La teoría de los nanodrones

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Valeria iba a explicarle a su amigo su teoría cuando aparecieron Finn y un perro con el desayuno.

– Hola, soy Jake el perro. -dijo el perro, que podía hablar.

– Yo soy Valeria y él es Henry. Queremos ir a Chuchelandia...

– Sí, Finn me lo ha contado todo.- interrumpió Jake.

El desayuno era muy variado. Había café, leche, huevos revueltos, bacon, tostadas... La mesa parecía un bufé libre como los de los hoteles. De pronto, Valeria oyó algo detrás suya. Una especie de ordenador verde parlante se había sentado en un taburete a su lado.

– ¡Ay, qué monada! -Le dijo Valeria. -¿Cómo te llamas?- dijo, para disimular.

– Soy Beemo, y déjame decirte que vosotros también sois una monada.

– Gracias, Beemo.- le contestó Henry.- Yo me llamo Henry y ella es Valeria.

Pasado un rato, en la mesa ya no quedaba nada de comida. Todos estaban llenísimos y listos para salir a la calle. De camino hacia la puerta, Valeria, inconscientemente, se puso a cantar:

– Vámonos pa la calle...

– ...Que la rumba se formo fuera- Siguió Henry.

– ¡Blios, qué voz!- interrumpió Finn.- ¿Sois cantantes profesionales o algo?

– ¡Qué va, Finn!- respondió Valeria.

– Solo somos amantes de la música.- añadió Henry.

– ¿De verdad has pensado que somos cantantes?- Dijo Valeria.

– Sí. En serio, tenéis mucho talento para cantar.

– Bueno, esque algunas son unas artistas con un talentro sobrenatural.- dijo Henry, mirando a Valeria.

– Oye, deja de hablar tan bien de mí, que tú cantas muchísimo mejor que yo, Henry.- le respondió Valeria, que se había puesto colorada.

– Sois los dos, los dos cantáis de fábula.- les dijo Finn.

Henry y Valeria pasaron el resto del camino sin decir ni una palabra. Los dos caminaban mirando al suelo, pensativos, pensando en lo que les había dicho Finn, en cómo saldrían de allí, de lo que estarían pensando sus padres y amigos desde su tierra...

Un rato después, los tres jóvenes y el perro llegaron a la entrada de Chuchelandia. Valeria inspiró profundamente y percibió el dulce aroma de los dulces. Las calles eran de turrón, las casas estaban hechas de chocolate, el río era de cola, los árboles de menta y sus frutos eran dónuts y magdalenas, la hierba era gelatina, e incluso la gente era de chuche. Los cuatro recorrieron las calles, los recién llegados mirando a su alrededor toda la ciudad con detalle, los otros dos viendo cómo se acercaban al castillo de chuchelandia. Ya en la puerta del castillo, habían dos plátanos gigantes vigilando la entrada. Finn les dijo que querían ir a ver a Chicle, y el guardia le pidió que les siguiera. Nada más entrar, Henry y Valeria vieron lo enorme que era el pasillo. El guardia abrió una puerta que daba lugar a un gran laboratorio, donde había alguien dentro.

– Princesa Chicle, Finn y Jake han solicitado verte.- dijo el guardia.

– Que pasen. -Respondió la persona que había dentro.

La princesa Chicle dirigió su vista hacia los dos héroes, y después se percató de que había dos personas más, humanas.

Valeria se fijó en que la princesa chicle, como su nombre indicaba, estaba hecha de chicle. Luego miró lo que estaba haciendo. Encima de la mesa había una especie de microscopio extraño. Henry, mientras tanto, echó un vistazo rápido al laboratorio. Él nunca había visto uno por dentro, y menos lleno de productos químicos de colores, máquinas raras, hojas con investigaciones...

– ¡Oh, a vosotros no os he visto nunca!- dijo la princesa.- ¿Cómo os llamáis?

– Yo me llamo Valeria y él es Henry. Estamos aquí para pedirte ayuda.

Los dós jóvenes le contaron a Chicle todo lo sucedido, sin olvidarse de ningún detalle, ya que cada palabra sería importante y podría ser la clave para volver a casa. La princesa Chicle, sorprendida por aquellas palabras, recordó uno de sus experimentos. Iba a comentárselo a los dos recién llegados, pero antes de hacer nada Henry dijo:

– Valeria, cuenta esa teoría que tenías.

– Es más bien una hipótesis. De por qué nos absorbió la tele.

Chicle y los héroes se detuvieron a escuchar a Valeria atentamente.

– Hay algo que no he querido decir para no asustaros.- Comenzó a contar Valeria.- Vosotros salís en la tele, en una serie llamada Hora de Aventuras. Creo que cuando la tele nos absorbió nos trajo al interior de la serie. Y aquí viene mi hipótesis: ¿Qué pasaría si todo lo que creíamos ficción no es más que la pura realidad? Me explico. Imaginad que la televisión no es más que una microgalaxia que han creado los humanos. Dentro de esa microgalaxia hay varios sistemas, que corresponden con Atresmedia, Mediaset, Televisión Española, Disney... Y para cada canal hay un planeta, en vuestro caso, el planeta Boing. Dentro de este planeta hay muchas regiones: Ooo, Elmore, Endsville, Tokyo, Porkbelly... Eso con las dos dimensiones. Para las tres dimensiones con humanos de carne y hueso pagan a unos "actores" para clonarse e introducirse en su correspondiente zona, con una memoria determinada. Y en el caso de los concursos la gente es trasladada a esas microgalaxias sin darse cuenta, tras el decorado de un plató normal y corriente. Todo esto está grabado con unas cámaras voladoras de tamaño nanoscópico: los nanodrones. En las noticias pasa algo similar, nada más que en esa región ocurre lo contrario: las personas mandan información del mundo a las noticias para que informen, con ellos creyendo que es su vida. Es como un mundo paralelo.

Chicle y Henry se quedaron en estado de shock al oír una hipótesis tan extraña. Sin embargo, puede que Valeria tuviera razón. Chicle le pidió a la joven que la acompañase a un lugar del laboratorio, donde había un extraño aparato de al menos medio metro de alto conectado a una pantalla. Chicle encendió la pantalla y le mostró a Valeria su último descubrimiento.

– Apareció anoche en una de las muestras. Tiene pinta de un nanodron, tal y como dice tu teoría. Además, todo coincide con la hora en la que cayó el rayo, por eso no se mueve.

Esta vez Valeria se quedó atónita al comprobar que una hipótesis paranoica se había convertido en una aunténtica realidad. Chicle, dispuesta a investigar, les dijo a Henry y a ella:

– Le he insertado un protón sintético para localizarlo. Estaré observando el comportamiento del nanodron cuando vuelva a volar. Mientras tanto, debéis hacer vida normal aquí en Ooo.

A valeria en ese momento se lepasó por la cabeza una idea terriblemente genial. No la explicó, pero sí que lepidió a la princesa un equipo de música al que se le pudiera conectar un USBque llevaba en el bolsillo. Chicle lo examinó detenidamente, y concluyóinvitándoles a ir a palacio al día siguiente, en el cual ya habría preparado unequipo de música para ellos. Para la princesa aquello consistía en un reto más,que no renunciaría en su vida. Además, la tecnología del USB tal vez lesirviera para entender el funcionamiento del nanodron encontrado recientementeen la muestra del laboratorio.

Tele-artistasWhere stories live. Discover now