Capítulo 16.

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— ¡No! ¡No me quiero morir! — Violetta gritaba entre sueños.
Germán, asustado por los quejidos de su hija, irrumpió en el dormitorio. — Vilu, hija despierta. — Intentaba despertarla. — Violetta. — La sacudió por los hombros.
La joven abrió sus ojos llenos de lágrimas y se lanzó a los brazos de su padre. — No me quiero morir. — Sollozó.
Germán acarició la cabeza de su hija en un intento por calmar su llanto. — Solo fue una pesadilla, todo estará bien. — La consoló.
— No, nada estará bien. — Negó mientras se separaba del hombre. — No tiene caso que ignoremos la verdad, sabemos que nada está bien. — Las lágrimas corrían por su mejilla al aceptar por primera vez la verdad frente a su padre. — No me quiero morir. — Confesó por segunda vez su mayor temor.
— Y no pasará, ahora tienes la opción de operarte, solo debes tomar la decisión. —  Dijo secando las mejillas de su temerosa hija.
Una vez estuvo más calmada, decidió exteriorizar las preguntas que no dejaban de atormentarla. — ¿Y si algo sale mal? ¿Si no resulta como esperamos? El médico dijo que no es cien por ciento seguro, tiene sus riesgos.
La miró a los ojos frustrado por no tener respuestas para sus preguntas, las mismas que él se hacía y a las que tanto miedo le tenía. — Ya no pienses en eso, descansa y mañana hablaremos ¿si?
— Está bien. — Accedió sin saber si sería capaz de hacerlo.
— Descansa. — Besó la frente de su hija y salió del dormitorio.
Una vez su padre había abandonado el cuarto, Violetta se dispuso a dormir pero el miedo que le había causado aquella pesadilla no le permitía conciliar el sueño. Giró una y otra vez sobre la cama pero ninguna posición le resultaba cómoda, su mente estaba demasiado ocupada luchando con el miedo y pensando en la decisión que debía tomas como para relajarse. Y así pasó el resto de la noche, dando vueltas en su cama y analizando todo.

Esa mañana, a diferencia de las anteriores, se levantó con el primer aviso de su alarma. Exhausta por la falta de sueño arrastro los pies hasta el baño, se dio una ducha con la esperanza de despejarse pero de nada sirvió, al mirarse en el espejo pudo comprobar que se veía tan cansada como se sentía. Sabía que lo correcto sería esforzarse en arreglar su aspecto para disimular su fatiga pero no era capaz, su mente y cuerpo se negaban a hacer más esfuerzo del necesario por lo cual se limitó a secar su pelo y pasar un peine por él lo suficiente para desenredarlo.
Una vez devuelta en su dormitorio se dispuso a alistarse para su día en el Studio, la ropa en su armario y deseó tener menos faldas y vestido, en momentos así solo quería algo con lo que pudiera sentirse cómoda. Luego de buscar por unos minutos se decidió por un pantalón de jean, una blusa color turquesa, una campera de jean en el mismo tono que la blusa y unos zapatos con poco tacón. Por último tomó sus lentes oscuros, sabía que no combinaría, tampoco había mucho sol para usarlos pero necesitaba ocultar sus ojeras y su energía no era suficiente para maquillarse.

— Vilu ¿qué haces con lentes de sol? — Preguntó su tía cuando se unió a la mesa.
— Me gustan. — Se limitó a responder.
Germán la miró extrañado. — ¿En serio? Nunca los usas.
— Lo sé pero los encontré y quise usarlos. — Se encogió de hombros. — ¿Tan mal me quedan?
— No, solo nos pareció raro. — Contestó Angie.
— ¿Estás mejor de la pesadilla? — Germán cambió el tema de conversación.
— Si, solo fue un mal sueño pero ya pasó. — Mintió.
Angie la observó mientras bebía de su taza, la conocía demasiado bien para saber cuando algo le sucedía. — ¿No quieres contarnos?
— Parecía como si estuviera viendo una película... — Explicó para luego relatar la razón de sus gritos nocturnos, claro que omitiendo la parte en la que no volvía a dormir por miedo a soñar lo mismo o algo peor. — En verdad fue horrible escucharte leyendo mi lápida. — Concluyó mirando a su padre.
La mesa quedó en completo silencio por unos minutos, el relato de la joven los había estremecido a ambos.
— Tranquila, solo fue una pesadilla y nada más. — Angie acarició la mano de su sobrina.
— Fue más que eso, ese sueño me ayudó a tomar una decisión.
— ¿Una decisión? ¿Hablas de la operación? — Violetta asintió como respuesta a su padre.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora