SERENDIPIA

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Julio 2015, Málaga.

En casa. Así se siente Hugo al bajarse del coche de su madre y ver una vez más esas cabañas, escuchar de nuevo todas las voces mezclándose entre saludos y despedidas, respirar el aire puro de ese lugar.

–Al fin.

El susurro del chico se funde con el sonido de un pájaro que parece darle la bienvenida, y él se acerca al maletero, donde su madre se encuentra sacando la maleta. Él coge su fiel compañera, su guitarra, y se despide de su madre y su hermano con un fuerte abrazo.

Espera hasta que ve el coche de su madre desaparecer por ese camino que hace unos minutos recorría en la dirección contraria y, con una de sus sonrisas más sinceras, camina con su maleta a rastras y el estuche de su guitarra a la espalda hacia el punto de encuentro.

Camina con paso decidido, ya ha visto a sus compañeros y amigos, pero tiene que ir esquivando con cuidado a los pequeños que, con la misma ilusión que él enfrenta la última vez, esperan su primera. Una vez llega a su destino, los abrazos y los choques de manos inundan el momento junto con la alegría de volver a verse una vez más. No piensan en que es muy posible que sea la última.

–Anda, mira, tenemos nuevo fichaje.

El comentario de una de sus amigas hace que Hugo deje de estar de espaldas a las cabañas para observar ese "nuevo fichaje". Se encuentra con una melena castaña en un semi-recogido hablando con el jefe del campamento, pero desde su posición no logra ver su rostro.

Observa a la chica de pies a cabeza, comprobando que, efectivamente, lleva el pañuelo del campamento en su muñeca. No es una chica excesivamente alta, más bien es bastante menuda, y no parece mayor, no debe de sacar más de 5 o 6 años a su grupo, lo cual hace que una sonrisa se dibuje en su rostro. Puede ser divertido.

La nueva monitora gira su cuerpo al finalizar su breve conversación con su compañero y al fin puede verla por completo. La sangre de su cuerpo se transforma en hielo y vuelve al fuego que le caracteriza en un segundo, haciendo que un escalofrío recorra su espina dorsal y un cosquilleo se pasee por su cuerpo desde los tobillos hasta su sien al chocar con esos oscuros ojos.

–Hostia. –escucha a su amigo Gus pero no puede apartar su mirada de la de ella, como si tuviese la magia encerrada en esos iris tan oscuros que ni la pupila se atreve a asomarse. –Es súper guapa la tía, eh, Cobo.

El golpe de Gus en su hombro hace que parpadee dos veces, saliendo del trance en el que no era consciente que había entrado y asiente en acuerdo con lo que comenta. Héctor comienza el reparto en grupos y Hugo cruza sus dedos, inconscientemente, queriendo que su nombre salga de la boca de la castaña.

–Yo soy Ana Julieta, aunque podéis llamarme Anaju –el rubio pasa la punta de la lengua por sus labios al descubrir su nombre. –y quiero que los nuevos os sintáis comprendidos porque yo también soy novata en este campamento. –No solo su voz es dulce, sino que ella en sí también. Perfecto, piensa el rubio. –Toco el piano y el ukelele pero bajo mínimos, aprendí de manera autodidacta y es muy probable que aprenda más yo de vosotros que vosotros de mí. –con cada gesto involuntario de Anaju, Hugo amplía más y más la sonrisa que decora su cara desde que escuchó su voz. –Mi grupo es el de las panteras.

Vuelve a humedecer sus labios, sus dedos siguen cruzados y con cada nombre y apellido que la muchacha dice, la respiración de Hugo se hace más densa.

–Y Hugo Cobo.

Suelta de golpe el aire que retenía en sus pulmones y lo acompaña con una gran sonrisa antes de dirigirse hacia la chica con su maleta y su guitarra. Choca el puño con su amigo Gus, que también está en ese grupo, y espera a que se terminen de formar los que quedan. Anaju se gira hacia ellos una vez terminan las agrupaciones y les sonríe, haciendo que Hugo tenga que tragar saliva al cruzarse con esos ojos de nuevo.

29Where stories live. Discover now