Capítulo 1

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El día que mi hija empezó a odiarme, supe que querría irse de mi lado.
Sé que me culpa al no haber tenido a su padre.
Y tiene razón. Si que fue culpa mía.

- ¿De verdad vas a dejar que se vaya? - Pregunta mi hijo, mirándome con gesto preocupado.
Sé que le preocupa su hermana. No desea que sufra, pero no lo hará. Christian estará encantado de tenerla con él.

- Es tu padre hijo, tiene derecho a estar con vosotros, ¿por qué no la acompañas?. - Ted me interrumpe antes de escucharme una sola palabra más.

- No, no me pidas algo así, no tengo nada que ver con él, y no quiero que Phoebe se vaya allí con él, mamá eres nuestra familia, no él.

- Él tambien es tu familia cariño, es tu padre. - Digo, mientras veo en sus ojos que no le odia. Sólo está dolido por lo que pasó.

Ted siempre ha estado al tanto de todo. Hace unos días que ha cumplido los dieciseis años. Parece que fue ayer cuando nació, y Christian le sostuvo en sus musculosos brazos.
Eramos tan jovenes cuando nació...
Yo acababa de cumplir los veinte.

- No, ese no es mi familia, solo es un...- Se caya cuándo Phoebe hace acto de presencia.

- Me voy, y para mí no es nada de eso Ted, deberías venir conmigo, y darte cuenta por ti mismo. - Dice, mientras me observa. Seguramente me culpa por la actitud de Ted con su padre.

- Deberias darte cuenta tú, de que ese idiota nunca te quiso.

- ¡Eso no es verdad!, si que nos quiere, pero mamá le alejó de nosotros.

Sabía que diría algo así. Asi que agacho la mirada, y trato de no derrumbarme. Acabo rota cada vez que hablo con ella.
Phoebe ha estado siempre con mi madre y mi padre, nunca pude cuidara como es debido, ni estuve en muchos de sus buenos momentos al estar enferma.
Comprendo que no me quiera. Entiendo que quiera irse...

- Se alejó el solo,  pero si es lo que quieres, vete, y dejanos en paz. - Grita Ted perdiendo los papeles.

- Adios mamá, ya te llamaré. - Se despide Phoebe, harta de la sitiación.
Y golpea con tanta fuerza la puerta al salir, que me sobresalto.
Todo es culpa mía. Eramos muy felices antes, y ahora...

- ¿Estas bien? - Ted interrumpe el silencio y me abraza. - No se lo tengas en cuenta, no sabe nada, yo sé todo lo que has luchado por nosotros, y ella se dará cuenta cuando madure. - Trata de consolarme.

Ted siempre es un cielo conmigo. En el fondo sé que es por mi enfermedad. Estuve a punto de perderme,  y él fue testigo, creo que aún teme que vuelva. Yo tambien tengo miedo. Tengo panico a que vuelva...

- Lo sé cariño, no te preocupes, ahora deberia ir a alistarme, o llegare tarde a trabajar.

- ¿Vas a ir al trabajo?, sabes que puedes quedarte en casa.
Ted siempre se preocupa cuando salgo. Pero tambien entiende que me gusta salir y hacer otras cosas...
Gracias a mi padre, soy empresaria, ocupo el puesto de directora en su agencia de viajes, mientras él disfruta de su plena jubilación.

- Ted, estoy bien, y me viene bien ir a trabajar.
Mantener mi mente despejada de todo, y centrarme en el trabajo, me ayuda a no ser tan infeliz.
Ni a acordarme de que tanto Christian como Phoebe me odian.

- Vale, cualquier cosa llamamé, estaré aqui preparando mi examen de mañana, y estaré pendiente del teléfono.

- Gracias Ted, y no te preocupes, estoy bien. - No del todo, pero sí.
Y si estoy mal, no es por motivos que tengan que ver con mi enfermedad.

- Cuidate mamá, ya sabes que estaré aquí. - Vuelve a recordarme mientras toma asiento en el sofá.

