20. La deducción de Harry

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Estaban sentados delante del fuego en la sala común, donde aún quedaban unos pocos compañeros de sexto que pronto se irían a dormir. Un rato antes, al volver de cenar, hubo cierto alboroto porque en el tablón de anuncios habían puesto un letrero con la fecha del examen de Aparición. Los alumnos que el 21 de abril -fecha del primer examen- tuviesen diecisiete años podrían apuntarse a sesiones de prácticas complementarias. Se realizarían en Hogsmeade rodeadas de estrictas medidas de seguridad.

Annie estaba orgullosa de ella mismo por haberse aparecido 3 veces dentro de su aro, pero tendría que tomar su examen después de aquella fecha.

-En serio, Harry, ese estúpido príncipe no te ayudará en esta misión -insistió Hermione-. Sólo hay una manera de obligar a alguien a hacer lo que uno quiera: la maldición imperius, pero es ilegal...

-Sí, ya lo sé, gracias -dijo Harry sin desviar la mirada del libro-. Por eso busco algo diferente. Dumbledore me advirtió que el Veritaserum no serviría, pero quizá encuentre otra cosa: alguna poción o algún hechizo...

-No estás enfocando bien este asunto -se obstinó su amiga-. Dumbledore afirma que eres el único que puede sonsacarle ese recuerdo. Eso da a entender que tú puedes convencerlo con algo que no está al alcance de nadie más. No se trata de hacerle beber una poción; eso podría hacerlo cualquiera...

-¿«Velijerante» va con uve? -dijo Ron, sacudiendo la pluma entre los dedos y sin desviar la vista de su hoja de pergamino-. Creía que iba con be.

-Va con be y ge -corrigió Annie echando un vistazo a la redacción-. Y «augurio» se escribe sin hache. ¿Qué pluma estás utilizando?

-Una de las de Fred y George con corrector ortográfico incorporado. Pero me parece que el encantamiento está perdiendo su efecto.

-O hacen todo lo contrario -murmuró Annie leyendo la redacción.

-Ya lo creo -dijo Hermione, y le señaló el título de la redacción-, porque nos preguntaban cómo nos enfrentaríamos a un dementor, no a un dugbog, y que yo sepa tampoco te llamas Roonil Wazlib, a menos que te hayas cambiado el nombre.

-¡Mierda, no! -exclamó Ron contemplando horrorizado la hoja-. ¡No me digas que tengo que volver a escribirlo todo!

-No te preocupes, se puede arreglar -dijo ella; tomó la redacción y sacó su varita mágica.

-Te adoro, Hermione -murmuró él, y se recostó en la butaca frotándose los ojos, cansado.

Hermione se limpió el polvo imaginario de sus hombros y se miró las uñas, haciendo reír a Annie y Harry.

-Que Lavender no te oiga decir eso.

-No me oirá -masculló Ron-. O quizá sí... y entonces me dejará.

-Si lo que quieres es terminar esa relación, ¿por qué no la dejas tú a ella? -preguntó Harry.

-Nunca has dejado a nadie, ¿no? -repuso su amigo

Annie levantó una ceja. Ron carraspeó y Harry apretó los labios, divertido.

Unos veinte minutos más tarde, la chica le entregó la redacción.

-Aquí tienes -le dijo.

-Muchas gracias. ¿Me prestas tu pluma para escribir las conclusiones?

Annie se recostó en el costado de Harry y junto a él leyó el libro del príncipe. No supieron cuánto tiempo pasó que se habían quedado los cuatro solos en la sala común. Annie se había quedado dormida en su hombro y él se disponía a hacer lo mismo..

¡Crac!

Hermione soltó un gritito, Ron manchó de tinta la redacción, Annie gritó y Harry exclamó:

Annie y el Misterio del PríncipeWhere stories live. Discover now