Capítulo 24.

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Tres meses después…

El tiempo pasaba más rápido de lo que todos esperaban, los ensayos del Studio para el show anual se habían acabado, la presentación había pasado pero cuando todos creyeron que era el final Pablo, su director, les anunció la noticia de que el show sería presentado en España. La emoción y el nerviosismo acortó aún más los días, cuando quisieron darse cuenta llevaban una semana en aquel país preparando todo para la gran presentación.

Las chicas se encontraban en su habitual reunión que llevaban a cabo en una de sus habitaciones del hotel.
— ¿Os puedo hacer una pregunta? — Natalia les preguntó dudosa. Automáticamente todas se sentaron en la cama. — ¿Vosotras creen que Maxi me engañe?
— ¿Por qué nos preguntas eso? — Ludmila la miró extrañada.
— No lo sé, hace tiempo que se comporta raro. — Señaló. — Llevamos una semana aquí y no salimos juntos a ningún lugar, además tiene esos llamados extraños.

En la habitación cruzando el pasillo el joven Maximiliano se encontraba recostado en su cama, ajeno a la charla que mantenía el resto de sus amigos allí presentes.
— Hay que hablar con él de una vez. — León les habló a sus amigos.
Diego asintió. — Sí, lleva demasiado tiempo actuando raro.
— Maxi, debemos hablar. — Le anunció Broduey a la vez que todos tomaban asiento a su alrededor.
Se incorporó en la cama. — ¿Qué sucede?
— Eso deberías decirnos tú.
— ¿De qué hablas Fede?
— No te hagas, estás actuando muy extraño últimamente. — Le indicó Andrés.
— Y comienzas a preocuparnos. — Confesó Diego.
Maxi observó a los cinco chicos. — No deberían, estoy bien.
— Desde que llegamos no dejas de salir del hotel sin decir a donde vas, no dejas que nadie te acompañe y tampoco sales con nadie, sin mencionar las constantes llamadas misteriosas. — León se encargó de mencionar todos los hechos.

— Quizás lo mejor sea que aclaremos las cosas con él. — Propuso Camila.
Natalia dejó escapar un suspiro. — ¿Pensad que no he intentado?
Francesca se puso de pie. — Pero ahora iremos todas.
— ¿A-ahora?
— Sí Natalia, ahora ponte de pie. — Le ordenó Ludmila.

— Les digo en serio, no sucede nada.
— Somos tus amigos, puedes confiar en nosotros. — Le recordó Broduey.
— ¿Justo ahora nos tienen que interrumpir? — Federico se quejó al escuchar los golpes en la puerta.
Andrés caminó hacia la puerta. — ¿Qué hacen aquí? — Preguntó al abrir.
— Tenemos que hablar con Maximiliano. — Le informó Ludmila adentrándose en la habitación.
— Chicas, estábamos hablando de algo importante. — Diego dirigió su mirada a sus cuatro compañeras.
— Esto también es importante, queremos que Maximiliano nos explique por qué actúa tan raro. — Francesca cruzó sus brazos mirando fijamente al chico sobre la cama.
— Justamente de eso estábamos hablando. — Les comentó Broduey.
— Perfecto, llegamos a tiempo para oír la explicación. — Camila se sentó en la cama continua acompañada por sus amigas.
El chico cuestionado miró a todos a su alrededor, literalmente lo tenían rodeado. — De acuerdo, se los diré. — Se dio por vencido. — La verdad es que no dejo de pensar en Violetta.
Los ojos de Natalia se abrieron a más no poder por la sorpresiva confesión de su pareja. — ¿Cómo que no dejas de pensar en ella?
Maxi negó rápidamente. — No de esa manera, me refiero a que al estar aquí la extraño más.
— ¿Qué tiene que ver este lugar? ¿Ella no es de Argentina? — Federico lo miró confuso.
— Si pero hace unos meses se mudó a Europa. — Le explicó el chico. — Y sé que es una locura pero el solo pensar que podemos estar en la misma ciudad, hace que la extrañe.
Francesca dejó escapar un suspiro. — Te entiendo, me pasa lo mismo pero ella decidió alejarse y perder contacto no todos. — El recordatorio de la joven impregnó el ambiente con una leve tristeza.
— De todas formas, todavía hay algo que no nos dices. — León volvió su atención hacia Maxi. — ¿Por qué siempre sales solo? ¿Y qué son esas llamadas tan extrañas que tienes?
— