Capítulo 14

8.4K 479 34
                                    

No era el café. Ni la lavanda que había en la ventana. El olor que desprendía el pelo de Alba invadió mi despertar, empujándome a sonreír contra su coronilla antes de abrir los ojos. Eso bastó para saber que el único beso que había recibido la noche anterior no había sido un espejismo, como tampoco lo era la unión que después de habernos quedado dormidas, manteníamos. Como dos piezas de puzle correlativas.

Me deslicé fuera como buenamente pude, procurando no despertarla, y bajé a la cocina. No era demasiado temprano, pero tampoco lo suficientemente tarde como para que hubiese mucha gente despierta. Por inercia, pillé la cafetera y preparé dos tazas para calentarlas en el microondas. Y por segunda vez en menos de tres días, una somnolienta María apareció por la puerta, envuelta exactamente en la misma manta.

-Buenos días – susurró, bostezando

-Buenos días – saludé en idéntico tono – Creo que estoy teniendo un déjà vu de esos – bromeé, mirándola directamente con los ojos ligeramente brillantes

María abrió los brazos y yo me lancé, dejando que me arropase. No había necesitado ninguna otra señal para saber lo que necesitaba en ese momento

-Nat, cariño, ¿qué pasó anoche? Se os escuchaba gritar hasta en Pamplona

-Mari… Qué heavy todo – esbocé contra su hombro – Es que no te imaginas

-Cuéntamelo mientras me invitas a café – propuso, arrancándome una sonrisa

-Es que…

-Es para Alba, lo sé. Pero puedes subirle otro luego

-Cierto

Saqué las tazas del microondas y las dejé sobre la encimera, dejándome caer sobre el mármol

-Cuéntame, anda – me animó, frotándome la espalda con dulzura

-Pues…no sé por dónde empezar, de verdad – Sabía que conforme se lo contase, empezaría asimilar lo que de verdad había pasado. Con todas sus consecuencias

-Por el principio estaría bien

-También es verdad

-Esa frase es mía

-Vale, vale – reí – Por la mañana me dijo que iba a hablar con Carlos. Que iba a decirle que era gilipollas pero que eso implicaría tener que instalarse definitivamente en mi habitación. Le dije que por mi bien, que no había problema. Cuando me levanté de la cama y salí, escuché a alguien armando jaleo

-¿Cómo que jaleo? – María frunció el ceño con fuerza, desconcertada

-Follando María Escarmiento, follando – espeté

-Ah, ni idea – Rodó los ojos

-Céntrate. El caso es que me monté una paranoia de fliparlo y pensaba que eran ellos dos

-Y por eso entraste en mi habitación dando cornas’

-Sí – me ruboricé – Perdona, no estuvo bien

-Menos mal que te conozco ya

-Escucha que ahora viene lo más fuerte. No se me ocurrió otra cosa que soltarle que se había cachondeado de mí y que qué mal gusto tenía tirándose a Carlos

-Júrame eso

-Te lo juro. Tal cual

María se llevó la mano a la frente. Estaba flipando y no era para menos

-Tienes el coño más grande de todo el país. No se puede ser más obvia

-Y…cuando subí a acostarme estaba despierta. Le pedí perdón y…bueno. Me dio un beso

Estuvo a punto de escupir el café, tosiendo repetidas veces

-Dime a qué hora la echan

-¿Eh? ¿El qué?

-La película que te estás montando

-¡María! ¡Que es verdad!

-Hostia qué fuerte. ¡Esto es más fuerte que lo de la Virgen de Guadalupe tía! – celebró

-Shhhh – chisté – Baja la voz, cerda, que no hace falta que se entere toda la puta casa

-¡Pero que os habéis comido la boca! – me cogió por las muñecas, casi zarandeándome – Dios qué fuerte. Pero, ¿y ahora qué?

-No lo sé, Mari

-¿Cómo que no?

-Pues que no lo sé – insistí

-Natalia. ¿Has ganao en la vida y no sabes qué más hacer? ¿En serio?

-No he hablado con ella aún

-Eso no puede ser

No tardó ni dos segundos en preparar otra taza y calentarla. La colocó entre mis manos, empujándome fuera de la cocina

-¿Qué haces? – protesté, ya casi con los dos pies fuera

-Ve, súbesela y hablad. Y que no te vea yo por aquí hasta que eso haya ocurrido – sentenció, cerrando la puerta y dejándome a los pies de la escalera

Estaba claro que no tenía más opción que hacerle caso. O eso, o me quedaba perenne en el sofá hasta sabe Dios qué hora como el meme de la Gaga. Sí, el de “She’s meditating guys”. Pues ese.

Seguía dormida, o eso parecía. Desde luego, su postura no había variado. Dejé la taza en la mesilla, sentándome en el borde. Exactamente igual que la noche anterior. 

La noté girarse, dándome un suave tirón de la sudadera y haciéndome sonreír.

-Buenos días – esbozó

-Buenos días – respondí, girándome levemente

-¿Eso es para mí? – preguntó, señalando la taza

-No sé – bromeé - ¿La quieres?

-Claro que la quiero

-Toma – se la tendí, recostándome junto a ella de brazos cruzados

En algún momento tendríamos que hablar. Tarde o temprano, pero era necesario. Y no por la amenaza de mi amiga precisamente.

-Natalia…

-Alba – me adelanté. Prefería ser yo quien iniciase la conversación – Tenemos que hablar

-Lo sé. Es lo lógico – coincidió

-Perdóname si anoche hice algo que no… - Mi cabeza era una amalgama de ideas contrapuestas

-Pasó exactamente lo que tenía que pasar – afirmó con calma – Y…no quiero hablar de esto ahora – Su tono no era de enfado, sino de pena. Una pena revestida de la misma incertidumbre que yo sentía – No aún

-¿Y qué quieres entonces? – pregunté contrariada

Me dejé arrastrar por ella. Por su petición silenciosa. Volvíamos a poder prescindir de palabras. Ocupé el hueco que dejaba al apartarse, cediéndole en respuesta el que quedaba en mi pecho, abrazando el calor de su cuerpo y dejando que desplazase el frío que portaba. Aunque sólo fuese por unos minutos.

______________________________________
Perdón. No ha sido mi mejor capítulo pero tampoco están siendo unos buenos días. Os prometo que mañana será más larguito y mejor. Hasta mañana!!!!

A otro ladoOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz