𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑶𝒄𝒉𝒐.

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Capítulo 8.

Scusa, ma non ce la faccio più... —dijo, con su notorio acento y voz ronca. Giró su cabeza hacia él, y lo miró confundida.

¿Qué acaba de decir?

Lo miró sin entenderle. Realmente necesito aprender italiano. Pensó.

—¿A qué...?

Ni siquiera terminó de completar su oración por él, pues había dado una zancada hacia ella besando sus labios.

Luna se sobresaltó y tensó. Ni siquiera estaba tocándolo. Estaba sorprendida. ¿En serio está besándola? ¿De verdad está pasando?. Mantenía sus ojos abiertos de par en par sin poder creer lo que estaba sucediendo.

Un escalofrío recorrió su espalda cuando él pidió permiso para besarla con más profundidad. Lentamente fue cerrando sus ojos y subió sus manos a los hombros del chico dando un suspiro, y él apretó un poco su agarre a la pequeña cintura de ella acercándola a su pecho.

El beso se tornó apasionado y ambos aprovechaban el momento para saborear y morder sus labios.

Tal parece que la pena se les había ido.

Luna, al ser de baja estatura, se colocó de puntitas y pasó sus brazos rodeándolo por el cuello y acercándolo más a ella. Un gruñido se escuchó y ella no pudo evitar sonreír sobre sus labios dando fin a ese beso, dejando así, sus bocas entreabiertas, inhalando y exhalando rápidamente por culpa de sus respiraciones agitadas.

Matteo tragó saliva y subió sus ojos que estaban posados en sus los labios, ahora de un rojo cereza por ese beso, a los ojos verdes de Luna. Brillaban y estaban de un color más claro. ¿Por qué será?

Aún así y dejando esa pregunta atrás, esos ojos le parecieron los más bonitos que había visto. Son grandes y de un color esmeralda que con el sol, se hacían más claros. ¿Y qué decir de esas pestañas? No eran tan largas pero tampoco tan chicas, son rizadas y con un volumen más alto gracias al rimel.

Matteo había encontrado lo que más le gusta de ella, sin duda.

El silencio estaba presente y lo único que se escuchaba en el pasillo eran sus respiraciones que de a poco se iban calmando.

Matteo le sonrió de costado, apenado.

—Lo siento. —murmuró.

La mexicana ladeó su cabeza analizándolo. Sonríe.

—Sé que no lo sientes. —le responde, sin alejarse de él.

No, pero estoy intentando hacerlo. Pensó, sin dejar de mirar sus ojos.

—Mmmm, mai, in effetti non mi pento di nulla. —habló roncamente, volviendo a inclinarse hacia ella pero esta vez, para solo rozar las puntas de sus narices.

Luna mordió su labio inferior mirando sus narices rozarse y sonrió con ternura, ahora elevando sus ojos claros hacia los de él.

Cafés. Me gustan. Pensó sonriente.

—¿Aún me enseñarás italiano? —murmura cerca de su boca. Matteo deja su mano en su espalda baja— Dijiste que lo harías, Balsano. —murmuró... un momento, ¿Estaba coqueteando con él? Matteo se dió cuenta de su tono de voz y arqueó una ceja.

La mexicana de baja estatura y ojos verdes quería jugar otra vez... Él también sabía hacerlo.

Le sonríe de costado y coqueto.

Certo, signorina. —respondió a su pregunta con el mismo tono que ella, sensual y ronco, varonil.

Ahora ella arqueó una ceja y sonrió juguetona. Dejó un beso en su mejilla antes de soltarlo y girarse para salir caminando, no sin antes decirle:

El chico de intercambio; lutteoWhere stories live. Discover now