Capítulo 20

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¿Qué era más deprimente que un sábado por la noche sin hacer nada?

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¿Qué era más deprimente que un sábado por la noche sin hacer nada?

Un sábado por la noche con lluvia, sin la compañía de nadie, y con mala conexión a internet.

Una tormenta se estaba gestando afuera de casa.
Mis amigos no respondían los mensajes porque por supuesto, no les llegaban, y Grant no podía venir a pasar la noche conmigo porque sus padres lo habían dejado solo y era su responsabilidad cuidar de su hermano pequeño.

Podría haber ido a su casa a pasar aunque sea cinco minutos con él, pero el horrible clima y el hecho de tener que moverme, me daban demasiada pereza y no estaba de humor para hacerlo.

Cerré el libro que había comprado días atrás. Y me agarró una depresión terrible al caer en cuenta de que ya iba por la mitad. No porque iba a acabarlo, no. Sino porque me demostraba el tiempo libre que tenía y lo mucho que lo malgastaba.

Me removí en el sofá al escuchar cómo la lluvia chocaba contra las ventanas de la casa y el viento las movía agresivamente.

Hacía lo posible para evitar sentirme aterrada.

Uno de mis mayores —y estúpidos— miedos eran las fuertes tormentas. Ni hablar de los relámpagos y truenos.

No fue desde siempre, no.
Éste se dio a conocer cuando tuve la desgracia de presenciar un huracán en unas vacaciones por mi cumpleaños número trece con Tom y mi madre.
Habíamos viajado a Cancún. Pero en la peor fecha.
Nos preguntábamos porqué los boletos salían tan baratos. Cuando nos quedamos varados en el hotel a causa del clima supimos la razón: era temporada de ciclones tropicales.

Aumenté el volumen de la televisión. No la estaba mirando realmente, simplemente buscaba tener un ruido de fondo.

El sonido de unas llaves chocar entre sí me pusieron los pelos de punta.
Encendí mi botón de alerta y todos mis sentidos para prestarle suma atención a cada cosa que pasaba en la sala.

La figura empapada de Cole se hizo visible en la misma.

Chorreaba agua de arriba a abajo. Las hebras de su cabello caían espesas y mojadas pegándose a su frente en el mismo estado. Su ropa se adhería a su piel. Algunas gotas de lluvia reposaban aún sobre sus mejillas pálidas y sus facciones permanecían duras a causa de la combinación del agua con las bajas temperaturas de la noche.

Relajé mi postura por completo cuando vi que no se trataba de un asesino o un ladrón.

Es más, tuve que reprimir una malvada sonrisa al verlo enfadado y como si se hubiera dado un baño vestido.

𝐁𝐑𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑 ✔Where stories live. Discover now