Capítulo 11

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Estoy realmente frustrado, Ana ni si quiera me ha respondido al mensaje.

Y me jode de sobremanera, porque con lo bien que iba todo, no me puedo creer que haya pasado esto. Me veo incapaz en verdad de seguir enfadado con ella, es que puede que sea estúpido, pero es lo que pasa cuándo quieres tanto a alguien.

- ¿Se puede saber donde has estado?, porque no te he visto desde esta mañana, y has salido apresuradamente, ¿que coño te pasa?. - Se hace el silencio. - ¿Cuándo vas a sacar tiempo para tu familia?. - Rechista Leila

Acabo de entrar por la puerta, ni si quiera me ha dado tiempo a apenas respirar. Parece que la noche se presenta calentita, y malditas mis ganas. Vengo agotado y no me apetece nada aguantar esto. Si lo llego a saber me hubiese planteado lo de volver a casa.

- Leila, no estoy de humor para discusiones absurdas, así que si eres tan amable, deja de gritar, a no ser que quieras despertar a Dulcie y a Phoebe.

- Si, y esa es otra, ¡traes a la niña que tuviste con esa a casa, y encima ni si quiera te haces responsable de ella!

- Está aquí porque es mi hija, y no voy a consentir que hables mal ni de ella ni de mi hija, así que no sigas por ahí - Como hable de alguna de ellas, simplemente no respondo de mis actos.

- Vale, perdona, pero mira que hora es. - Responde, ya menos a la defensiva.

Son las diez de la noche, y hasta esta hora me he visto incapaz de volver a casa. Nadie comprende la situación en la que estoy envuelto, y parece que todo se ha puesto en mi contra.

Pensé que las cosas habían cambiado. Realmente me había hecho a la idea de que el destino se había apiadado de mí. Pero ya veo que uno no puede relajarse ni por un segundo. La vida es una puta montaña rusa, y de tantas subidas y bajadas al final me he olvidado de quién soy. Ni si quiera sé como debería ser.

Me siento atrapado. Lo que siento por dentro nadie puede entenderlo. Me quedé atrapado en el pasado, anclado y aferrado a ella, y solo yo soy culpable de ello. Pero es que al parecer eso me va a afectar siempre. No sé como salir, no sé como sentirme.

- ¿Qué no estas de humor?, ¡joder!, ¿te haces una idea de lo mucho que me cuesta acostar a la niña todas las noches si ya no estas?, es normal que me pregunte cuando vas a volver a ser el de antes. - Reprocha Leila

- Estoy cansado Leila, y estoy aquí. - Respondo, teniendo la sensación de estar en otra parte.

- Pero estas ahora, después te irás, y no sacaras tiempo para tu hija, ¿no te reconcome la conciencia?, es solo una niña, y la estas apartando de ti. - Me fulmina con la mirada. - Así que deja de desaparecer y haz las cosas bien.

- ¡Ya está bien!, esa niña ni si quiera es mía, sino hija de un fotógrafo que te dejó tirada estando embarazada. - La rabia se adueña de mí con más intensidad que nunca. - Te recuerdo que me la quisiste meter doblada, pero no me quise acostar contigo entonces, y no te quedó otra que confesar que estabas embarazada y me necesitabas para que tus padres no pensasen mal de ti.

- Es que siempre pensaste en otra mientras estabas conmigo, y yo no puedo más Christian, necesito que vuelvas a ser el mismo que olvidó, me dijiste que lo habías superado, y ahora que pensé que habías avanzado de verdad en ese sentido, otra vez has vuelto a cambiar.

Leila se acerca a mí, y está a punto de seguir con sus gritos, pero yo no estoy dispuesto...

- ¡Cállate ya!, Dulcie no es mi hija, es tu responsabilidad, no la mía, así que puedo volver a mi casa cuando crea conveniente. Además, era lo que más me importaba, ¿de verdad creías que podia olvidarme de ella?

Aparto la mirada incapaz de saber como actuar después de todo esto. De nuevo vuelvo a sentirme como el hombre al que destrozaron por completo. Incapaz de pensar con claridad.

Y mientras mi cuerpo no me responde, y no consigo moverme ni un ápice del sitio donde me encuentro. Observo a Dulcie, abrazada a su unicornio de peluche con los ojos vidriosos para después salir corriendo y hacerme sentirme peor todavía.

- Lo entiendo, pero ella siempre te quiso como tal, y ahora ya...- Leila no dice nada más, y abandona el salón.

Y en vez de intentar solucionar las cosas, me siento en el sofá con el corazón encogido. Me siento completamente perdido. No sé quién soy, ni lo que debo hacer. Siempre lo tuve claro, estar con Ana para toda la vida, y en cuantas más vidas me reencarnase. Pero cuándo me dejó y conocí a Leila, vi un atisbo de esperanza. Estaba sola, y embarazada de otro, simplemente me vi incapaz de no ayudarla. Antes era mejor persona, pero ahora parece que no se conforma y exige lo que la dije que nunca sería capaz de conseguir, olvidarme de ella.

Me llevo las manos a la cabeza. Igual he sido un insensible, pero es lo que pasa cuando me piden que la olvide y deje mi pasado atrás. Es como pedirle a alguien que olvide quien era y empiece a ser un falso e hipócrita para gusto de los demás.

Y me niego. No voy a olvidar toda mi vida para contentar a Leila. Eso debería entenderlo. Si se hubiese enamorado como yo lo hice entonces, no me lo reprocharía tanto. Además, no debería hacerlo, cuando me quedé con ella sabía bajo que condiciones, así que no tengo del todo la culpa.

Me levanto del sofá, dispuesto a volver a la cama, cuando llaman a la puerta. Me volteo y me dirijo hasta la puerta preguntándome quién pueda ser a estas horas. Se supone que las visitas aparecen por la mañana o por la tarde, no a estas horas de la noche.

Abro la puerta, esperando echar a quién sea que esté detrás pero...

- Buenas noches, papá, ¿se puede saber que coño le has dicho a mamá?

MamáWhere stories live. Discover now