Capítulo 8

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Me siento fatal. Ni si quiera sé porque he venido. Ted ya debe de estar en casa, y se preguntara que hace su madre fuera a las cuatro de la mañana.

Decido abandonar el banco donde me encuentro, y aligero el paso para llegar a casa, pero antes de poder dar un paso más, los estrepitosos sonidos de un coche, me alarman, y casi echo a correr, pero al ser Christian, al final no lo hago.

- ¡ Sube al coche ahora mismo! - Grita como si estuviese sorda. Creo que lo está haciendo porque ni me he girado para mirarle.

- No quiero subir al coche, déjame tranquila. - Digo, en un hilo de voz.

Un enorme nudo en la garganta se ha adueñado de mí, y no me deja respirar. Solo quiero estar sola, y así no hago daño a nadie más. Y sí, estoy dramatizando un pelín la situación.

- ¡ Que subas joder!, no me hagas bajarme del coche. - Protesta. - ¿Es que no me escuchas?. - Vuelve a gritar.

Y dados mis empeños por seguir haciéndome la seria, empieza a juguetear con la bocina del coche. Es que no me lo puedo creer...

- ¿ Pero qué haces?, ¿y donde está Phoebe? - Apenas se me escucha con el puto pitido de la bocina. Pero Christian sabe leerme los labios, eso creo.

- La he dejado con Taylor, ¿de verdad creías que iba a dejarte aquí?, ¡ Sube al coche, joder!

Entre los gritos y la bocina, al final me voy a quedar sorda. A esto me refiero cuando digo que los hombres pueden llegar a ser muy persistentes...

- ¡ Date la vuelta!, Phoebe te necesita, y déjame tranquila. - Sigo caminando, esperando que se canse.

Ahora, que si prefiere acompañarme así a casa, pues bueno, al menos me siento más tranquila, a pesar de estar destrozando mis preciados tímpanos.

- ¡ Joder!, no me hagas ir a por ti, por favor.

No sé como puedo aguantar esto, pero en fin, voy a subir al maldito coche...

Me volteo, y cuando observa como me meto en el coche, le cambia la cara.

- Y sin hacerte salir, así que no más comentarios. - Lo que menos me apetece es aguantar un sermón.

Y al final he cedido, asique no me lo merezco.

- No hagas más esto, ¿quieres?, te dije que no quería que te volvieras sola. - Me recrimina por enésima vez. - Oye, ¿me escuchas cuando te hablo? - Añade ofendido, al ver que estoy como en mi mundo, y no le contesto.

- Lo siento, es que aún sigo dolida, la he cagado con nuestra hija, ¿sabes?, y ya no hay solución a eso. - Me limpio una tímida lagrima que resbala por mi mejilla. - Siento haberte defraudado a ti también.

En realidad la he fastidiado con todos. Soy una pésima persona, pero es que en mi situación no supe que hacer. No quería que Christian sufriese, y conociéndole, le habría afectado de sobremanera. Estuve a punto de irme al otro barrio. Phoebe era muy pequeña, no quería que pisase un puto hospital, no es que estuviese visible en esos tiempos, y yo no quería que me viera así. Ya bastante tuve que conformarme con que Ted estuviera, las caritas que me ponía, las cosas que me dijo. Eso jamás lo olvidaré. Ni tampoco lo mal que lo pasaron todos, incluidos mis padres. Christian no hubiese soportado nada de eso. Se merecía ser feliz.

- No la has fastidiado Ana, es solo una adolescente, y como todas, pues responde mal a su madre, pero no tienes que ofenderte, por favor. - Me mira preocupado, sabe lo mucho que me afectan las cosas.

- Oye, gracias por estar aquí, ¿sabes?, no tenias que hacerlo, tu familia está en casa, esperándote, y yo podía haber cogido un taxi. - Me cayo al ver la cara que me pone. - Vamos, no me mires así, sabes que tengo razón.

- Ana, mírame por favor. - Lucho por hacer lo que me pide, y mis ojos se clavan en los suyos. - ¿Crees que no me importas?, ¿de verdad en algún momento has pensado que habías dejado de importarme?

Sus palabras me dejan anonadada, como en otra parte. Es que tengo la sensación de que sigo hablando con el mismo Christian de antes, y que nada ha cambiado entre nosotros. Siempre me hace llorar.

- Por favor, no digas eso. - Le aparto la mirada y me tapo el rostro para que no me vea llorar. - No te he dado permiso para que me hagas esto.

- ¿ Y que hago, Ana?, ¿te miento?, ¿te digo que no me importas cuando sabes que no es así?

- Vale, por favor, estás haciendo que se me corra el rímel. - Trato de ponerle humor al asunto. - Y no es barato precisamente.

- No llores anda, vamos a parar y te cojo unas palomitas, ¿quieres?. - Me sonríe, mientras que con la mano con la que no está sujetando el volante, atrapa mi mano.

Si es que son estas cosas las que me motivan a caer en la tentación, porque con este comportamiento hacía mí, sinceramente me da igual su mujer. Me la trae al pairo si está sola en casa. Pero no me da tanto igual su otra hija pequeña. Asique le vuelvo a mirar y...

- Ni se te ocurra decirme que no, ahora que he aparcado el coche. - Quita las llaves, echa el freno de mano, y sale del coche sin perderme de vista.

Pongo los ojos en blanco. Este Christian nunca cambiará...

- Lo que tu digas. - Comento, pero creo que más para mi misma, porque justamente cierra la puerta.

- Señorita. - Me abre la puerta antes de que lo haga yo misma. - Si es usted tan amable, quisiera dar un paseo con usted.

- Menudo eres, ya nadie dice esas cosas, caballero. - Me permito una sonrisa por los viejos tiempos.

- Es que yo no soy como los demás, ¿te lo crees?. - Se permite el lujo de convencerme aún de eso, cuando ya me convenció en su tiempo.

- Por supuesto, y se agradece. - Le dedico mi mejor sonrisa. Encima le estoy dando mi perfil bueno, y menos mal. Debo de estar echa un desastre después de no haber comido apenas nada, y de haber llorado delante suya.

- Me alegro que me saques una sonrisa, así eres mas bella, y queda muy bonita cuando la luna ilumina tus ojos...

- Christian, déjalo ya, los del botellón nos están mirando. - Miro de reojo, para después volver a mirar a Christian muerta de la risa.

- ¿ Sabes que me importa una mierda, no?

- Me hago una ligera idea, no has cambiado nada.

- Es que me querías así, por eso no cambié. - Me rodea por los hombros cuando pasamos delante de la gente.

- Bueno, ¿ y que tal todo? - Trato de desviar el tema.

- Oye Ana. - Me hace detenerme un momento. - ¿Porqué no volviste a la feria? - Me mira fijamente y me sujeta de la barbilla para que yo también lo haga.

- Por cosas...

- Te encantaba cuando venías conmigo, ¿que es lo que te cambió tanto?

- No me apetece rebuscar en el baúl de los recuerdos Christian, por favor, volvamos a casa. - Prefiero no estar con él si se va a dedicar a interrogarme.

- Vale, me cayo, pero nada de irse a casa...

Le sonrío, y él también me sonríe a mí, y soy consciente de las ganas que tengo de besarle, así que nada más llegar al puesto de palomitas, hago por dejar de mirarle, y mirarle como si aún fuera mi novio. Yo su chica, y la feria estuviese aquí para nosotros, como antes.

MamáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora