Capítulo 16

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Había pasado la noche despierta sentada en la puerta de su habitación, esperando que despertara.
Maxi se acercó, se sentó a mi lado y me dio un café.

—¿Dijeron algo? —bostezó.
—Todavía nada... Tengo que hablar con Rosita y no sé como decírselo, perdió a su único hijo y ahora su nieto está así.
—Euge me dijo que ya habló con ella, no te preocupes... La va traer ella para acá.
—No me da buena espina esto después de nuestra conversación.
—A mi tampoco La —dió un sorbo a su café —Tenenos que frenar esto.

Salí fuera a tomar aire, quería respirar y poder llorar sin nadie alrededor. Me sentía ahogada, tenía miedo...
Mi celular comenzó a sonar, era un número oculto.

—¿Hola?
—Esto fue una advertencia —era una voz distorsionada— Ya sabes que hacer —colgó.

Entré a buscar a Maxi.

—Vamos a hablar con mis padres, hay que retirar la denuncia.

Eugenia llegó al poco tiempo con Rosita. Le di un fuerte abrazo y me disculpé con ella por todo lo que sufría su nieto por culpa de mi familia.

—No tienes que pedir perdón cariño, no tienes la culpa.
—Te juro que va a estar bien, no dejaré que le hagan nada... Lo voy a cuidar como él a mi.

Con Maxi nos fuimos a casa. Llamamos a mi padre, le expliqué lo de Peter y entendió que había que conseguir que estuviera a salvo. Ya había hecho mucho por nosotros y no tenía que sufrir más.

—Yo mismo hablaré con Bedoya cuando se intente comunicar, que estoy seguro que lo hará. Va a aceptar lo que sea que le pida, le conviene.
—Gracias papá...
—Nos vemos pronto hija.

Me fui a la cama y tomé una pastilla para poder dormir, como casi todas las noches, porque sino me era imposible descansar.

***

Un avión privado nos había llevado a Cuba, ahí era donde se escondía Bedoya. Cuando llegamos, Julia se lanzó a los brazos de su hijo y empezó a llorar. Mi padre y Megan también ya estaban ahí. Los abracé con fuerza.

—Me alegra que hayan entendido que la familia es lo primero —soltó Bedoya y se sentó en una gran mesa redonda.
—Estas son nuestras condiciones —mi padre le tendió los papeles.

Básicamente ese contrato aseguraba la protección de mi familia, la de Julia, Maxi y la de Peter y Rosita. Dejaba fuera a mi padre de cualquier irregularidad y Bedoya tendría que hacerse cargo de las multas de los cargos de la empresa. A cambio, mi padre retiraba la denuncia que había impuesto en la que lo acusaba de haber querido ensuciar su imagen con pruebas falsas. Otra persona iría a la cárcel en su lugar por ese delito, uno de sus hombres, que asumiría todas las culpas por unos millones de dólares.

—Yo solo tengo una condición y es que el matrimonio siga en pie, solo pido eso para aceptar estas peticiones. La imagen de nuestras familias y nuestra empresa, está sucia. Hay que remar todos en la misma dirección para salir adelante.

Ya suponíamos que teníamos que seguir con el matrimonio y nos importaba. Yo solo quería que Peter estuviera a salvo y Maxi quería asegurarse de que él y su madre, no tendrían que lidiar con la rabia de Bedoya.
Firmaron el acuerdo y nos fuimos. En los próximos días, empezaría a volver todo a la normalidad.

Lo primero que hice al llegar a Buenos Aires fue ir al hospital, Peter llevaba una semana en coma.

—¿Que fueron a hacer a Cuba? —nos preguntó Eugenia bastante extrañada.
—El gps, no me acordaba —suspiré.
—Fuimos a ver a Daniel y a Megan —contestó Maxi.
—No estaban en Cuba, están bajo un programa de protección de testigos, ni ustedes saben donde están.
—Nadie los anda vigilando Euge, se tomaron un avión y fui a verlos, después volvieron a donde tenían que volver.
—Siempre hay alguien vigilando y me encargaré de avisar que esto pasó, seguro que aceptaron dinero y les va a costar el puesto de trabajo.

El presente y nada más ||Laliter||Where stories live. Discover now