Años pasaron tras la separación de los padres de Brooklyn Bedling, sin embargo esta seguía reprimiendo las ganas de matar a su padre por el hecho de como terminaron las cosas; y más ahora, que ella estaba destinada a volver con ese cincuentón que ha...
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Solté una gran bocanada de aire.
Había sido un golpe bajo que me tomó por sorpresa. Sobretodo porque yo estaba jugando.
Me había arrebatado las palabras de la boca.
Usa sensación de desasosiego invadía mi estómago y el pánico comenzó a afectar el ritmo de mis latidos.
Cole llegaba a ser muy hiriente. Dañino. Lo cuál aún no comprendía porqué. No era con ninguna persona que había conocido hasta ahora, la misma que conmigo. Incluso a mi madre después de "abandonarlo" también la trató bien.
Y un comentario de mierda, en una persona con baja autoestima como yo, podía iniciar un fuego muy difícil de apagar. Años tratando de lidiar con ella, ejercitando y haciendo el esfuerzo para mejorarla. Para que después de todo, una palabra bastara para volver a desequilibrarte.
Porque ese era el problema. Cuesta mucho recuperar el autoestima cuando este no está o es casi inexistente. Un paso bien podía ser arruinado por veinte pasos mal. Eso había logrado Cole, un desencaje dentro de mi ser que me ocasionó dolor y un lío emocional.
Di un último suspiro antes de subir al asiento de copiloto sin dar ninguna explicación. Sin despedirme de los chicos siquiera, que se encontraban frente al auto.
Sentada, observando el exterior de la ventanilla —la cual estaba baja—sobre la que apoyé mi antebrazo.
Pude notar como un quejido brotaba de la garganta de Cole mientras tiraba su cabeza para atrás.
—De todas formas ya nos íbamos.—Dijo tajante.
Me importaba poco y nada haber roto su salida con amigos. De hecho llegué a disfrutar su malhumor a causa de mi reacción.
Arrancó el motor del vehículo, pero antes, abrió una lata de cerveza.
Wingston y Simon se hicieron a un lado para que el coche pudiera pasar. Fue cuestión de segundos en los que ya estábamos lejos de ellos y de todo el estacionamiento.
De repente una notificación en mi móvil me hizo sobresaltar y dejar de estar recostada sobre la ventanilla.
Tenía dos mensajes de Olive, mi más cercana amiga en la otra ciudad.
En el primero decía "¡Tienes que ver esto!".
Y en el segundo, se adjuntaba una imagen que al cargarla supe quién era.
Keegan se estaba besando con una chica de las que, en nuestras peleas como pareja, siempre mencionaba como su amiga.
