Poderes.

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Todo estaba en negro, no se veía nada, se sentía una fresca brisa de verano por la habitación, un delicioso aroma a lavanda impregnaba el lugar.

-Necesito su ayuda- se escuchó decir a un chico de voz neutral, algo tímido y ansioso a la vez.

-Ella lo atenderá en un momento- respondió la voz de una mujer, tal vez de edad madura, el tono sonó serio y tranquilo.

-¡Déjalo pasar!- se escuchó una tercera voz proveniente de otra habitación, una voz vagamente familiar, pero irreconocible.

-Pase- dijo la voz de la señora.

Se escuchó cómo se abría una gran puerta y se pudo comenzar a ver un poco de luz, y las siluetas se distinguieron con más claridad hasta que los objetos que la rodeaban fueron totalmente reconocibles.

Entrando a la habitación lo primero que se distinguía era un inmenso ventanal que abarcaba toda la pared frontal, la pared de la izquierda estaba llena de pantallas de computadores, y sobre una mesa un único teclado, del otro lado, un gran librero, este también abarcaba toda la pared; incontables fotografía, algunas algo antiguas, se encontraban en el suelo, fotos de mujeres y hombres sonriendo, de repente, un libro calló de lo alto, seguido de otro, y luego otros dos.

El hombre miró arriba, en lo alto del librero, buscando algo en específico, se encontraba una chica, abriendo y cerrando libros una y otra vez, miró de reojo al muchacho y sonrió, luego volvió a buscar entre aquellas páginas.

* * *

Abril abrió los ojos rápidamente, el mismo sueño de siempre, y como todas las veces anteriores, tan real. Comenzando a preguntarse si psicológicamente estaría bien, Abril se levantó de la cama y comenzó a hacer la cama.

-¡Abril, despierta!- gritó su madre desde la planta baja.

-¡Está bien!- respondió ella.

Se acercó a su pequeño calendario y mirándolo, se comenzó a lamentar de que tenía que ir a la escuela.

-Ánimo, Abril- se dijo a sí misma —Es viernes, mañana podrás dormir todo el día, sino es que esos sueños te despiertan otra vez- caminó a su armario y comenzó a buscar su uniforme.

-Findy, hazte a un lado- se quejó ella cuando su gatita comenzó a estorbarle, como todas las mañanas, pero no podía hacer nada, así eran los gatos, y eso le causaba gracia.

Colocándose los primeros pupilentes que vio, bajó con desánimo las escaleras y se dirigió a la puerta.

-Abril, deberías desayunar- le dijo su madre cuando la vio pasar.

-Debería... ¿No es así?- preguntó en tono sarcástico y algo grosero.

-¿Cómo dices?- Anastasia puso sus brazos en jarra y frunció el ceño, mostrando el descontento que le estaba causando la actitud de su hija.

-Perdona- Abril volvió a la pregunta anterior —No tengo hambre

-Siquiera llévate algo

-No, gracias

Abril abrió la puerta y salió. Cuando llegó a la escuela casi nadie se encontraba en el salón de clases, por lo que solo se dirigió a su asiento, tiró su mochila al lado y se dejó caer en la silla.

Ella se puso a pensar. Era la cuarta vez en la semana que soñaba lo mismo... y apenas era viernes, cada vez se sentía más preocupada, el mismo sueño una y otra vez, pocas eran las veces que no lo tenía, pero esas escasas ocasiones soñaba con cosas peores, como qué hubiera pasado si ella hubiera muerto, sangre, muerte, destrucción, una serie de imágenes que no soportaba. Por eso, prefería soñar con el muchacho y la chica.

Abril, voz de inocentes [Crónicas de Abril #2]Where stories live. Discover now