Un Lugar Mágico

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VICTORIA BROWN


El miedo siempre tendrá una definición diferente en el diccionario de cada persona y sus variantes pueden ser infinitas. Hay quienes le temen a estar solos y a quienes les aterran los lugares con demasiada gente. Miedo a hablar en público o a decir algo que no genere ninguna importancia para alguien. Miedo a ser ignorados o sentirnos insignificantes. Hay quienes le temen a no ser correspondidos y a quienes les da pánico no dar la talla. Existimos los que le tememos a despertar una mañana y darnos cuenta que nuestra vida se fue al carajo por tener tantos miedos en la puerta, que no nos dejaron salir a comernos el mundo como queríamos. También está el miedo a lo desconocido, a eso que no entendemos, a lo que no queremos sentir, como el miedo a enamorarnos, porque si enamorarse de por sí está jodido, imagínense enamorarse de quien no debes hacerlo. Y justo en ese punto, te encuentras en la encrucijada de si aceptas caminar con ellos o aprendes a vencerlos y a disfrutar de esa sensación de libertad a la que te lleva, vivir sin miedos.


Hablar con Nico no estaba mejorando mi noche, no me caía mal, pero realmente no tenía ningún interés en él. Era apuesto y pude observar que todas las chicas morían por llamar su atención, pero simplemente, a mí no me interesaba. Me pidió que apuntara mi número de teléfono en su celular, algo sobre no querer perderme de vista otra vez, es lo que recuerdo que usó para conseguirlo. Lo hice para salir del paso y luego le dije que debía ir al baño.
No dejaba de pensar en lo que había pasado con Emily y en ella yéndose con Santiago después de que nosotras... bueno, realmente no sé qué esperaba que pasara. Era su novio y en ese momento solo estaba ebria.


Salí hasta donde tenía estacionada mi moto. Necesitaba un cigarrillo.


Antes de que pudiera encenderlo, vi salir a una chica a toda prisa por la puerta principal. Corría como si estuviera huyendo de alguien. No lograba distinguir bien, hasta que pasó por uno de los faros y pude ver su cara, era Emily ¿Adónde iba sola y a altas horas de la noche?
Una parte de mí, me decía que la siguiera y me asegurara de que estuviera bien y la otra, me gritaba que parecía una psicópata obsesiva. Que por qué tenía que importarme, si ella no era mi problema. Como sabrán, hice caso omiso a esa última. Actué por impulso, siguiendo mi intuición. Me subí a mi moto y fui tras ella.


He cometido muchos errores y tomado muy malas decisiones, pero asistir a esa fiesta y seguir a Emily esa noche, fue mi reivindicación. Sin duda, lo más acertado que hice.


Después de recorrer varios kilómetros lejos del incidente con el desagradable hombre en la oscuridad, paramos en una estación de servicio que quedaba en la vía. Le pedí que me esperara y regresé con una botella de agua y unas gomitas de panditas rojas.


―Dicen que el azúcar es buena para calmar los nervios y bueno, también son mis favoritas ―le dije, y ella sonrió como forma de agradecimiento.


―Ahora si me vas a decir ¿qué hacías caminando sola por ahí? ¿No pensarás que vives en el maravilloso mundo de Alicia o sí? ―pregunté, tratando de entender que la había hecho salir así de la fiesta, sin medir el peligro que representaba.


―Bueno, al parecer soy tan tonta como Alicia ―respondió.


―No me vayas a decir que hablas con gatos, ves reinas que te quieren cortar la cabeza y tomas bebidas misteriosas que te hacen encoger hasta medir veinticinco centímetros ―fue lo único que se me ocurrió para hacer que se relajara después del susto que pasó.
―¡Que graciosa! ―dijo, con una mueca de burla.

El espacio entre tú y yo -Katherine H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora