TODO AL ROJO

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LAS VEGAS. HOTEL BELLAGIO. (ESTADO DE NEVADA). 4 de Agosto de 2028. 20:33 p.m.

Anaju.

Hacía un día que había dejado mi relación con Adrián. No podía sentirme más liberada, no diría que no lo había querido. Sería mentir, pero desde luego lo que estaba viviendo estos días con Hugo era tan increíble que no sabía ni cómo describirlo.

Samantha y Maialen me veían tan feliz que no paraban de recordarme que llevaban tanto sin verme así, que esperaban que aprendiera de ello para que nunca más dejara que nadie me amargara la existencia.

Estaba en el baño terminando de maquillarme, había quedado con Hugo. Me dijo que tenía varias sorpresas para darme aquella noche. Así que era algo así como nuestra primera cita oficial. Yo me sentía como en una nube de color rosa.

Había encontrado tanta paz a su lado que separarme de él, suponía una guerra interna conmigo misma que no sabía luchar.

Cuando salí del cuarto de baño de la habitación, vi a mis amigas también preparadas, ambas habían quedado con sus respectivas parejas.

- Estáis preciosas. -Dije mirándolas.

- No más que tú. -Respondió Mai.

Estuvimos hablando un poco de todo, hasta que unos golpes, en la puerta de la habitación, nos interrumpieron.

Me levanté, sacudí mi vestido para quitarle las pocas arrugas que se hubieran formado al sentarme, y abrí la puerta.

- Hola señorita. -Se me cortó la respiración al verlo. Estaba tan guapo.

- Hola guapo. -Me cogió de la cintura y besó fugazmente mis labios, dejándome con ganas de más.

Entró en la habitación y saludó a mis amigas con dos besos.

- Tenéis a los chicos desesperaditos, no saben qué ponerse para impresionaros. -Río el rubio mirando a mis amigas.

- Normal, no se han visto en otra igual, deberían estar agradecidos de que semejantes diosas salgamos esta noche con ellos. -Bromeó Samantha.

- Yo sí que alucino con la diosa que me ha tocado a mí. -Me miró de arriba a abajo y humedeció sus labios. Ese gesto tan característico suyo iba a hacer que me volviera loca toda la noche.

Mis amigas sonrieron emocionadas ante sus palabras y yo me sonrojé.

- ¿Nos vamos, preciosa?. -Cogió mi mano y la entrelazó.

- Contigo a donde quieras. -Besó mi mejilla y salimos de la habitación.

***

- Bueno llevamos aquí unos días y creo que debes ver una cosa. -Dijo cuando salimos por la puerta del hotel, dirigiéndonos al lago de la entrada.

- ¿El qué?. -Pregunté curiosa.

- Pues el famoso espectáculo de las fuentes del Bellagio. -Respondió cuando llegamos a una especie de mirador en el que había muchos más turistas.

Una voz en inglés informó de que el show estaba a punto de comenzar. Segundos después la voz de Céline Dion cantando la banda sonora del Titanic, inundó el lugar.

No pude evitar cantar la canción mientras veía el pedazo de espectáculo que tenía ante mis ojos. Hugo de vez en cuando me miraba de reojo, orgulloso de que me estuviera gustando. Su mano izquierda no se despegó de mi cintura en ningún momento y yo entrelazaba mis dedos con los suyos en ese agarre.

- Tienes una voz preciosa Ana Julieta, ojalá nunca deje de escucharte cantar. -Sus palabras hicieron que sonriera.

- Como sigas diciéndome estas cosas voy a tener que besarte. -Respondí sin apartar mis ojos de las fuentes.

- Es un riesgo que estoy dispuesto a asumir. -Su mano derecha giró mi cara, despacio, y junto sus labios con los míos a la vez que la canción terminaba.

***

La cena fue igual que las anteriores. Ambos estábamos cómodos el uno con el otro, bromeábamos y hablábamos de los planes que llevaríamos a cabo cuando volviéramos a España. Ninguno quería separarse del otro después de estos días.

La segunda sorpresa de Hugo vino cuando me dijo que había alquilado una suite para nosotros dos esa noche.

- No estoy dispuesto a que alguno de nuestros amigos entré por la puerta cuando estemos juntos. -Dijo recordando como la noche anterior, Flavio, nos interrumpió en un momento bastante íntimo.

Envolvió mi cuerpo con sus brazos, y me alzó del suelo. Teniéndome cogida en brazos, entramos en la habitación.

No sabría describir la suite con precisión, mis ojos no estaban pendientes del lugar donde estábamos. Yo solo podía prestar atención al hombre rubio de ojos nácar que me tendió sobre la cama, a la vez que no dejaba de besarme.

Nuestros besos poco a poco fueron subiendo de intensidad, haciendo que ambos buscásemos la forma más rápida de deshacernos de nuestra ropa.

Sus manos acariciaban todo mi cuerpo, mientras que las mías se perdían en el interior de su pantalón. No recuerdo ninguna noche en la que sintiese tanto placer y deseo como aquel 4 de Agosto.

Aquella noche los dos creamos algo mágico, no solo sentimentalmente sino físicamente también, y no fui consciente de ello hasta tiempo después. Aquella noche Hugo me regaló lo mejor que ahora tengo en mi vida. Ojalá nunca se hubiera roto aquella burbuja de felicidad.

29Donde viven las historias. Descúbrelo ahora