PRIMERA CARTA

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¿Cartas? ¿Porqué razón mi madre me dejaría cartas? Peor aún, ¿cómo irían unas simples cartas a cambiar mi vida?

Cada letra estaba enumerada. Entonces querría decir que tenía un orden de lectura.

Abrí la primera.

                                                         Primera carta

Soy Lisa y actualmente tengo catorce año de edad. Si estas leyendo esto, supongo que tendré ya una hija con sus dieciocho años llamada Luna. Seguramente nunca te haya dicho el porque de tu nombre, pero tampoco tiene una razón que te hará más o menos feliz. El verdadero motivo de tú nombre es por mi muñeca favorita. Si, cuando tu yaya me regalo mi primera muñeca la llamé Luna. Jugaba con ella, la duchaba, le daba de comer, dormía conmigo. Era mi amiga de la infancia.
Luna, todas estas cartas tienen un porqué. Quiero que seas el ser humano más feliz del mundo. Si te he regalado estas correspondencias, es porque siento que no lo eres en estado puro. Se que es un poco cliché que esté escribiéndote esto con mis catorce años sin saber como serás y sin conocerte. Pero, también las estoy escribiendo por mi. Para acordarme de mi adolescencia, de lo feliz que soy y quiero seguir siendo.
Escribiré dos cartas por año, mi objetivo es llegar a hacer dieciocho, por ese motivo tú las recibirás a esa edad. De verdad, espero que no te asustes con todo lo que he hecho con apenas catorce años. Ni con lo que pueda venir a hacer en un futuro. Soy una persona muy impredecible.

Primaria... Primaria fue donde comenzó todo. Donde hice mi gran grupo de amigos. Desde ese día que somos inseparables, ¿cuántos amigos tendrás tú?
No pienso hablar uno por uno de ellos, porque sino en lugar de ser una carta esto sería un libro. Ellos me hicieron ser feliz a partir de mis nueve años.

Retrocedamos un poco antes de que hiciera los nueve años.

Sabemos perfectamente ambas que mis padres son ricos. No hacen nada más que estar de compras, inclusive parecerá absurdo y no niego que lo sea; somos dueños de una isla. Para ser franca nunca la he visto, pero soy consciente de dicha reliquia familiar. Al ser una familia tan adinerada y de bienes innecesarios, es obvio que; nunca asistí ha una guardería ni socialicé con otros niños que no fueran ricos. Por mucho dinero que tuviera y todas las cosas que ni te puedas imaginar, hasta mis nueve años fui siempre una niña que se sentía un tanto sola. No sentía soledad por la falta de presencia de mis progenitores, sino por falta de atención. Tampoco me identificaba con los demás niños ricos, siempre pensé que había nacido en la familia equivocada. Espero que tú no sepas que es sentir eso, porque caería en una inmensa tristeza.

No obstante, al cumplir mis seis años no tuvieron más opciones que inscribirme en un colegio, claro está que en un privado. Así empecé la primaria.

Puede que no sea creíble, pero me expulsaron de ese colegio. Decían que no había una niña tan mal comportada como yo y que mis padres no me sabían educar. Como si ellos me hubieran educado. Me auto eduque. Hice que me expulsaran de ese colegio a los ocho años. Durante dos años fui atormentadas por niñas más mayores. Pero no porque yo fuera fea, o porque les robaba la atención. Sino por tener más dinero que la mayoría de los niños ricos que andaban conmigo en aquella cárcel. No tiene ni sentido. Que te hagan sentir tan miserable con esa edad, porque tus padres poseían más bienes de lo normal. Ni culpa mía era, sino de mis padres.
¿Porque tenia yo que sufrir algo que no me incumbía directamente?
No había elegido ser tan adinerada en ningún momento de mi miserable vida.

Sufrí tanto, que decidí ser como ellas. No me mal interpretes. No maltrataba a nadie. Cada día llegaba al colegio llena de marcas y de oro. Les ofrecía a los demás. Más que ofrecer hacía contrabando. A todas menos a las mayores claro está. Todo gratis. Pero claro, como niña inocente que era no sabia que una de las reglas básicas del colegio era no regalar cosas personales de un gran valor. Lo dejaron pasar durante meses. Hasta que un día llegue con un diamante de mil quilates y decidieron expulsarme. Fue así como me expulsaron. Mientras que en un colegio público te expulsan por no asistir a clase, por fumar en el recreo o hacer contrabando de drogas, en un colegio privado lo hacen por ofrecer oro y diamantes. No creo en realidad que fuera el problema de regalar esos obsequios, sino por los problemas que podría causar en un futuro. Si con ocho años ya era así de rebelde, no se podían ni imaginar que haría a los diez, catorce o incluso los dieciocho.
Fue así, como mis padres se vieron obligados a cambiarme de colegio a mis ocho años. Creo que nunca supieron el verdadero motivo. Todo lo que regalé a aquellas niñas era de mi pertenencia. Ni yo misma podría creer tener cosas de un valor tan elevado a mi cargo. Jamás preguntaron el porque, simplemente lo aceptaron y me inscribieron en el colegio público más cercano a la mansión.

Ingrese allí con mis nueve años. Hacía ya cuarto de primaria. Terminé tercero con un profesor privado en casa.

El primer día de clase fui vestida normal para no causar mala impresión.
En esa primera jornada, conocí a mi grupo de amigos. Puede que no te lo creas, pero fue el primer día de mi vida que fui feliz. Una niña en su infancia es feliz siempre. Es obligación de los padres hacer feliz a una niña en su niñez. Pero los míos jamás lo hicieron. Solo lo lograron unos desconocidos.
Fui muy feliz en primaria gracias a ellos. No te preocupes que no hice nada de locuras. Lo más fuerte que pude hacer en ese entonces era faltar a clase para ir a ver los renacuajos con mis amigos, escaparnos a la hora de almorzar para ir al Burguer King y darle un trago a un piti. Al fin y al cabo acabe primaria con once años. En septiembre cumplía los doce e íbamos todos a secundaria.
Esos desconocidos jamás me soltaron, jamás nos enfadamos y me hicieron la niña más feliz de Sydney. Gracias a ellos soy como soy a día de hoy. Realmente no los considero mis amigos, sino que puedo afirmar que son mi familia.

Cuando ingrese en secundaria me enamoré perdidamente del chico más popular del instituto. Él tenía catorce, para ese entonces yo era dos años menor que él y sabia que no pasaría de un interés de mi parte.
Pero querida, no sabes como de enamorada estaba. Quizás era una simple niña y no sabia lo que realmente era el amor. Pero siempre que pasaba por mi, temblaba. Siempre que escuchaba su nombre, sentía mariposas. Siempre que nuestras miradas se cruzaban, mi piel era dinamita. Si por alguna casualidad le tenía que pasar el balón de fútbol, ya no podía dormir durante una semana por rozar lo más mínimo mis manos de las suyas y poder admirar sus ojos azules cielo a centímetros de mi cara. No se si realmente todo eso era amor, pero era el sentimiento más puro y inigualable hasta entonces.

Hasta que llegó el día, donde apareció Larisa.

¿Cómo? ¿Se atreve a acabar así sin contarme quien es Larisa?

Miré las horas en el reloj, ya era hora de cenar.

Me fui directa a la ducha y posteriormente me dirigí a prepararme para la cena. Mientras tanto, empecé a entender algunas cosas.

Quizás, mamá jamás se abrió mucho conmigo porque sus padres jamás lo hicieron con ella. No sabia como acercarse a mi para demostrar que me quería. No tuvo un ejemplo a seguir y tuvo que aprenderlo todo sola. Aunque eso sea así, ella sabe lo que duele estar sola, cuanto duele la soledad, no tener apoyo de los grandes pilares de tu vida, tus padres. Nada de lo que pudo pasar en su adolescencia justifica que yo me sienta un estorbo para sus vidas, una carga. Hay algo que envidio en su vida y solo voy por la primera carta; el tener un grupo de amigos.
No me atrevería a criticar a Venus, antes desearía que me cayera un rayo. Sin embargo, es perfectamente normal que queramos compartir nuestras vidas con más de una persona. En el caso hipotético de que Venus se cansé de mi, ¿quién tendría yo en mi vida? Es una pregunta con una respuesta muy evidente. A nadie. Estaría sola, más de lo que estoy actualmente. No creo que la vida sea para vivirla sola. No tendría motivos para despertarme todas las mañanas sin una persona a mi lado.
Te envidio mamá, por tener la capacidad de socializar con las personas. Ojalá, pueda aprender a hacerlo pronto.

Caí rotundamente en la cama mientras reflexionaba sobre la carta de mamá.

Antes de dormirme, mi móvil vibro. Si bien que, ni me pare a mirarlo porque no sería nada sumamente importante.

El inicio del fin ☑️ Where stories live. Discover now