Capítulo 6

1.4K 125 5
                                    

Cuando vuelvo a casa, todos están dormidos. No podia volver y enfrentarme a la situación.
Yo la quiero, y está jugando conmigo...
Creí que habia vuelto a quererme, y que no había dejado de hacerlo. Pero si que lo ha hecho.

- Papá, ¿que haces despierto? - Phoebe aparece en el pasillo, ha sido tan sigilosa que no la he escuchado llegar.

- Nada, tomar un poco de agua, vete a dormir. - No consigo mirarla a los ojos.

Ella no lo ve así. Pero la fallé.
No he estado con ella en muchos de sus cumpleaños, no me he atrevido a volver a la casa donde un día fuí feliz con Ana.
Lo cierto es que volver a verla, no ha hecho mas que empeorar las cosas. Ahora no tenerla es más dificil que cualquier otra cosa...

- ¿Estas bien?, Leila ha preguntado por tí, y no cogías el teléfono, Dulcie quería que le leyeras un cuento y....- La interrumpo.

- Lo sé, es que necesitaba dar una vuelta. - Me excuso, aún sin poder voltearme para mirarla. No quiero que me vea así.
No quiero que sea testigo de mis lágrimas...

- Oye papá, te noto extraño, ¿puedo hacer algo por tí? - Posa su mano sobre mi espalda, tratando de consolarme.

- Si, responde a tu madre, está preocupada. - Me alejo de ella, esquivando con impetú que me vea de esta guisa.

- Paso, mamá está bien sin mí, además, me voy ya a dormir, mañana vamos a ir con Dulcie al teatro, ¿vendrás?

Desdesperado admiro mi móvil. No hay ningún mensaje de ella. Me temo que no le importo una mierda.

- Si, claro, iré. - Respondo no con demasiado entusiasmo.

No soy fanático a ver obras de teatro. Soy mas de ir al cine. Solía ir con Ana, era una buena excusa para estar juntos.
Todo eran excusas para estar juntos. Todo.
¿Que pudo cambiar?
¿Por qué se alejó tanto de mí?
¿Por qué vuelve si va a irse otra vez?
Si. Sus altibajos anímicos me afectan como al que más.
Estoy harto de estar así. Sin baber como comportarme, o como tratar a Leila cuándo ni si quiera la quiero.

- No pareces ilusionado, ¿es qué no te gusta el teatro?, porque a mí me encanta. - Trata de mantener una conversación conmigo.
Ni si quiera comprendo porque quiere hablar conmigo. Soy un mal padre, cualquiera puede corroborarlo.

- Ya te he dicho que voy a ir. - Respondo frustrado, e intento no delatar la poca gracia que me hace ir a ningún lado.

- Muy bien papá, porque Dulcie ha preguntado por tí toda la tarde, te echa de menos, y te necesita. - Dice, apartando su mano de mí, y retirandose a su habitacion.
Y con remordimientos de conciencia, me adentro en la habitacion de Dulcie. Está dormida.
La cojo de la mano y...

- Mis preciosas niñas, ¿cómo están? - Besé su cabeza, y posé la mano sobre la espalda de nuestra niña.

- Ahora que estás, mucho mejor, se lo ha pasado muy bien en su quinto cumpleaños, es una pena que hayas tenido que trabajar. - Me agarró de la corbata para pegar sus labios a los míos.

- Te he echado de menos mi amor, y si que lo parece, ha caido rendida en tus brazos, está muy apegada a tí...

- Es nuestra princesa. - Se la cogí de los brazos. - Y la quiero casi tanto como a tí. - Se levantó para besarme de nuevo con intensidad, como solo ella sabe hacerlo. Cómo solo ella me hace sentir.
Y detesto cuando se separa de mí.

- Voy a llebar a esta preciosidad a dormir, tu vete a la cama pequeña, que ensegiida voy.

- ¿De verdad?, ¿y vas a abrazarme?, porque te he echado mucho de menos durante todo el día. - Me miró deseosa, traviesa, dejandome ver parte de su ropa interior.
Entonces mi miembro cobró vida. Siempre consigue todo lo que se propone, y más cuando se trata de volverme loco.

- No te duermas todabia, o te despertaré. - Le devolví una mirada traviesa, salvaje. Ambos sabiamos el significado de esas miradas.

Me dí la vuelta, y emprendí camino hasta la habitacion de los niños. Ted estaba dormido, abrazado a un osito, y dejé a Phoebe en la cama contigua.
Los admiré hasta que escuché un ruido procendente del salón, y entonces sentí miedo.
Me alejé de la habitacion y al llegar al salón, Ana estaba tirada en el suelo. Se habia caido.
Enseguida la cogí en brazos, y sin dejar atrás la preocupacion, la examiné de arriba abajo.

- Ana, ¿qué ha pasado?, ¿te encuentras bien? - Observé su cara de susto, y la abrazé con todas mis fuerzas.

- No sé lo que ha pasado. - Susurró. - Pero no tiene importancia...

Esa fue la última vez que la sentí.
Y me pregunto cada noche, que es lo que hice mal en ese monento.
Desde aquello empezó a mostrarse extraña, cogía llamadas a escondidas, lloraba en el baño, ya no iba a recoger a los niños al colegio...
Me hice cargo de las tareas, me ocupé de todo, hasta que me echó para siempre aquella noche...
Nunca volví a saber nada...
La situación me superó.

Suspiro, me adentro bajo las sabanas de mi cama y espero a que el dolor se quede mañana sobre las sabanas, y no me acompañe como tiene por costumbre.




- Oye papá, quiero ese. - Cojo a Dulcie en brazos, y le compro el globo que me pide.

- Vaya, está perfectamente contigo, te tiene mucho cariño. - Leila me sonríe, más tranquila porque hace días que no salgo de noche a escondidas.

Estoy tratando de hacer las cosas bien. He llevado a mis niñas a la feria, y sé lo ansiosas que están por montar en la noria.

- Oye Chrisrian, debo irme, mañana tengo que madrugar. - Leila me coge a Dulcie en brazos, quién protesta por el giro de los acontecimientos.

- Vale, yo me quedo, no voy a dejar a Phoebe sola.

- Ya es mayor Christian, ¿qué puede pasar? - Insiste Leila.

- Papi, porfi, ¿vienes a leerme un cuento? - Interviene Dulcie con cara de corderito degollado mientras sujeta el globo que acabo de comprarla.

Observo a Phoebe, quién habla animadamente con unas amigas que se ha encontrado...

- Vamos a casa. - La cojo a Dulcie. - Si que estoy cansado.

Leila sonríe porque no me quedo. En otra ocasión hubiese dicho de quedarme y aprobechar para estar sólo conmigo mismo. Aúnque seguramente hubiese acabado llamando a Ana. Ya no hemos vuelto a hablar.

Me vuelvo hacía Phoebe, y le indico a Taylor con la mirada que por nada del mundo la quite la vista de encima.

- Gracias por dejar que me quede con mis amigas. - Phoebe me abraza, y no rechista al enterarse de que Taylor estará con ella vigilando. En eso no se parece a su madre...

- De nada, nos vamos. - Me vuelvo decidido. Convencido de que no pasará nada con Taylor presente.
Leila se muestra feliz, y me sigue hasta el coche.
Ya me estoy arrepintiendo de la decisión y eso que no he recorrido ni medio metro de distancia...

MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora