Capítulo 5

1.5K 124 2
                                    

- Que buena noche hace, ¿no? - Le palmeo el hombro haciendo un poco el ridiculo mientras me abrocho más la chaqueta. Esperando que por nada del mundo se haga visible el top que no sé porque coño me he puesto.

- Pues pareces tener frío, ¿te encuentras bien? - Va a rozarme el brazo, y me aparto.

- Si, si, perfectamente. - Me levanto tan sumida en mis pensamientos sobre cómo huir de la situación, que choco con un camarero, y todas las copas quedan derramadas en mi chaqueta.

No. No se puede ser más idiota. Ahora no solo tengo frío, si no que como me vaya con la chaqueta mojada hasta casa, posiblemente me gane uno de esos horribles costipados que te dejan afonicos, y con ganas sólo de comer sopa de pollo durante un par de semanas.

- Anastasia, ¿estás bien? - Me agarra por el brazo antes de poder dar un paso más. - Y usted, tenga más cuidado. - Le quita la bandeja de las manos al camarero para dejarla sobre una mesa y volver a mirarme. - Será mejor que te deshagas de la chaqueta, está empapada.

¡No!, ¡No!, ¡No!
La chaqueta se queda en su sitio mientras esté presente. Es el único objetivo de la noche.

- ¿Qué?, no, estoy muy bien así, ¿sabes? - Me abrazo mas a mí misma, deseando con todas mis fuerzas que no insista en el tema.

- Si es por el frío, me ofrezco a dejarte mi chaqueta, puedes devolvermela cuando me veas en otra ocasión, no te iras a casa desabrigada, no te preocupes. - Se quita la chaqueta con tanta rapidez que no me dá tiempo a reaccionar. - Vamos, quitate eso antes de que caigas enferma. - Insiste, como era de esperar.

- No quiero quitarme la chaqueta, es mi favorita, estoy muy comoda con ella. - Insisto.

Christian sonríe nervioso, y sé que se está aguantando las ganas de reir como puede. Sé lo que piensa. Cree que mi actuación de ahora mismo es absurda y propia de una niña caprichosa.
No es excusa no querer quitarte una chaqueta mojada por el hecho de que es tu favorita.

- Vamos Ana, quitate eso ya, ¿qué te pasa?

La risa se le corta en cuanto me quito la chaqueta, y me mira como si me huviesen crecido los pechos desde la última vez...
En verdad he perdido tallas, es solo que el top me hace bastante buena figura.
Y dado lo incómodo que resulta estar así sin poder hacer nada, le arrebato la chaqueta de sus manos, y me la coloco avergonzada. Es la última vez que me quito una chaqueta, así que más vale que no pase ningun percance más.
A pesar de todo, Christian sigue mirandome, así que decido hacer uso de mis palabras...

- ¿Que tal con Phoebe?, ¿no te parece que está preciosa? - Me brillan los ojos cuándo hablo de ella

- Si que lo está, es muy parecida a tí, aúnque ya sabes que como tú...- Le interrunpo antes de que pueda mencionar una palabra más.

- No seas adulador Christian, el caso es que me alegro de que esté contigo.

Me alegro a pesar de que no me coge el telefono. No responde a mis mensajes, ni quiere saber nada de mí...

- Ya, yo también me alegro de tenerla conmigo, ¿Ted cómo está?

- Muy bien. - Le sostengo la mirada timidamente. - Ha crecido tanto...es tan guapo. - Por un segundo me quedo mirandole tan intensamente que termino por no acordarme de lo que estamos hablando.

- Me alegro, Ana.

Ambos alzamos la mano. Queremos tocarnos, pero no lo hacemos. Si lo hacemos ya no habrá nada que nos detenga, ni si quiera el sentimiento de culpa.
Si lo hacemos ya no existirá la barrera que hemos creado entre los dos. Entonces nos volveremos a hacer daño. Al menos yo, a mí misma.
No va a dejar a Leila, eso queda en evidente. Al menos, hasta donde yo sé.
De nuevo le sonrío, tratando de no parecer desesperada por lanzarme a sus brazos y abrazarle durante toda la noche.
Y trato de no hacer caso a mis impulsos, que me incitan a dejar de hablar, y demostrarle con actos lo mucho que le he echado de menos.

- Me gusta cuándo sonríes, los años te han sentado bien, estas preciosa.

- Gracias Christian, tu también estas precioso, en serio, pero debo irme, he olvidado que no tengo llaves y no quiero despertar a Ted al llegar.

- Siempre puedes llegar por la mañana. - Me agarra del brazo, impidiendome dar un paso más.

- No creo que eso sea buena idea. - Respondo desesperaba. Sabiendo las ganas que tengo, y lo mucho que tengo que resistir.

Es complicado tenerle así de cerca y no hacer nada. Resulta muy dificil separarnos. Pero lo acabamos haciendo, justo cuándo Christian recive una nota de audio.

Papi, ¿vienes a dormir conmigo?, no puedo hacerlo si no estas y me lees un cuento. - La dulce voz de una niña, resuena en mis oídos.
Es tan dulce que consigue conmoverme.
Entonces me siento fatal. Le estoy quitando tiempo a su hija de estar con él.
Y creo que ya hice bastante al alejarle de Phoebe.

- Tengo que irme. - Vuelvo a mencionar, comsiguiendo su misma reacción.

- No deseo que te vayas, puedes quedarte.
Me agarra con tanta insistencia que la culpabilidad me invade por completo.
Esa niña le necesita. No puedo hacer esto.

- Tus hijas te esperan y...

Justo me suena el móvil, y enseguida salta el buzón de voz.

Mamá, necesito tu ayuda, necesito de tus habilidades matemáticas, te lo explicaré en cuánto llegues. Te quiero.

Se corta el mensaje de voz.

- ¿Era Ted?, ¿nuestro hijo? - Al mencionarlo se le cristalizan los ojos.

- Si, y como todo hombre, no vive sin la ayuda de una mujer. - Me río al pensar en ello. - Así que debo marcharme antes de que se vuelva loco, además, tu tienes a dos niñas y una mujer esperandote en casa.

Trago saliva dado el atrevimiento. Ambos tenemos vidas distintas...

- Ya, si, tienes razón, no puedo dejar a mis mujeres solas, yo...adios, Ana. - Se marcha sin si quiera despedirse.

MamáWhere stories live. Discover now