Ella lo amaba a él

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VICTORIA BROWN

Sentía una molestia que no tenía ningún sentido para mí ¿Por qué me había afectado tanto lo que le había dicho a Tommy? Muchas preguntas invadían mi cabeza y yo necesitaba responderlas o que dejaran de atormentarme. Ya no quería pensar en ella ni en todo lo que había pasado. Lo hablamos y acordamos que había sido un error, pero no sé por qué no dejaba de molestarme. Me quedé dormida entre tantos pensamiento y cuando desperté, me dirigí a buscarlos. No sabía con exactitud, qué excusa daría para justificar mi desplante. Me sentía avergonzada.

Para mi sorpresa, solo estaba Tommy. Se había quedado dormido en el sofá, mientras veía en National Goegraphic uno de esos programas que decía que lo hacían más culto e interesante.

―¿Así piensas contribuir al mundo, parasito? ―dije, sujetando sus pies y arrojándolos al piso abriéndome espacio para sentarme, tomar el control remoto y hacer zapping.

―Las mentes brillantes, necesitan descansar ―respondió en un bostezo.

―Deberías estar más preocupado entonces, porque duermes mucho para el poco cerebro que tienes.

Tommy, era el hermano que nunca tuve. Lo conocía desde los cuatro años. Susana, su madre, era mi nana y lo más parecido a una madre que tuve. Ella era cariñosa, dulce, divertida y me hacía sentir su amor en cada detalle. En su forma de peinar mi cabello. En su esmero al preparar mis comidas favoritas, como cuando le quitaba el borde al pan porque sabía que no me gustaba. O cuando le sacaba las semillas a las uvas y mandarinas, para que yo las pudiera comer. Me decía que amaba a su hijo con su vida, pero que siempre había soñado tener una hija, y yo, había ocupado ese lugar. Murió cuando Tommy tenía trece y yo nueve. Después de su muerte, papá le abrió las puertas de la casa como si fuera un hijo más; y él y yo, nos hicimos muy unidos. Casi inseparables. Iba a todas partes con nosotros y cuando mi padre murió, me dijo que él me cuidaría ahora. No mintió, lo ha hecho como macho alfa desde entonces. Tommy es la persona que mejor me conoce y es el único en quien confío.

―¿Vas a seguir calificando mi intelecto o me vas a preguntar por tu amiga de una vez por todas? ―expresó, colocando un cojín en mis piernas para posar su cabeza. La sonrisa que tenía en su cara, me fastidiaba―. Ella me pidió el celular y llamó a un tal Jorge, para que viniera a buscarla. Insistí en llevarla a su casa, tratando de ser un caballero como me enseñaste, pero se negó y prefirió que su novio viniera a rescatarla ―Se encogió de hombros.

―Jorge no es su novio, es su chofer y amigo. Santiago es su novio ―Eso último, me pesó más de lo que esperaba.

―¿Me vas a contar qué sucede con esa chica "Emy", o le quieres dar más suspenso?

―¿Emy? ¿A ese nivel de confianza llegaron en solo este rato? Además, no sé de qué estás hablando. No pasa nada con EMILY (hice énfasis en su nombre). Apenas la conozco. La traje porque la traté mal y quería disculparme con ella. Eso es todo. No hay ningún misterio. Deja de ser tan novelero.

Una mentira puede salvarte de enfrentar una realidad, cuando lo que cuesta es asumirla, porque para eso, se necesita valentía. Le tuve que mentir, porque yo no la tenía. Porque no sabía que hay verdades dentro de ti, que no saben siquiera que existen. No podía hablar de algo que ni yo entendía todavía.

―¡Claro, perdóname! No sé por qué pensé, que el berrinche que presencié hace unas horas, se podía deber a algo. ¡Qué estúpido soy! ―Nunca me había molestado el hecho de que me conociera y nos pareciéramos tanto, incluso en esa fastidiosa forma de hablar con ironías y sarcasmos siempre.

El espacio entre tú y yo -Katherine H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora