𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑫𝒊𝒆𝒛.

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Capítulo 10.

Luna.

¿Es normal sentir muchas mariposas en el estómago cuando estoy con él? ¿Sonrojarme por cada comentario que me hace? ¿Sonreír como idiota cada vez que sonríe o habla con ese acento tan bonito que tiene? ¿Pensar en él cada vez que me voy a dormir? ¿Es normal querer besarlo cada vez que lo veo?

No. No lo es. Y quiero llorar por eso. Osea, jamás me había sentido así. Nunca. Never. Y es un tanto... extraño, pero bonito a la vez.

Desde ese día en la playa, no paramos de besarnos. Es como si fuésemos dos imanes. Me siento bien estando a su lado. Siento hermoso, de hecho.

Tuvimos que regresar a la mansión para cambiarnos, pues la arena había arruinado nuestra ropa de ese día, para después regresar a la playa ya que fuese de noche.

Iríamos vestidos de blanco y había una explicación para eso. Nina me mandó un mensaje, no lo había abierto pues en ese momento estaba bañándome, decía que Lizzy había dado un comunicado donde absolutamente todos debíamos de ir de blanco para que nos dejaran pasar. No fue mala idea después de todo.

El vestido que traía puesto era lindísimo, debo agradecerle a Nina cuando la vea por regalarmelo de cumpleaños. Es un vestido corto y holgado de chifón con escote de hombros caídos. ¡Una lindura total!

Me puse unas zapatillas que combinan super bien con el vestido y ya con un maquillaje ligero y mi cabello suelto ondulado, con una pequeña trenza al costado, fui por Matteo a su habitación. Jugaba con mis dedos nerviosa en el trayecto y cuando estuve frente a su puerta mi corazón latió más rápido de lo normal.

—Tranquila, Luna. No tienes porque ponerte nerviosa... —me dije a mi misma en un murmuro, cerrando mis ojos e inhalando y exhalando tratando de calmarme.

Ya lista y tranquila, mordí mi labio y cuando estaba a punto de tocar, escuché como Matteo parecía estar hablando con alguien.

Fruncí mi ceño y bajé mi mano. Aunque no quisiera escuchar, su voz está demasiada elevada, por ende se escucha toda su discusión.

—¡Ya te dije que no! —gritó— ¡Basta! Ti ho già detto migliaia di volte che sarò qui per cinque mesi. Non capisco la tua preoccupazione, Camila. —suspira frustrado.

Parpadeo. Quizá y está hablando con alguien de su familia. Por lo poco que entendí, esa tal Camila está preocupada por Matteo.

¿Quién más sentiría preocupación? Su familia, claramente.

Matteo siguió platicando, pero ahora en italiano y sinceramente no quiero ser metiche, aparte de que no entiendo, decidí dejarlo hablar tranquilo y bajé para esperarlo en la sala de la mansión.

Mamá aún no llegaba de su mandado y papá al parecer llegaría por eso de las diez de la noche, así que lo único que me quedó dejarles a ambos para que no se preocuparan por mi, fue un post-it avisándoles que estaría en la playa con Nina y que Matteo sería mi acompañante.

Sonreí dejando la nota pegada en el refrigerador para volver a la sala y sentarme en uno de los sillones marrones.

Me tomé unas cuantas fotos mientras esperaba a el italiano gruñón a que bajara, y cuando eso pasó, jesús santo, se encontraba muy lindo y sexy con esa camisa blanca con las mangas hasta sus codos.

Sonrío apoyando mi codo en mi rodilla y mi mentón en la palma de mi mano. Mordí mi labio tratando de retener una risa al verlo con su celo fruncido, buscándome.

—¿Se te perdió algo? —hablé, haciendo que mirara directamente a mi dirección. Ahora él fue quien sonrió.

Y vaya sonrisa.

El chico de intercambio; lutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora