IZAN

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Había metido la pata hasta el fondo. Abril se lanzó a sus brazos inconscientemente buscando en ellos un refugio. Aunque Ízan se sentía fatal por la chica de cabello castaño, un pensamiento un tanto egoísta se le pasó por la cabeza. Abril, la chica que tanto le gustaba, le estaba abrazando en ese mismo instante, en aquel lugar. Se mantuvieron abrazados un buen rato hasta que la cerradura sonó debido a que los padres y la hermanastra de la joven, la cual seguía enredada en el cuerpo de Izan, estaban abriendo la puerta. Justo en el momento en el que pasaron a través de ella, se encontraron con el panorama. Por suerte, Abril fue capaz de salir disparada de los brazos del chico en un tiempo récord.

^^ Esto... Ízan ya se iba ^^ anunció rascándose la cabeza en señal de distracción y nerviosismo.

La familia se quedó incrédula, mientras que de Rebeca salía un alarido de sorpresa. Esta se marchó de la sala de estar cabizbaja, hasta su dormitorio.

La madre de Abril removió un mechón de pelo entre sus dedos a la vez que sonreía con un poco de intriga. Su hija daba por descontado que no se iba a librar de contarle a su madre lo que había pasado en ese corto pero sin darse cuenta eterno rato.

^^ Sí, yo... ya me iba^^ a Ízan le faltó salir corriendo, escapando de la familia de la chica. 

Abril se despidió de él con un movimiento de cabeza, y al mismo tiempo una sonrisa triste pero que ambos sabían que significaba algo genuino.

Cuando el chico llegó al chalet que compartía con su madre y su padrastro, se puso a pensar en aquella tarde, que en un futuro no muy lejano lo cambiaría todo.

Era ya de noche, y a Ízan le costaba bastante conciliar el sueño, por esa razón se puso a pensar en los recuerdos más felices de los dos últimos años.

Flashback.

Clase de economía. Izan llevaba observando a Abril desde hace más de media hora, aunque ella no se percataba de que la miraban atentamente. La joven de pelo castaño le estaba explicando un ejercicio a su compañero de al lado, Alex, cuando una bola de papel minúscula aterrizó en su cabeza. Ella un poco confusa porque no sabía si lo que acababa de pasar era enserio, se giró, encontrando así a la profunda mirada de Izan. Quién la observaba con una sonrisa socarrona en el rostro. Abril, demasiado indignada como para responder con alguna de sus ocurrencias, puso los ojos en blanco y se giró hacia al frente para seguir ayudando a su vecino de mesa. Izan, frustrado por esa falta de atención que tanto le molestaba, pues quería que Abril supiera que él estaba presente le gustara o no, resopló sin saber qué más hacer, hasta que dio con algo que seguro que llamaría la atención de la chica.

Justo cuando Abril estaba por preguntar el resultado de un ejercicio, Izan saltó con la solución sin que ella le dirigiese la mirada. Esta le dio las gracias educadamente y de una manera bastante forzada al chico, quién ni siquiera sabía por qué estaba tan satisfecho con lo que acababa de lograr. Izan solo sabía una cosa, necesitaba la atención de Abril, no de ninguna otra chica cualquiera.

ABRIL

Después de librarse de las extrañas preguntas de su madre, Abril se fue a su habitación, no sin antes coger lo que Izan le había llevado. En cuanto llegó a la cama, se puso a sollozar de forma incontrolable, queriendo que Izan volviese a rodearla con sus brazos.

Después de unos minutos de tristeza absoluta se le ocurrió mirar lo que había dentro de la bolsa de papel, para descubrir un par de galletas holandesas de esas que tanto le gustaban. Después de ver los dulces, una sonrisa asomó sin creerse que Izan supiese siquiera cuales eran sus galletas favoritas. Recurrió al móvil con una ansiedad desconocida en ella, para escribir a Izan agradeciéndole el maravilloso detalle que había tenido, según Abril. 


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