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Hola! Hola! ღゝ◡╹)ノ♡

Espero que hayan tenido una hermosa semana! 

Solo pasaba a dejar este pequeño capítulo y de paso recordarles que ya comenzamos con la cuenta regresiva, algo que suelo hacer bastante en mis historias cuando ya están por terminar, es para aumentar la tensión(?) ≖‿≖

Espero que disfruten de la lectura tanto como yo disfrute escribiendo! (◠‿◠✿)

Y, comenzamos! 

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—0—

[...Me siento capaz de todo, porque te amo a ti...

No necesito exuberancias ni tampoco más pruebas.

Todo lo que necesito, cariño, es vivir en tu silueta.

Lo imagino, tan suave, y me estremezco...]

...

Ryuunosuke podía sentir con bastante facilidad la curiosa mirada de su Alfa sobre su persona, aquellos hermosos luceros que se iluminaban con tanta facilidad al verlo, llenando su pecho de una sensación tan hermosa como aterradora, tan nueva y a la vez tan necesaria, tan cálida y sobrecogedora que describirlo con palabras exactas sería imposible. A pesar de que el Omega le había prohibido terminantemente al albino acompañarlo a sus prácticas, con justa razón ya que necesitaba concentrarse en esos últimos ensayos antes del gran día, el Alfa pareció saltarse todas y cada una de sus advertencias como si no fueran más que simples bromas, colándose a hurtadillas por los pasillos del resort hasta dar con Ryuunosuke. El azabache maldijo por lo bajo, resistiendo la necesidad de voltear y ver sobre su hombro la silueta de su amado, escondido detrás de la puerta que daba acceso a la habitación, para hacer contacto visual.

—Esto es ridículo. —Masculló con hastío, sujetando con innecesaria fuerza el cuello del delicado shamisen. —¡Si vas a entrar, hazlo de una vez y deja de esconderte detrás de la puerta!

¡Tigre tonto! Pensó el Omega, pero se abstuvo de agregar esas últimas palabras. Atsushi no le respondió, sin embargo, Ryuunosuke pudo escuchar perfectamente la alegre risa amortiguada del Alfa detrás de él, como si estuviera retándolo de alguna forma. ¡Bien! ¡Que haga lo que quiera, voy a ignorarlo! Resolvió dentro de sí el azabache, volviendo a fijar su grisácea mirada sobre las cuerdas del instrumento musical entre sus manos. Con cuidado, tocó un par de notas para comprobar la afinación, pero de nuevo tuvo que detenerse, sintiendo otra vez como su cuerpo temblaba bajo los efectos de la simple mirada del Alfa. No era su culpa, trató de excusarse consigo mismo, después de todo era la primera vez que alguien centraba su completa atención en su persona, una mirada que no denotaba lastima o curiosidad por su aspecto sino todo lo contrario, era una mirada que expresaba la más pura adoración.

Por un instante, algo dentro de él se sintió sumamente alagado. Normalmente, cuando un Alfa se dignaba a mirarlo, sucedían dos cosas; la primera era que expresaban cierta inquisición al verlo y, debido a su aspecto sumamente delgado y de facciones delicadas, solían confundirlo con un maniquí. El hecho de que no expresara más emociones en su rostro y que fuera de pocas, poquísimas palabras, tampoco ayudaba mucho a cambiar la imagen que los demás tenían de él; el segundo escenario era un poco más desalentador y es que, haciendo honor a las palabras de Dazai, solían verlo con cierta compasión, casi rayando en el desagrado. A ojos de cualquier experto, era innegable que su apariencia distaba mucho de ser la de un Omega saludable, alguien que valiera la pena conquistar o un buen prospecto para tener cachorros. No, esas palabras estaban totalmente fuera del vocabulario de Ryuunosuke y, por muy deprimente que sonara, fuera de su alcance también.

MuñecaWhere stories live. Discover now