Parte 13

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Había una historia que solía pensar.

Una que me gustaba, aunque era trágica. Era como aquella cosa que no puedes dejar de escuchar, aunque te duela. Como aquel romance que no puedes dejar de amar, aunque te destruya, y aquella persona que no puedes olvidar, aunque te mate.

Me la contó la persona más hermosa que he conocido, y desde entonces no la he olvidado, porque a través de mis vidas siempre suelo recordarla. Es gracioso como siento tantos celos de esos country, tantos celos de sus lazos que los unen, tantos celos de su existencia simple. Pero, olvido todo ello solo al recordar esa bella historia de una oración que solía contarme.

Y ahora, al fin, es momento de que se cumpla dicha historia.

"Te he contado el día en el que la Luna se enamoró de un hombre, y destruyó todo a su paso..."

Esa era la historia, era simple, era vaga y te daba cosas para pensar.

Solía pensar que la Luna se enamoró del hombre porque lo veía todas las noches, celosa de como los ojos de este miraban las estrellas. Así que la Luna dejó de ser menguante y se hizo enorme, tan brillante y redonda que el hombre no pudo evitar enamorarse. Se amaban, el hombre recitaba poemas sin fin a la Luna, y la Luna alumbraba todas las noches para él.

Hasta que su amor creció tanto, que la Luna no soportó estar lejos de él. Así que decidió bajar a la tierra. Y eso destruyó todo, destruyó la tierra, destruyó la Luna y mató al humano.

Solía pensar mucho en esa historia, aunque ahora ya no puedo, porque me recuerda como lo perdí todo.

Y todo fue por mi culpa.

Tenía dos versiones de mí mismo, que crearon vida, que crearon todo. Pero, estas dos versiones eran distintas, pensaban diferente, querían cosas diferentes. Y esto se debía a mi incapacidad como dios de poder tener un fin fijo. Al final, era el dios que creó todo, en la nada. Que se creó a sí mismo, y con ello creo dos partes de sí, porque no podía decidir sobre su futuro, incluso, cuando este era manejado directamente por él.

Lo peor vino, cuando era una eterna pelea sin fin entre ambas partes. Ometecuhtli mi lado varonil, y Omecihuatl, mi lado femenino. Pero logré encontrarles una solución a las peleas sinfín que ambos tenían. Decidí ver algo bueno en el sinfín de violencia en ambos.

Gracias a mis propias diferencias, cree el balance con esas discusiones. El bien siempre tiene algo de mal, y el mal siempre tiene algo de bien. Mis ambas proyecciones de mí, comenzaron a adoptar este pensamiento, y lo adaptaron a su forma de ser. Por un momento, mis dos cuerpos se encontraban felices, así que decidieron trabajar en conjunto, y comenzar a crear su principal tarea, la creación.

Ambas partes de mi trabajaron duro y crearon a los cuatro Tezcatlipocas. Xipe Tótec el gran rojo, el gran dios de la abundancia, el amor y riqueza. Yaótl el negro, mejor conocido como Tezcatlipoca, dios del cielo y la tierra, además el protector de la fuente de vida. Quetzalcóatl, el blanco, dios de la vida y la sabiduría, y, por último, pero no menos importante, Huitzilopochtli, el azul, dios de la guerra.

Todo era hermoso, Xipe convivía con mis ambas mitades, hablando de diferentes cosas, Tezcatlipoca decidido a presumir sus habilidades, creando así la tierra, dejando caer gotas de la fuente de vida en dichas tierras volviéndolas fértiles. Pero por supuesto, Quetzalcóatl no quería quedarse detrás, así que utilizo dichas gotas para crear la vida en aquella tierra y agua, aire y cielo– En un chasqueo de dedos, les dio un propósito y la vida comenzó.

Por otro lado, Huitzilopochtli se encontraba aburrido de todo, ser un dios de la guerra no era fácil en ese entonces, solía desesperarse con facilidad, y terminar en fuertes batallas con los otros dioses por dicha frustración. Pero al final, gracias a Xipe, pudo controlar mejor sus arranques de ira, y volverse más estratégico y pacífico.

LAZOSWhere stories live. Discover now