14. Chocolate caliente.

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El frío de principios de diciembre ya llegaba a la calle, y la rubia de ojos verdes lo sabía, ya que iba bien abrigada, y aún así sentía el frío, andaba rápido entre la gente para llegar cuanto antes a la casa de su novia.

Odiaba el frío, y la gente a montones, dos cosas que tenía la navidad, por eso la navidad no le gustaba. Por eso y porque cuando era pequeña lo único que le gustaba de la navidad era pasar aun más tiempo con su abuela.

Odiaba que la gente, como su familia, tuviese que tener la excusa de una fiesta para verse y apreciarse. Odiaba tener que hacer regalos a la gente, simplemente no le gustaba tener que comprarle algo a alguien por obligación, ella si veía algo que le recordara a alguna persona lo compraba y se lo daba sin tener que ser navidad.

Cuando vio el portal ya empezó a pensar en el calorcito del piso de Ana.

Llamo al timbre y a los pocos segundos le abrieron.

Se miró al espejo del ascensor, tenía la nariz roja y fría, se peinó un poco algunos mechones rubios con las manos, que se habían despeinado con el viento de la calle.

—hola –sonrió en cuanto escucho la voz de su novia, y más aún cuando pensó que Ana era su novia. Salió del ascensor y le dio un beso en los labios que por supuesto Ana correspondió.

Paso al piso de la morena, y en seguida notó el calor.

Se quitó el abrigo, y fue a acariciar al gato de la chica, que estaba en el sofá tumbado y le respondió ronroneando.

Ana se acercó, y se abrazó a la rubia, mientras esta sonreía, se dio la vuelta para poder mirar a Ana y abrazarla ella también.

—pero que cariñosa estás hoy –dijo riendo y dándole un beso en la frente.

Al rato de estar hablando, volvieron a llamar al timbre, las dos chicas sonrieron y Ana fue a abrir la puerta.

—¡hola tita Ana! –dijo la pequeña nada más ver a Ana abrazándose a ella.

—hola amor –le dijo dándole un beso en la mejilla, después le dio otro a su hermano.

—hola –dijo la rubia apareciendo por la puerta.

—¡Mimi! –dijo Marta feliz, bajándose de los brazos de Ana y yendo a abrazar a la rubia, Mimi se acercó a la puerta a saludar a Alfred con la niña ya en brazos.

—hola Alfred –dijo Mimi el chico sonrió, y chocaron la mano, como hacían siempre de pequeños.

—hola –le dijo el chico, poco después Alfred se despidió de su hija, su hermana y Mimi, y se fue al trabajo.

—¿que vamos ha hacer hoy? –preguntó la pequeña de las tres chicas, todavía en brazos de Mimi, Ana y la rubia se miraron sonriendo.

—es sorpresa –dijo Ana, la niña puso un puchero.

—venga vámonos –dijo Mimi dejando a la niña en el suelo para ir a por su abrigo, mientras Ana hacía lo mismo, y Marta iba a acariciar a Mimo.

Ana y Mimi se pusieron sus abrigos, después se lo volvieron a poner a la niña, al igual que la bufanda y los guantes.

—¡que guantes más chulos! –dijo Mimi, poniéndole el guante izquierdo y después el derecho.

—¡son arcoíris! –dijo la niña y es que sus guantes eran de rayas de colores, los del arcoíris concretamente, Ana y Mimi se miraron sonriendo.

—anda vamos –dijo Ana abriendo la puerta, y saliendo por ella, Mimi le cogió la mano a Marta saliendo también, y llamando al ascensor.

Cuando las puertas se abrieron y se metieron en el ascensor Mimi le dio al botón del bajo.

Después de 10 años // warmi Where stories live. Discover now