1. Yo me reiré hasta que pase.

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—¿Mimi? –preguntó la chica morena muy sorprendida.

—¿Ana...? ¡Como te he echado de menos! –dijo la rubia abrazando un poco cortada a la chica, percatándose de la niña pequeña que llevaba en brazos y que la miraba con una sonrisa, traga saliva, ¿sería su hija? Pensó Mimi.

No sería raro, llevaban sin verse demasiado tiempo, era normal que la morena hubiese rehecho su vida, ¿pero tanto?

Para que se entienda esta historia hay que contarla desde el principio.

24 años antes... 2 niñas, una morena y otra rubia, una con los ojos marrones, otra con los ojos verdes, una niña muy tranquila, y otra que no puede parar.

Cuando juntabas a esas dos niñas, ellas explotaban como dinamita, la más calmada podía conseguir tranquilizar a la más revoltosa, y la más revoltosa podía llevar a la locura a la niña tranquila.

Eran tal para cual, salvo en un aspecto, y es que las dos eran chicas, los planes amorosos no entraban en las mentes, cerradas por supuesto, de los que eran sus padres.

Son totalmente distintas, pero.... los polos opuestos se atraen ¿no es así?

—¡¡Miriam Doblas!! –hablaba alto, más bien gritaba como diría Mimi, la señora detrás de su hija pequeña, y la que era como su hermana.

—¡Mamá! No me llames Miriam, sabes que no me gusta, prefiero Mimi. –decía la niña con un puchero, parando de correr por la casa, Ana también paro, ya que iban corriendo de la mano, escapando de algún castigo por alguna trastada que podrían haber hecho dos niñas de 6 años.

Como siempre las dos niñas se libraron del castigo, y es que, en el fondo, a la madre de Mimi le hacían gracia las pequeñas trastadas que liaban las dos niñas, y le encantaba que su casa se llenara de risas, cosa que siempre pasaba cuando venía Ana.

—Mami.... –decía Mimi asomándose a la cocina.

—No –le respondió la madre.

—¡Pero si no sabes que te voy a decir! –decía la niña de seis años levantando los brazos enfadada.

—No, Ana hoy no se puede quedar a dormir –respondió la mujer, su hija la miró bajando despacio los brazos.

—¡Ana! ¡Que mi madre es bruja! ¡Que sabía lo que le iba a decir antes de decírselo! –respondió la pequeña, yéndose de la cocina, seguramente corriendo, hacia su amiga, la mujer rió, la verdad no era muy difícil saber que eso era lo que le iba a preguntar, ya que siempre lo hacía.

Oía las risas de las niñas, jugando a algo, la verdad le encantaba que esas dos estuvieran juntas, llegaban a agotar a alguien, pero que más da, eran felices.

Dejó de oír ruido y risas, y la verdad esa no solía ser una buena señal, ya que solía significar que la iban a liar, se acercó al salón que era donde se suponía que estaban, la verdad le sorprendió verlas atentas a la tele, mirando algún programa de Disney Chanel, Mimi estaba sentada en el suelo con las piernas como un indio y la espalda pegada al sofá, Ana estaba sentada en el sofá, justo detrás de Mimi con las piernas igual, haciéndole trencitas en el pelo a la rubia.

—yo también quiero ser como Hannah Montana, cantante –dijo Mimi. —o ser su bailarina.

—¿y también tendrías dos vidas? –preguntó Ana.

Después de 10 años // warmi Where stories live. Discover now