Capítulo 2

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Seattle, 7 de julio de 2019

- Papá, ven. Tengo que hablar contigo. - Phoebe me señala el otro lado del sofá para que tome asiento.

Acabo de llegar a casa. Hace años que no veo a mi hija, y ahora quiere hablar conmigo.
Leila entiende que sobra, y se marcha junto a Dulcie, quién insiste en quedarse, pero no es el momento.

- Te escucho. - Respondo nervioso, sin saber que decir.

- Quiero que sepas que estoy encantada de estar contigo. - Agarra mi mano transmitiendo su mensaje a la perfección. - ¿Tu te alegras de que éste aquí?

- Hija, eso no se pregunta, yo...- Antes de decir nada, la abrazo. La última vez que lo hice, solo era una niña. - Te quiero.

- Lo sé papá, yo tambien te he echado de menos durante todo este tiempo.

Que mi hija no me odie, es un consuelo. Pero mi otro hijo si que lo hace, y aún ne duele llevar una vida que no me quedó más remedio que vivir.

- Estas guapisima, te pareces tanto a tu madre...- Igual por eso la quiero tanto.

- No, yo no me parezco a ella. - Se separa de mi abrazo  - Mamá y yo, no tenemos nada que ver. - Se levanta del sofá, creo que molesta por mis palabras.

- Tu madre es una bellisima persona hija, no deberias ofenderte.

- Eres tan bueno que la ves así, en fin, tengo deberes que hacer papá, mañana espero que me enseñes como ha sido tu vida. - Me dedica una última sonrisa y se sube a su habitación.

- Christian, ¿cómo es que está aquí tu hija? - Leila hace acto de presencia. - Deberia estar con su madre

- Leila, yo la he pedido que venga, es mi hija, la quiero con toda mi alma, y si no la quieres aquí, siempre puedes irte. - Me levanto del sofá, y observo la hora. Ya es muy tarde, más de lo habitual

- ¿Cómo puedes ser así conmigo?, ¿y de donde vienes?, ¿desde cuándo usas perfume de mujer?. - Protesta Leila. - Sabes que me haces daño...

- Estas loca Leila, vengo de trabajar.

- ¿Ah si?, pues pareces más feliz que de costumbre, apestas a perfume de mujer, y llevas la corbata en la mano, ¿me vas a decir con quién me estas engañando?, ¿es por eso que ya no duermes conmigo?

- No me apetece discutir, Leila. - Me hago paso a pesar de su insistencia por retenerme.

- ¿Tienes a otra verdad?, sólo dime quién es. - Insiste, poniendome de los nervios.

- Estoy cansado, voy a ver que ha hecho Gail de cena. - Esquivo el tema. Me parece monótono, siempre me tiene que recriminar algo, parece que de ello depende su felicidad.

- Nosotros ya hemos cenado, hasta tu hija, que ha venido mientras estabas por ahí. - Vuelve a reprocharme.

- Estaba trabajando. - Me justifico, aún sabiendo que seguir con la conversación, solo va a servir para enfadarme más.

- ¿La has conocido hoy?, ¿donde?, ¿quién es?

- Leula, haz el favor de cerrar la boca y dejarme tranquilo, lo que yo haga es asunto mío, si trabajaras, sabrías lo que es. Pero claro vives de mi dinero, ¿sabes lo que he pagado este mes por tu estupida mania de comrar compulsivamente?

- Cada uno llena su vacío como puede, ¿no? - Dice, y al fin se retira.

Una vez acaba la discursión, me sirvo algo de cenar, y me siento a solas en el sofá, sin que nadie me moleste.
Prendo la televisión, y hago zapping hasta que encuentro una pelicula que me parece realmente interesante. Ana era fanatica de ver peliculas, mas de una vez me llevó al cine a ver peliculas de esas románticas.
Claro que ela nunca me obligó a nada. Con ella hacía las cosas de corazón.
Cupido me flechó bien por ella...

