado y tenía que irse, pero Emilia se acercó más a él haciéndolo callar.

—¿Qué dices si esta noche me acompañas a una fiesta? —sonríe de costado.

El chico negó.

—No puedo, lo sien...

—¡Matteo! —se alejó de golpe al escuchar la voz de su tutora. En cambio, Emilia se quedó en el mismo lugar y cruzó sus brazos molesta— Oye, te estaba buscando en tu aula, pero no te encontré. —dijo, con su voz agitada por tanto caminar. El italiano sonrió sin poder evitarlo al verla así— Necesitamos irnos si quieres que te enseñe la playa para que pueda terminar mi tarea sin carrerearme mucho... ¡Hola, Emi! —ríe al verla— No te había visto, perdón. —besa su mejilla rápidamente y observa a el chico alto frente a ella. Frunce su ceño con una sonrisa— ¿Y tú que tienes? Pareces nervioso.

Matteo negó lentamente apretando sus labios. Luna entrecerró sus ojos en su dirección.

—Por supuesto, haré como que te creo. —asiente sin dejar de mirarlo y claramente sin creerse el gesto de negación del castaño, después negó y tomó su mano— Necesitamos irnos ya, Tino esta esperando por nosotros. —le dijo. Después miró a su amiga con una leve sonrisa. Emilia no alejó su vista de sus manos juntas— Nos vemos el lunes, Emi. ¡No olvides de hacer tu tarea, te quiero! —le gritó, mientras salía corriendo arrastrando a Matteo con ella.

El chico de intercambio; lutteoWhere stories live. Discover now