¿Quién es Victoria Brown?

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EMILY WILSON

El lugar era increíble y la noche nos presentaba su mejor escenario. El cielo estaba poblado de millones de estrellas, gobernadas por una luna en su cuarto menguante. Victoria me contó que era su luna favorita y que cuando estaba pequeña, su papá le decía que cuando la luna estaba así, era porque le estaba sonriendo, y que por educación, debíamos sonreírle también. Si nos hubiesen visto, parecíamos dos tontas sonriéndole a la luna. El mar nos regalaba kilómetros de infinita calma. A nuestra derecha un pequeño camino de rocas sostenía un faro con un breve y débil relampagueo, que se repetía hasta ser cada vez más intensa la luz. La arena era delgada, como esas que colocan en los relojes de arena. Mis ojos no podían creer lo que estaban viendo, era el paraíso, pero ver el agua del mar brillar con el movimiento, superó mi capacidad de sorpresa. Victoria me dijo que ese efecto era conocido popularmente como "El mar de estrellas", pero su nombre científico era Bioluminiscencia. No entendí muy bien su clase de bioquímica en la que me explicó por qué sucedía ese fenómeno, pero hay cosas que no se pueden explicar con simples palabras y otras que simplemente no necesitan explicación.

Al hablar de su papá la tristeza quiso invadirla, pero asumo que cumplía la regla que me había mencionado al llegar y no lo permitió. Yo tampoco indagué. No le tenía confianza para hacerlo, pero saber que era un tema que todavía le dolía, fue suficiente para dejarlo atrás y seguir con nuestro recorrido.

Miró su celular y empezó a correr, gritándome que me apurara. Mis pasos eran más lentos esa vez, así que se regresó y me tomó de la mano para llevarme a la misma velocidad que ella. Preguntando sarcásticamente ¿ahora quién es la perezosa? No sabía qué pasaba o por qué parecía que llegábamos tarde a algún lugar si no íbamos a ninguna parte.

―Ten cuidado aquí y coloca tus pies por donde yo vaya quitando el mío ―me explicó, mientras seleccionaba con cautela las rocas que pisaría hasta llegar al faro. Sujetaba fuerte mi mano, para evitar que me cayera si llegaba a tropezar o resbalar.

―¿Éstas lista? ―dijo, una vez llegamos a la punta del pequeño acantilado, y procedimos a subir las escaleras de hierro que nos llevarían a lo alto del faro.

―¿Qué hacemos acá arriba? ―pregunté. Estábamos demasiado alto y no lo estaba disfrutando―. Este faro se ve bastante viejo. Puede derrumbarse en cualquier momento y la caída sería mortal ―sentencié, con vértigo y atisbo de nerviosismo.

Victoria soltó una carcajada y no sé qué le hizo pensar que su siguiente hazaña sería graciosa, pero se subió en las barandillas y pasó su cuerpo al otro lado, dejándolo en el aire y sujetándose solo con una mano. Sentí que el corazón se me saldría por la boca y salí corriendo para sujetarla.

―Prometiste no tener miedos, Emily. Así que empieza a cumplir tus promesas.

―¡Estas demente! Quiero que subas y dejes de hacer estupideces, por favor, es peligroso. Puedes lastimarte ¿no lo ves? ―dije, y realmente estaba asustada.

―Ayer querías matarme y hoy te preocupas por mí, ¿qué debo esperar mañana, Wilson? ―preguntó, y la sonrisa en su cara logró intimidarme.

―Ya deja de hacer tonterías, por favor, estoy hablando en serio. Eres una infantil ―sentencié, con seriedad, intentado evitar que notara mis nervios y ella volvió a subir hasta estar del lado seguro.

Victoria parecía del tipo de persona que no le asustaba nada. Era intrépida y decidida. Le gustaba vivir experiencias que le permitieran sentirse viva. Que la llevaran a superar sus límites, incluso, cuando ella misma lo fuera.

―Eres una amargada, pero tienes razón, desde aquí la vista es mejor ―Se paró a mi lado señalándome hacía adelante, con un ligero movimiento de cabeza.

El espacio entre tú y yo -Katherine H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora