10. ¿Por qué Harry no puede ser feo?

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-¿A qué hora te citó Dumbledore? -preguntó Annie.

-A las ocho -respondió Harry.

Ese sábado habían subido a la habitación de Harry. El azabache estaba cansado de que Hermione estuviese reprochándole acerca del libro cada que lo veía, por lo que Annie pensó que lo mejor sería subir a descansar un rato.

Estaban en la cama de Harry, acurrucados mientras aprovechaban que no había nadie en el dormitorio. Desde que llegaron a Hogwarts, no habían tenido tiempo a solas, por lo que pensaron que era una buena idea.

-Extrañaba esto -murmuró Harry.

-Yo también.

Harry acariciaba la espalda de Annie lentamente, trazando círculos.

-¿Has visto a Issa? -preguntó ella.

-Sí, ayer. Dijo que le encantaba la clase con Hagrid y también Runas -respondió.

Se quedaron otro momento en silencio mientras Harry seguía trazando los círculos, relajando a Annie. Lentamente, comenzó a colar su mano por dentro de la blusa de la castaña, quien dio un respingo.

-¿Qué sucede? -preguntó Harry preocupado por haberla incomodado.

-El anillo está frío -dijo Annie divertida. Harry rió- pero no te detengas.

El azabache sonriendo continuó con lo que estaba haciendo anteriormente. Los dedos de Harry en la espalda de Annie se sentían tan tranquilizadores y a la vez quemaban.

Annie comenzaba a sentir sus ojos más pesados. Se acurrucó aún más en el costado de Harry, colocando su cabeza en el cuello del pelinegro.

-Hueles bonito -murmuró adormilada- así como mi amortentia.

Harry la miró. Tenía los ojos cerrados. Sus largas y en ese momento rizadas pestañas los cubrían, su nariz y sus pequeñas pecas, sus elegantes cejas y sus labios sin ningún brillo, pero que los amaba por lo suaves que eran.

Besó su frente con ternura, demorándose un poco más de lo normal. Eran esos momentos junto a Annie, en donde se olvidaba de todo, que lo hacían sentir agusto y reconfortado. Colocó su barbilla sobre su cabeza, cerrando los ojos.

No supo cuánto tiempo pasó, pero se despertó por alguien que lo sacudía.

-Harry.. despierta.. Hermione me mandó a buscarte, llegarás tarde con Dumbledore -susurró Ron para no despertar a Annie.

El azabache asintió algo adormilado. Parpadeando lentamente, se separó de Annie con cuidado de no despertarla. La chica se removio un poco, pero no despertó. Se estiró y bostezó, tallándose los ojos. Tomó una cobija y arropó a Annie con ella.

-Buena suerte, amigo -dijo Ron al ver a Harry salir de la habitación. El pelirrojo suspiró y observó a Annie. Ha visto aquella escena innumerables veces. Harry y Annie acurrucados en la cama del primero o, Annie dormida en la cama del azabache cuando éste tenía que salir. Veía como Harry la arropaba, como la veía con adoración, como si fuera lo mejor del mundo. Él, muy en el fondo, deseaba tener a alguien a quien mirar así, como si fuera lo más hermoso que haya visto. Creyó haber encontrado a alguien hace algunos años, pero había terminado arruinándolo, como siempre.

(...)

Como Hermione pronosticara, las horas libres de los alumnos de sexto no eran los períodos de dicha y tranquilidad con que soñaba Ron, sino ratos para intentar ponerse al día de la ingente cantidad de deberes que les mandaban. Los chicos estudiaban como si tuvieran exámenes todos los días, y por si fuera poco las clases exigían más
concentración que nunca. Se pedía a los alumnos que realizaran hechizos no verbales, no sólo en Defensa Contra las Artes Oscuras, sino también en Encantamientos y Transformaciones.

Annie y el Misterio del PríncipeNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