𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝑪𝒊𝒏𝒄𝒐.

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Capítulo 5.
Maratón 1/3

Luna miraba el techo de su habitación, acostada en su cama, mientras que su argentina amiga estaba sentada en su silla con rueditas a un lado de su amiga, mirándola preocupada.

Nina Simonetti había llegado al instante, luego luego cuando Luna le marcó diciéndole que necesitaba verla y charlar con ella, y ella como buena mejor amiga no decidió faltar a aquella platica que tendría con la mexicana. Sin embargo, cuando tocó a la mansión un lindo chico le abrió y ella al instante supo que se trataba del maravilloso Matteo Balsano.

Era la primera vez que lo conocía en persona. No lo pensó dos veces y le dio la razón mentalmente a su amiga cuando el recuerdo de ella diciéndole por mensaje de texto el segundo día de clases que Matteo, el chico que cuidaría, estaba lindísimo. No pudo evitarlo y platicó con él por unos breves minutos, pues según le contó tenía unos asuntos que atender fuera de la mansión.

Nina lo dejó ir. Si, es lindo, pero no es mi tipo. Pensó la pelinegra viéndolo cerrar la puerta. Sin embargo, el italiano le había caído de maravilla.

Cuando Nina saludó a toda persona que se le atravesó en el camino, subió a la habitación de su amiga a su paso y a la hora de entrar, la miró tumbada en la cama en la misma posición nombrada anteriormente. Lo que le preocupaba es que la castaña no hablaba para nada.

Y bueno, que Luna Valente lleve casi media hora sin hablar era de preocuparse, mucho.

—Luna, haceme caso. —habló por tercera vez la pelinegra de anteojos en forma de queja. Pero simplemente su amiga seguía en las nubes.

 Nina bufó. Acomodó sus lentes mirándola. Mantenía sus manos en su vientre mirando sin parpadear el blanco techo de su habitación, y por más raro que sonase, el color verde de sus ojos cambió por uno más claro.

Aunque quizá solo sea las sombras que se aplicó alrededor de sus ojos. Aun así, había algo más en ellos, tenían un brillo especial que Nina no supo descifrar. Pero de que algo le pasaba, algo le pasaba. Eso está cien por ciento confirmado.

Frunció su ceño cuando una teoría pasó por su mente. La miró antes de hablar.

—¿Peleaste con Matteo? —dijo y al instante Luna la miró. Pero no fue por eso, sino que al escuchar aquel nombre la hacía pensar en el momento que pasaron ayer.

Nina arqueó una ceja esperando una respuesta.

La castaña negó, volviendo a mirar el techo. Hizo una mueca con sus labios.

—Algo peor que eso.

Nina volvió a fruncir su ceño. ¿Algo peor? ¿Qué puede ser peor que una pelea?. Pensó.

—¿Te dejó de hablar?

—No...

—¿Te bloqueó?

Luna negó, mordiendo su labio.

La argentina suspiró frustrada.

—¿Entonces qué pasó, Luna? —habló, cansada de atinarle a la respuesta. Se sobresaltó cuando la escuchó chillar y la vio saltar de la cama hasta sentarse.

—¡Casi nos besamos! —gritó, sin preocuparse de que pudieran escucharlas.

Aunque no tenía porque preocuparse, estaban ambas solas, puesto que sus padres habían salido con Matteo para que los ayudara con la despensa. Sí, para Matteo fue extraño, pero no pudo negarse a Mónica y mucho menos a Miguel.

Nina abrió sus ojos como platos.

Eso si que no se lo esperaba.

—¡Luna! ¡Oh por dios! ¿Pero cómo...? —abrió su boca sin saber que decir. Sacudió la cabeza para salir de su trance— ¡Simón me debe un elote muy rico! —exclamó con una sonrisa.

El chico de intercambio; lutteoWhere stories live. Discover now