Capítulo 26

8K 466 22
                                    

Holly encontraba por fin al gato, escondiéndolo entre los pliegues de su abrigo para salvarle sin demasiado acierto de la lluvia torrencial que caía sobre la ciudad de Nueva York. Besaba entonces a Paul, apasionada, aceptando su amor mientras la escena fundía a negro para indicar el final de la película.

Entonces, Alba giró la cabeza para mirarme con ojitos entornados y brillantes.

-¿Te ha gustado?

-Me ha encantado – admití – No sé por qué no me la habías puesto antes

-¿Porque estabais moñeadas por una gilipollez? – intervino María, mordaz

-Estaba siendo retórica, Sherlock – me burlé

-Anda e iros a la mierda. Fuera de mi habitación – exclamó, lanzándonos varios cojines

-Vale, vale. Tranquilita eh

Salimos corriendo entre risas, no sin advertirnos recíprocamente que fuésemos puntuales para la hora de la cena. En el escueto camino hasta la habitación divisamos a Carlos, Cris y Miki sentados en el jardín de la entrada, bebiendo cerveza y charlando animadamente. Qué asco me daba el puto Right, de verdad.

-¿Nat? – Alba me sujetaba por el hombro, zarandeándome - ¿Estás bien?

-Eh…sí

-Te has quedado pillada – Me giré para mirarla. Sonreí. Conseguía despejar las nubes grises de mi mente con un simple gesto – Vamos, anda



La Mari se pasó la cena intercambiando miradas con Alba. Se hacían gestos disimulados, se reían por más de una cosa, pero todo siempre en silencio. Yo no entendía nada. Las observaba callada, tratando de entender algo sin mucho éxito. Bueno, sin ninguno. Para cuando acabamos, el desconcierto se había transformado parcialmente en enfado. Como cuando la gente se ríe de un chiste pero no te lo explican. Pues igual. Había llegado a preguntarle a Alba un par de veces qué pasaba, pero sólo había recibido un gesto negativo con la cabeza y una sonrisa nerviosa como respuesta.

-¿Qué vamos a hacer? – preguntó con interés

Hacía rato que habíamos subido, exactamente igual que los demás, después de unas cervezas en el salón

-¿Qué vamos a hacer de qué?

-Ahora, tonta – rio

-Iba a ponerme el pijama. ¿Por qué me lo preguntas? ¿Quieres irte a hacer el tonto otro ratito con la Mari? – solté picada

-No me puedo creer que te hayas mosqueado – soltó una carcajada – No te pongas el pijama, anda

-No me he mosqueado, Alba – espeté – Es que sabes que de siempre me da coraje no enterarme de las cosas que pasan en mi cara

-Ven aquí, bollodrama - Tiró de mi mano suavemente para atraerme. Me abrazó con fuerza, frotando la cabecita contra mi pecho. Cuatro añitos tenía de repente – No te piques

-¿Pero me lo vas a explicar? – rogué haciendo un puchero. Negó – Albaaaaaa

-Ven

Nos deslizamos por las escaleras en silencio, completamente a oscuras. Alba trataba de aguantarse una risita nerviosa que le había entrado de repente y que yo seguía sin entender. Nos adentramos en la cocina, muy tenuemente iluminada por la luz de las farolas de la calle que se colaba por las rendijas de las ventanas y que bañaba ligeramente el patio de atrás.

-Mierda – espetó con voz ronca una vez giramos la esquina para acceder al jardín – Espérame aquí

La vi corretear (o lo supuse) hacia el cuartito de la depuradora de la piscina. No tardó ni dos minutos en volver a salir de allí con un bulto que era casi del mismo tamaño que ella.

-¿Eso es una mochila? – fruncí el ceño - ¿Qué eres, Dora la Exploradora?

-Y tú Botas – rio bajito. Vamos – se colocó la mochila y me obligó a reanudar la marcha

Se había agachado y miraba a un lado y a otro, además de a las ventanas de los demás. La imité, al menos en lo que pude. Si intentaba ponerme a su altura iba a acabar con lumbago. Fijo.

Se detuvo en seco, haciéndome chocar contra su espalda. Dio la vuelta, colocándose detrás de mí y manteniéndome con las rodillas flexionadas. Sus manos cubrieron mis ojos y la poca visibilidad que tenía se esfumó.

-¿Te acuerdas – comenzó, reanudando la marcha – de la excursión que íbamos a hacer todos juntos?

Esa acampada estaba planeada para una semana después de la noche de la discoteca. Así que obviamente, no fuimos. Bueno, al menos yo no.

-Sí, claro – admití - ¿Qué pasa?

-Pues que como no pudimos ir… - dejé de oír su voz

-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué no veo nada? – me asusté

-Porque aún tienes los ojos cerrados, cariño – se burló

-Ah, sí - Los nervios jugándome una mala pasada. En fin. Payasa se nace no se hace

Creo que abrir los ojos era una expresión que se me quedó corta al descubrir una tienda de campaña improvisada en el extremo del jardín más alejado de la piscina, perfectamente escondida entre el par de arbolitos que había

-Quería haber dormido esa noche contigo, – confesó, segura de que no podría notarlo gracias a la oscuridad. Yo sabía que estaba roja como un tomate – así que esto es mi forma de compensarlo

Tenía la misma expresión que había tenido ella por la tarde después de haber perdido a las cartas; o peor. Esa acampada la había organizado yo misma con ayuda de Miki. Había sido mi idea, y por culpa de la pelea no fui. Me pasé aquel fin de semana llorando, frustrada y cabreada por lo que me estaba perdiendo. Ahora me daba cuenta de que todas esas lágrimas habían merecido la pena. El destino me había reservado algo mejor.

Dentro de la tiendecita había distribuidos algunos cojines y unas mantas cubriendo el suelo. Me senté sin dejar de sonreír, observando atentamente cómo sacaba cosas de la mochila y las distribuía por el suelo.

-Alba, esto es… - balbuceé

-Es pequeña, lo sé – admitió, aún avergonzada – pero a la Mari y a mí no nos ha dado tiempo para más

-¿Qué dices? – salté enseguida, dando botecitos – El Taj Majal al lado de la tienda me parece una caja de cerillas. Te lo juro – admití. ¿Alba cuatro añitos? Entre las dos ahora mismo no sumábamos ni tres – La única pena es que no podemos ver las estrellas – Me recosté, colocando las manos por detrás de la cabeza

-Creo que tengo la solución – admitió. Me incorporé de repente, expectante

Sacó había dejado junto a la entrada algo que no veía demasiado bien. Le dio a un interruptor y lo dejó justo en el centro. El cacharro se iluminó mientras daba vueltas, proyectando decenas de estrellas en las paredes.

-Alba… - La voz se me atascó justo en el centro de la garganta, incapaz de sir más allá. Los ojos se me aguaron

-Incluso si me pides las estrellas… - susurró, inclinándose para besarme en la mejilla

-Lo había dicho porque esa noche pensaba besarte – confesé, sonriendo aún más – Pero qué me importan ahora las de la Sierra de Madrid

Se dejó caer lentamente. Acuné sus mejillas para besarla, despacio. A veces las cosas no salen como uno quiere, pero acaban saliendo. Perdí una noche en la Sierra y había ganado otra, en mi palacio de tela, con estrellas propias y constelaciones de pecas en las que perderme. 

______________________________________

Tenía muchas ganas de escribir algo soft y bueno, ahí lo tenéis. Como digo siempre, no os relajeis!! Espero que os haya gustado y mañana nos vemos.

@Tw:Srgio_Aguilar

A otro ladoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant