11º

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Por primera vez, en un tiempo indeterminado, todo estaba bien. Liam sentía que la amenaza no se encontraba preparando un ataque, Scott había decidido establecerse tan sólo unas semanas más junto a su madre y acompañar la situación pisando las líneas correctas, Stiles apoyaba ciegamente la decisión del alfa presente en el pueblo y no tenía planeado objetar ante nada.

En cambio, Theo, luchaba interminablemente con una sensación de desconcierto impresionante para el bienestar de todos a su alrededor. Sentía cierta impotencia recorriendo sus venas, tal vez si hubiese desaparecido a los cazadores dispuestos a tomar Beacon Hills y a sus sobrenaturales, no estaría conviviendo con ello.

El mal presentimiento arrollaba sus sueños y desprendía las gotas de sudor por su frente, buscando como maniobrar sus gestos y no demostrar su incomodidad ante la templada e hipoteca situación que todos estaban viviendo. No quería aceptar que la manada estaba bajando la guardia, Liam, no podía viajar hasta aquellos vividos ojos celestes y no pensar en lo que podría pasar.

Estar en el infierno lo había endurecido, había sacado su parte más sádica a la hora de dudar de determinadas circunstancias. La tierra, Beacon Hills precisamente, había logrado sacar su armadura impidiéndole defenderse por completo, hasta el punto de rogar. Necesitaba volver a tener fortaleza y no depender de alguien para sostener doscientos kilos sobre su espalda. Se endurecería, se forjaría como se forja una filosa espada bajo un ardiente fuego independiente.

No tenía clara sus palabras, sino sus acciones.

Deseaba transmitirle a Liam sus pensamientos y sentimientos, demostrarle que realmente su vida giraba bajo esos indiscutibles ojos celestes, sin dañarlo. Corría peligro, todos lo hacían. Él principalmente, como premio victorioso, los cazadores buscaban su cabeza sin entender el por qué.

¿Cómo evitaba el dolor? Entregarse, prometiendo ser el último sobrenatural arrancado con furia de Beacon Hills y de toda luz que pudiera seguir existiendo, era una opción. Pero, dolería, ¿físicamente? Dolería como el demonio, lo tenía presente, lamentablemente su tortura era lo ultimo que le imploraba no hacerlo. Liam, solo observando la esculpida figura de Liam podía sentir el peso de morir dos veces: moriría consecuencia de la técnica que eligieran los enemigos, como también moriría lentamente del intenso e insoportable dolor de perderlo, de no poder observarlo más.

También pesaba el miedo, miedo de que su muerte fuese en vano, la traición arraigara en Beacon Hills, miedo de volver al hoyo descuidado de donde fue rescatado por Liam, aunque él no pensara lo mismo.

—¿Que sucede contigo?— preguntó el anteriormente nombrado, alarmando su mirada.

—¿Por qué siempre debe ocurrir algo?— acotó, despidiendo sus pensamientos. Su voz reflejaba cansancio, adormecimiento y alteración leve. No quiso ser descortés, mucho menos con Liam, pero estaba hasta la médula que algo malo pudiera ocurrir cuando todo parecía mejorar. —Lo siento, Liam.—

—¿Entonces, si ocurre algo?— devolvió la pregunta, pasando, extrañamente, por algo la disculpa ajena.

—No, descuida.— contestó, abriendo sus labios dejando entrever sus dientes pulcros. —Debo irme, lo siento.— decretó, arrojando la pesada mochila sobre su espalda, sin arrepentimiento.

—¿Estás bien, al menos?— murmuró, Liam, borrando todo rastro visible de una sonrisa.

No quería verlo, sentir esa luz irradiando de su persona y fingir no estar controlando una marea alta impresionante con olas sentimentales imposibles de manejar. Le costaba mentirle, esas traicioneras expresiones no se lo permitían.

«¿Estás bien, al menos?»

¿Había sido la causa de la incomodidad ajena? Esa mirada fría, despreocupada, pero contenía una invisible combinación de preocupación extrema. Unos ojos azules complicados de descifrar, aún para Liam, quien conocía las tonalidades de colores existentes en ellos como la palma de su mano.
Liam, quiso levantar su mano, detenerlo enfrentando su mano con la fuerza del brazo ajeno y pedirle una detallada explicación, pero forzarlo era lo ultimo que deseaba.

Después de todo, era Theo. Un ser completamente misterioso e incomprendido cuando deseaba mostrarle ese rostro a las personas de su alrededor, reservado con respecto a sus dolores. Excepto con él.
Por primera vez en mucho tiempo, Liam comenzaba a sentir que algo no andaba bien dentro de Theo, después de todo, ¿que razón habría para ocultarle lo que sentía?

Siguió con sus ojos, iluminados por el sol mañanero, el camino que Theo había recorrido. El campo de lacrosse, ¿que iba a hacer allá? Fue la primer pregunta que llegó a su cabeza, despistando a las demás.

—Deberías dejarlo tranquilo.— comentó, una voz despreocupada a su lado. Había sentido sus pasos, la forma de masticar la dura y crujiente manzana, pero deseaba anular esa presencia.

—¿Que quieres decir?— preguntó, interesado en la arrogante confianza que destilaba Hayden.

—Liam, hablamos de Theo.— agregó. —Es como un llanero solitario en un pueblo donde necesitas de las personas a tu alrededor, presionando para que se exprese no lograrás nada.—

—¿Que sugieres que haga? ¿Dejarlo hundirse en sus pensamientos?— replicó, sonriendo con superioridad y sarcasmo.

—Solo que le des espacio, aparenta no necesitarte, ¿por qué no le demuestras exactamente lo mismo?—

—Cuando tú aparentabas eso, decidí seguir a tu lado, a pesar de todo.— comentó, recordándole. —No haré algo diferente con él.— finalizó, alzando su bandeja con restos sobrantes.

Broken || Thiam Where stories live. Discover now