MALDITAS GANAS

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Hugo terminó de ayudar a recoger los instrumentos con sus músicos, después de haber dado un buen show.

- ¿Una cerveza? -propuso uno de ellos, animando al resto. Como vio que el rubio no decía nada, le miró directamente- ¿No vienes?

- Eh, no, chicos. Otro día mejor

El músico se encogió de hombros pero no le dio importancia. Se despidieron y Hugo se dirigió al hotel. Una vez allí, se dio una ducha rápida y se cambió de ropa. Normalmente no hubiera rechazado esa cerveza y posiblemente buscaría a alguna chica con la que tener compañía esa noche pero hoy era un día raro. Era 28 de febrero.

Miró el reloj y se dio cuenta de que ya había pasado la medianoche, marcando que ahora ya era 1 de marzo. El 29 de febrero había desparecido, otro año más.

Suspiró. En otra ocasión, hubiera llamado a su íntima amiga Samantha, ya que estaban en Barcelona y así podrían ponerse al día. Escucharía las una y mil quejas de la rubia sobre su novio-seta, al cual amaba con locura pero del que también se quejaba a gusto. Y luego posiblemente ella insistiría para que le hablara a la jugadora colombiana pero él ya sabía que ese partido lo había perdido hace mucho.

Pero esa noche no podía llamarla para quedar, sabía que no se encontraba en la ciudad. Sabía por su última conversación en whatsapp que estaba en Buenos Aires, en uno de los conciertos de su gira por América Latina.

Cogió su chaqueta de cuero negra y salió a la calle. Sabía que esa noche no iba a pegar ojo fácilmente y en vez de dar vueltas en la cama, prefería buscar un bar donde emborracharse a solas.

Deambuló por las calles barcelonesas hasta dar con un pub que le convenció. Entró dispuesto a beber tequila, en honor a ese 29 de febrero que no se le iba de la cabeza. Esa noche había un pequeño concierto en el pub pero no se fijo en el cartel de la entrada. Si se lo hubiera hecho, se lo habría pensado dos veces antes de entrar.

Fue directo a la barra. Pidió un chupito de tequila, el primero de la noche, y una cerveza. El chupito se lo tomó del tirón, haciendo el juego previo del limón y la sal. Cogió el botellín de cerveza y se acercó a la barandilla.

El pub tenía dos pisos, el que se entraba desde la calle y uno en una planta inferior, donde estaba el escenario y una pista donde la gente bailaba, a la cual se accedía por una escalera cercana.

Al asomarse a la barandilla y mirar hacia el escenario, casi se le cae el botellín. No podía ser ella. El pelo castaño, en dos colores, revuelto. La peca encima de su ceja. Los ojos oscuros donde no había sido capaz de encontrar sus pupilas en todo el tiempo que vivieron juntos en la academia. Era ella.

Se frotó los ojos. No estaba tan borracho como para imaginárselo. Realmente era ella. Miró hacia un lado y lo comprobó en el cartel que la anunciaba.

Sueño que estoy andando
Por un puente que lacera
Cuanto más quiero cruzarlo
Más se mueve y tambalea

Cantaba una versión del tema de Rosalía, canción que ya había cantado en uno de los pases de micros de #QuedOTencasa. Le quedaba tan bien a su voz cantar por Rosalía... y se movía con tanta sensualidad encima del escenario que él no podía apartar la mirada.

Malamente
Malamente (tra, tra)
Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal
Malamente
Malamente
Malamente
Mal, muy mal, muy mal, muy mal, muy mal
Malamente

En uno de los movimientos, Anaju cruzó la mirada con la suya de color nácar y se quedó completamente paralizada. Estaba igual de sorprendida que él de encontrarse en el mismo lugar, justo ese día que debería ser 29 de febrero.

29Where stories live. Discover now