Más que un deseo carnal

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VICTORIA BROWN

Emily apenas podía mantenerse de pie. Entramos a su casa y por suerte no había nadie despierto. No sabía cuál era su habitación y a ella le costaba indicarme el camino. Tenía que adivinar y rogar que la puerta que abriera, no fuera la equivocada. Me dirigí a la primera que vi, cuando de pronto la escuché decir: "Shh, Shh, ahí duermen mis papás. No queremos despertarlos ¿o sí?". Me haló llevándome por fin a la que supuse era la suya.

Al entrar a su habitación, pensé que encontraría paredes rosas y peluches por doquier, ¿saben? Lo típico de niñas como ella... pero al contrario, su estilo era vintage, tenía una pared repleta de libros y un cuadro de cabecera con la frase "Dont'n dream your life, live your dream".

―¡Ya sé qué quiero! ―Se soltó de mi agarre y caminó con dificultad sujetándose de lo que la rodeaba, hasta llegar al reproductor―. ¡Quiero seguir bailando!

―¡Estás loca Wilson! Ni siquiera puedes estar de pie, mucho menos vas a poder bailar ―respondí riendo, para luego entender que no debí decir eso.

Emily tomó mi comentario como un desafío. Le dio play a la música y empezó a sonar ‹‹Rihanna - Love On The Brain›› cerró los ojos para dejarse llevar por el ritmo y caminó en mi dirección.

―A los que estamos despiertos, la vida nos está gritando que la vivamos ¿recuerdas? ―musitó, mientras bailaba frente a mí y mirándome de una forma que juro, debía estar prohibida.

Era la música, ella, o tal vez la unión de ambas, lo que hacía que por mi cuerpo recorriera una extraña electricidad. Se acercó más a mí y parecía que el alcohol sacaba otra versión de ella. Una más desinhibida. No había ni una pizca de timidez a la vista. Y yo estaba paralizada. Cada vez que sus manos rozaban mi cuerpo invitándome a moverme. Cada vez que se acercaba a mi oído para preguntarme por qué estaba tan tiesa, o sonreírme de esa forma que la hacía irresistible, mientras movía sus caderas de un lado a otro sensualmente, como si formara parte del viento. Tenía el cosmo en los ojos y parecía que la música hubiese nacido para verla bailar... Emily era el reflejo perfecto de todo lo que estaba bien, y los que dicen que la perfección no existe, es porque no la han visto a ella. Yo estaba conociendo otra de sus facetas y cada segundo que pasaba, me iba haciendo adicta a tenerla cerca.

―Ok. Suficiente por hoy señorita ―dije, recuperando el aire que me faltaba y separándola de mí―: No hay nada mejor que un baño para quitar esa borrachera, y sobre todo, ese olor a ruso que tienes.

Emily refunfuñó. Insistía en que bailara con ella y se quejaba porque no quería bañarse. "aguafiestas y aburrida" fueron una de las tantas cosas que me dijo en su momento de malcriadez. La llevé hasta el baño y debí escuchar cuando me dijo que no quería hacerlo. No sé qué me hizo pensar que era una buena idea insistir, pero me di cuenta de que no cuando ya la tenía frente a mis ojos desnudándose, a regañadientes, pero desnudándose. Iba a irme y antes de salir, vi como todavía le costaba demasiado mantenerse de pie. No quería dejarla sola en ese estado y que llegara a lastimarse, pero tampoco podía tenerla así, tan vulnerable... y sin ropa. Intenté adueñarme de mi autocontrol y regresé para ayudarla. La metí en la regadera y se quejó del agua porque estaba fría.

―¡Oye, me gusta bañarme con el agua muy caliente! ―dijo, en lo que parecía un berrinche de una niña de siete años.

―Deja de llorar como una bebé y báñate, que hueles a borrachito de plaza ―bromeé, intentando no mirar hacia donde no debía.

―Tú también deberías bañarte. Apestas a Nico ―Comenzó a echarme agua en la cara, pero no se veía que estuviera jugando. Sus cejas estaban fruncidas.

El espacio entre tú y yo -Katherine H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora