Capítulo 4

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“Menudo dolor de cabeza” pensé nada más abrir los ojos. Los rayos de sol se colaban a través de la persiana mal cerrada, molestándome más de la cuenta. Estiré los brazos con parsimonia, deseando no tener que levantarme de la cama. Mi estómago, por el contrario, no estaba de acuerdo.

La casa estaba en completo silencio, exceptuando los ladridos de Lolo en el patio delantero. Me adentré en la cocina aún con los ojos cerrados en sudadera, pantalón corto y el flequillo revuelto buscando algo para desayunar. Una taza de café y un par de tostadas se presentaron como mi salvación.

-Buenos días – Sabela tenía mucho mejor aspecto que yo, sentada en la mesa donde anoche habíamos cenado

-Buenos días – bufé, ocupando la silla contigua

-¿Has dormido bien?

-He tenido noches mejores – admití, dando un sorbo

-Eso lo sé yo – sonrió, guiñándome un ojo - ¿Qué crees que va a pasar? – preguntó con cierto deje de preocupación sin dejar de acariciar al animal

-No lo sé. Tendremos que esperar a las noticias para saberlo

-Ya bueno, tienes razón

-¿No hay nadie despierto? – cambié de tema, apurando la bebida

-Carlos y Miki han ido a comprar no sé qué y Alba y la Mari creo que están en el patio de atrás tomando el sol. Cristina no sé

-Ah – musité – Pues…voy a darme una ducha y a adecentarme un poco

-Oye, ¿estás bien? - preguntó cuando estaba a punto de marcharme

-Sí claro. ¿Por qué no iba a estarlo? – me extrañé

-Es que anoche te fuiste a dormir muy de bajón y me quedé un poco preocupada

-No te preocupes. No fue nada – mentí. Ni puta idea de lo que había pasado anoche, no me acordaba





Acordamos comer en el salón en vez de en el jardín, en vistas de que el telediario del mediodía prometía ser crucial. A las tres menos cinco minutos estábamos sentados alrededor de la mesa, pendientes de la televisión. Hasta Lolo presentía que algo pasaba; no había tocado su cuenco de pienso, prefiriendo permanecer junto a su dueña, alerta.

¿Y si de verdad nos quedábamos sin poder salir de aquí? No era una idea que me sedujese mucho. No por no ver a mi familia. Eso era algo a lo que llevaba ya casi cuatro años acostumbrada por estudiar en Madrid. El problema era otro.

-Que empieza – avisó la Mari

“Comenzamos el informativo ofreciéndoles la comparecencia en directo del presidente del Gobierno” anunció la presentadora con tono neutro

-Menudo presidente – se burló Carlos, ganándose un puñetazo por parte de Miki

-Cállate

Los flashes de los periodistas rompían el silencio en el que todo el país estaba sumido en ese instante, a la espera de que el protagonista de aquel esperado mensaje comenzarse

“Buenas tardes a todos. Quiero empezar esta comparecencia anunciando la medida principal adoptada esta misma mañana por el equipo de gobierno, que ya ha sido notificada a todos los presidentes y presidentas de las comunidades autónomas. Ante la crisis sanitaria que estamos viviendo, queda decretado el estado de alarma en todo el territorio nacional. Asimismo, y en consecuencia, ningún ciudadano podrá abandonar su domicilio durante los próximos quince días excepto para obtener bienes de primera necesidad. Es decir, para acudir a supermercados, farmacias, consultas médicas o servicios postales. Se decreta también el cierre preventivo de todas las empresas y negocios que no provean dichos bienes. El resto de las medidas quedarán concretadas en una publicación extraordinaria del BOE esta tarde a las cuatro. Quiero transmitirles…”

La casa se convirtió instantáneamente en un gallinero en la que todos intentábamos hablar pero nadie llegaba a decir nada. Sabela intentaba poner orden, Miki discutía con Carlos, Cristina intentaba calmarlos…

-¡Ya está bien! – gritó Alba enmudeciéndonos a todos – Vamos a hablar uno por uno y con calma, ¿vale? – Asentimos. Ella volvió a sentarse, satisfecha

-Las medidas son claras – tomó la palabra Cris – Nos toca quedarnos aquí encerrados durante las próximas dos semanas. No nos queda otra

Y sí. Tardé en reaccionar. No lo había hecho con el telediario, pero sí con esa frase. Quince días de confinamiento. Con Alba. Me quería morir

-Sí hombre – bufó Carlos, gallito - ¿Y qué pasa si salgo? ¿Me van a detener o qué?