- ¿Qué estas viendo? - De nuevo aparece Leila con las manos ocupadas por un enorme cuenco de palomitas. - Me puedes responder, si quieres. - Se sienta a pesar de mi ignorancia, y pone el cuenco en medio.

- Una pelicula. - Respondo cortante, y sin poder mirarla.

- ¿Y por qué no dejas un poco la pelicula y miras lo que me he comprado? - Se quita su bata, quedando en ropa interior.

Enseguida vuelvo a desviar la mirada. Sé lo que quiere, y no estoy de humor.

- Vas a coger frío Leila, es muy bonito el conjunto, pero hace frío como para andar así por casa.

- Lo del frio se puede solucionar. - Intenta de nuevo acercarse a mí.

- Oye, creo que Dulcie aún sigue despierta, no es el momento. - Trato de buscar cualquier excusa.

- Vale, entonces vamos a esperar que se duerma. - Vuelve a taparse, y continua sentada a mi lado.

Mi móvil empieza a sonar, debido a la entrada de un mensaje, y no espero ni un segundo para cogerlo.

¿Qué tal si nos vemos en el Hoffman a las dos?, quiero hablar contigo, te echo de menos.

- ¿Quién es?, no sé si eres consciente pero te ha cambiado la cara. - Leila me observa muy pendiente de cada uno de mis movimientos.
Sé que tiene intenciones de cogerme el móvil.

- Es mi madre, dandome las buenas noches.

- Vaya, que detalle, y te alegras mucho cuándo te escribe, ¿no? - Es evidente que por su contestación, no se cree nada.

- Pues si, es un encanto de mujer.

- Antes ha llamado, dice que no la coges el teléfono, hemos almorzado juntas.

- Igual por eso me ha escrito, en fin, me voy a ir a la cama. - Digo, observando la hora.

- Vale, buenas noches. - Se despide molesta, levantansose del sofá, y abandonando el salón.

Respiro profundamente, y me dirigo a mi habitación.
Abro las puertas de mi armario, y trato de dar con el traje perfecto para la ocasión.
Al final me decido por uno negro de Armani, acompañado de una corbata gris a juego con mis ojos, y por ultimo me rocío de perfume de Hugo Boss.
Sólo quiero estar lo suficientemente bien...
Y cinco minutos antes de la hora prevista, ya estoy saliendo por la puerta, tardando nada en coger el Audi, y llegar al Hoffman para aparcar en el parking privado.
Nervioso, me dirigo a la entrada, y entro en la cafetería del hotel donde hemos quedado.

- Buenas noches guapo. - No tarda en aparecer.
Un abrigo color carne la cubre, lleva unos hermosos tacones negros, y un  pañuelo rojo atado en la muñeca.

- ¿Crees que no iba a reconocerte?  - La quito el pañuelo de la muñeca. - Y quitate esto, quiero verte. - Me deshago de sus gafas de sol.

Sus ojos me observan, hechizandome, y no tardo en darme cuenta de que hacia mucho que no me sentía así.

- Estas guapisimo. - Confiesa, tomando asiento frente a mí. - Sólo quiero que hablemos. - Esta vez su voz no muestra seguridad.

- Yo también quiero hablar contigo, volver a verte me ha impactado.
Estoy tan nervioso por tenerla de nuevo frente a mí...
No quiero fastidiarla.

- Para mí nunca terminó Christian, yo aún te quiero. - Se acerca a mí, y me abraza sin previo aviso. - Gracias por estar aquí esta noche, pensé que no vendrías. - Confiesa sin soltarse de mí.
Y sentir su cuerpo tan cerca del mío, no me ayuda a pensar con claridad para decirla algo coherente.

- Pues estoy aquí.

Estoy porque soy gilipollas, y voy a hacer lo que me pida...

Próximamente...

MamáWhere stories live. Discover now