9. Simplemente ella

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—buenos días reina, ¿has dormido bien? –decía Ana acercándose a la cama, la niña que estaba ahí sentada mirándola asintió y levantó sus brazos para que la sacaran de ahí, y eso hizo Ana dándole besos por la mejilla.

—haber Marta te dejo aquí sentadita con tus juguetes, mientras preparo la merienda vale, luego salimos a dar un paseito –le iba diciendo Ana a la niña mientras la dejaba sentada en la alfombra del salón.

—Mimo, cuídala –dijo Ana riendo y acariciando al gato, dormido en el sofá, se levantó yendo a la cocina.

imo, imo – oía Ana desde la cocina como la niña llamaba al gato, mientras jugaba con algunos juguetes, el gato se despertó saltando del sofá y tumbándose al lado de la niña en el suelo, Marta fue a acariciarlo, mientras el animal ronroneaba.

—Marta, reina a merendar –dijo Ana la niña se levantó del suelo intentando coger al gato en brazos.

—deja a mimo, no ves que esta durmiendo, pobrecito no le despiertes –dijo Ana entrando al salón, la niña puso un puchero, acarició una última vez al gato y le agarró la mano a Ana, para ir andando hasta la cocina.

¿etas? –pregunta la niña cuando Ana la sentó en la silla y pudo ver la comida de la mesa.

—cuando acabes –le dijo Ana acariciando sus ricitos castaños, la pequeña empezó a comer, y Ana no se podía quejar, se lo estaba comiendo todo.

—¿quieres galletas? –le preguntó cuando ya había acabado, la niña asintió sonriendo.

etas –dijo, Ana le dio dos, una para cada mano, mientras miraba a la niña, como se comía las galletas.

—venga, vamos a vestirnos –le dijo Ana a la niña, fueron andando hacia la habitación, y Ana vistió a Marta, la dejó en el salón con Mimo, viendo dibujos, mientras ella se fue a cambiar, cogió todas las cosas de la pequeña y las metió en una mochila.

—venga vámonos –dijo Ana cuando le puso el abrigo a Marta, la niña fue corriendo hacia la alfombra donde estaba tumbado el gato mirándolas, y le dio una especie de abrazo.

aios imo –dijo la niña, y se fue hacia Ana que ya había abierto la puerta, salieron las dos por la puerta del apartamento, y se pusieron a andar por la calle.

El día de Mimi estuvo tranquilo, hoy no tenía que trabajar, así que aprovecho para quedar con Aitana, Nerea y Ricky, cuando estuvo en el internado hizo un vínculo muy fuerte con los chicos, también con Raoul y Agoney, solo que ellos no vivían en su misma ciudad, pero con sus antiguas compañeras de habitación y su mejor amigo si solía quedar muy a menudo.

Mimi cuando cumplió 18 y salió del internado tuvo que volver a casa, estudió psicología, para tener medianamente contentos a sus padres, aunque ellos querían que hiciera derecho, Mimi se negó, en cuanto consiguió trabajo y dinero salió de esa casa de locos. Y ahora vivía con Ricky.

—Aitana te juro que ya estoy llegando –mentira.

—ya os veo... casi, bueno te cuelgo vale, ahora nos vemos –mentira otra vez.

Y es que a Mimi le quedarían todavía unos 20 minutos para llegar. Entró en la estación de metro, rezándole a los dioses en los que no creía, para que el metro en el que se tenía que subir no tardase mucho en llegar, o si no su amiga se enfadaría más con ella.

Iba con prisa, cuando le pareció ver una cara muy conocida.

—¿Mimi? –Preguntó la chica morena muy sorprendida.

Después de 10 años // warmi Where stories live. Discover now