Capítulo 6

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Llegamos a la fiesta

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Llegamos a la fiesta.

Era una casa grande. Wingston no se equivocaba.

Siquiera entramos a esta y la música ya se estaba oyendo retumbar.
Los jóvenes estaban por todos lados, algunos ingresando a la casa, otros tendidos en el césped con los vasos rojos en la mano.

Salimos del automóvil como si los asientos echaran fuego y temiéramos quemarnos. Lia no comprendía nada del porqué ambos parecíamos estar tan cabreados.

Acomodé mi corto vestido y me dirigí directo a la isla de la cocina donde yacían todas las bebidas.
Preparé mi trago con más alcohol de lo normal y lo ingerí velozmente para que hiciera efecto inmediato en mi sistema.

Necesitaba algo fuerte después de lo ocurrido antes de salir de casa.

—¿Estás bien?—La castaña conductora del Volvo se me acercó extrañada.—Pude notar cierta mala vibra en el coche.

Rodé los ojos.

—Tuve mi primer roce con Cole. No es nada.—Admití, aunque por dentro estuviera aguantando las ganas de salir llorando y lanzarme a mi cama para reflexionar.

—Dale tiempo.

Fue lo último que dijo, antes de desaparecer entre la multitud.

Todos estaban repartidos por todos lados.
Decidí mezclarme con las personas que estaban bailando en medio del patio trasero, y me uní a ellos.

Si bien no lograba embriagarme del todo, luego de un par de tragos de un litro el líquido comenzaba a hacer efecto.
Las imágenes y ciertas secuencias se ponían en parte borrosas, aún así seguía consciente y tenía noción del tiempo.

Tanto, que ninguna estupidez se me ocurrió hacer al ir al baño y cruzarme con Dina y Simon besándose en el pasillo, o al toparme con Cole hablando con su novia y no haberle arrojado el vaso sobre la cara.

Al cabo de unas horas el grupo de los mismos de siempre logramos reunirnos en una parte del jardín.

Por supuesto, mi hermano y yo a duras penas intercambiábamos miradas, y cuando lo hacíamos por accidente la cara de ambos reflejaba lo mucho que queríamos aplastar al otro.
El resto, simplemente reía de las divertidas charlas que surgían en el momento y a la única que pude notar incómoda—aunque estuviera sonriendo todo el tiempo—era la novia del pecoso.
La rusa quedaba fuera de lugar en la ronda que habíamos formado. Como si sobrara.
Ninguno de nosotros, incluyendo a Cole, era como ella y su grupo de amigas con las que paseaba en la escuela.
Para colmo no había ni una gota de alcohol en su sangre. Y comprendía muy bien que estar sobrio, en una fiesta, además de juntarse con gente fuera de sí, no era algo satisfactorio.

𝐁𝐑𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑 ✔Where stories live. Discover now