-Técnicamente sí – respondió Sabela, señalando uno de los titulares que aparecían en pantalla – Lo bueno es que sin comer no nos vamos a quedar

-Yo mientras no me quede sin cerveza…

-Mari tía, que esto es serio – apunté, tratando de no enfrentarme a ella. Bastante tenía con procesar mi parte

-Bueno sí, tienes razón – admitió, agachando la cabeza

-Miki – mi amigo volvía a estar meditativo, igual que el día anterior – Tú y Sabela habéis organizado esto. Conocéis mejor que nosotros la zona. Dónde están el supermercado, el centro de salud, el estanco…tendremos que organizarnos para ir a comprar cuando haga falta y sobre todo organizarnos y planificar actividades y cosas para que no nos volvamos locos. Por favor – pedí, luchando por no entrar en crisis. Ambos aceptaron en silencio

-Vamos a recoger y tal y nos ponemos a ello

-Gracias

A penas había tocado mi plato. No estaba de humor y tampoco tenía demasiada hambre. Me daría una ducha (sí, necesitaba otra) e intentaría mentalizarme de lo que me esperaba en las próximas dos semanas. Cerré la puerta y me dejé caer en la cama, móvil en mano. María no había tardado ni dos segundos en escribirme

Mari [15:31]: Estás en tu habitación?

Natalia [15:34]: Sí. Por?

Mari [15:34]: Tía que heavy. Dos semanas encerrados wtf

Natalia [15:35]: Ya. No me lo recuerdes. Mi peor pesadilla se ha cumplido

Aparté la vista para centrarme en los ruidos que provenían de la habitación contigua

Natalia [15:36]: Estás escuchando lo mismo que yo?

Mari [15:37]: Sí. Hay alguien discutiendo pero no se quien

Natalia [15:38]: Bueno, voy a ducharme. Qué haces escribiéndome? Dónde estás?

Mari [15:38]: En la tumbona

Me desnudé con cuidado, resoplando cada pocos segundos, intentando calmarme. Dos semanas encerrada en esta casa. Qué fuerte. No me lo terminaba de creer. Y mientras, los ruidos se habían intensificado, y a ellos se habían sumado voces que no podía distinguir por el ruido del agua.

“¿Están llamando a la puerta?” pensé, cerrando el grifo para escuchar mejor. Efectivamente, alguien aporreaba la madera de forma insistente.

-¡Ya voy! – grité, envolviéndome en una toalla lo más rápido posible – Qué oportuno, coño – mascullé, lanzándome a abrir la puerta

Ahí estaba yo. Casi desnuda y con el pelo mojado y revuelto, con restos de agua cayendo a goterones sobre el suelo de la habitación. Y ahí estaba ella. Alba Reche, de brazos cruzados, cara de pocos amigos, restos de haber llorado en las mejillas y una pequeña maleta a sus pies.

-¿Qué quieres?

No tenía demasiado claro con qué tono habían salido las palabras de mi boca, pero sin duda habían sido contundentes

-Carlos es gilipollas y hemos discutido. ¿Puedo dormir aquí? - Se me descolgó la mandíbula, al menos internamente. Por fuera, tuve un amago de boquear como un pececillo al que le falta mucho el aire, pero lo evité – Se te va a caer la toalla – me indicó

Estaba flipando tanto que la mano me había resbalado lo suficiente como para no sostenerla. Lo que me faltaba. Quedarme en pelotas delante de ella. Otro motivo más a su lista de cosas con las que reírse de mí

-¿No hay otra…

-No. No hay otra opción. ¿Puedo?

¿Qué coño le iba a decir? ¿Que sí?

-Sólo tengo una cama

-Ya lo sé. ¿Puedo?

Tenía que negarme. Mantenerme. Que se fuese al puto sofá, que para eso había dos

-Si no hay otra opción, sí

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Hola! Sé que no ha pasado casi nada en el capítulo pero era necesario porque se viene: cuarentena y moñeo. Espero que os esté gustando y que ya estéis sacando teorías de por qué se llevan a matar. Mañana nos vemos!!

Tw: @Srgio_Aguilar




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