- Lo sé.
Estoy orgullosa de él. Nunca me ha dejado, y es el único que me tiene en consideración.
Me acerco a él, sin borrar mi sonrisa de los labios, y le abrazo. No es muy cariñoso pero conmigo hace una excepción, y me sigue el abrazo.
Nos separamos, y tras haberle molestado lo suficiente con mi cariño, me subo a mi habitación para vestirme y continuar con la rutina de siempre.
Y cuándo termino de arreglarme, me tomo un café de máquina rapido, sabiendo que me tomare otro en el trabajo, me despido de mi hijo con un tierno beso en su cabello, y salgo pitando hasta coger un taxi.
Sé conducir y tengo carnet, pero tengo pánico desde que tuve un accidente con el coche. No sabia que estaba en plena recaida cuando cogí el coche, perdí la visión y choqué contra un árbol. Estuve unos meses con collarin y sin poder mover el cuello sin marearme.

Abro las puertas de mi empresa, TuínViajes, y me encuentro con todos mis compañeros.
Ignoro la ávida de cotilleos formada, y me encierro en mi despacho. Una vez en éste, me deshago de las medias, los tacones, y enciendo la CPU del ordenador. Me extreso durante el infinito y frustrante periodo de tiempo que tarda mi ordenador en encenderse.
Siempre es la misma historia. Voy a tener que cambiarme de ordenador, y jubilar este de una vez por todas.
Suspiro, y de pronto me percato de que no estoy sola. Me llevo tal sorpresa que casi me dá un infarto.
Y voy a decir algo, pero no me salen las palabras. Hace tiempo que no le veo, y no ha cambiado ni un ápice, de hecho los años le han vuelto más atractivo, y seguro de sí mismo.

- Anastasia, cuanto tiempo sin verte, he venido a hablar de nuestra hija. - Toma asiento sin tener mi autorización. Tampoco la necesita, está acostumbrado a hacer lo que le dá la gana.

- ¿Qué pasa con Phoebe? - Pregunto, aún con la mano en el corazón.

- Como sabes, ahora está conmigo, y venia a decirte que no te sientas mal por ello...- Le interrmpo, sé que no tiene buenas intenciones haciendo esto.

- ¿Es una broma?, porque ya me duele lo suficiente como para que vengas y...

- No lo hago con malas intenciones Ana, me conoces, sabes porque lo hago, y sabes que yo nunca estuve de acuerdo con la idea absurda de separarnos, pero claro, dejaste de quererme.

Se levanta molesto por haber pensado mal de él, y se acerca a la puerta sin mirarme a los ojos.

- Te mentí entonces...- Confieso justo cuando va a coger la puerta para marcharse.

Christian se voltea, y me observa. Sus ojos están cristalizados, y creo que esta confesión no le ha sentado muy bien.

- ¿Qué?, ¿y lo dices ahora?

- Si bueno, ya me conoces. - Respondo nerviosa, tratando de apaciguar su caracter.
Y consigo asi que me regale una sonrisa. Áun funciona...
Vuelve a cerrar la puerta, y se cruza de brazos.

- Eso creía preciosa, pero por alguna extraña razón, nos hiciste daño a los dos. - Eleva de nuevo su tono de voz, cuándo hace énfasis a que yo le dejé.

- Lo siento, no me odies tanto, los años te han hecho justicia, aunque siempre has sido un hombre muy atractivo claro, el caso es que erez feliz, tienes una familia y...- Me interrumpe

- No soy feliz, y ahora me entero de que me mentiste, y me seguias queriendo...

- Eso ya pasó, no podemos hacer nada por cambiarlo, y lo siento, si te sirve de consuelo, siempre te he echado de menos.

- ¿Y ahora me dices esto? - Veo en su mirada que está luchando por no derramar una lagrima más.

- Pues si.

- ¿Y crees que va a cambiar algo?

- No lo sé, pero por algo estas aquí, y yo sigo sin moverme del sitio. - Le desafio con la mirada, sabiendo que ambos estamos sintiendo lo mismo.

- Tienes razón, nadie te obliga a seguir aquí, pero te fuiste...

De nuevo va a marcharse cuándo...

- Gracias pof venir a verme, ha estado bien saber de tí. - Confieso, con la esperanza de que el también se haya alegrado al verme.

- ¿A qué estas jugando?, ¿por qué me haces esto?, ¿por qué me tientas si sabes que voy a caer?

- Creo que resulta evidente, ¿no?, y lo de nuestra hija solo ha sido una excusa para venir a verme...

MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora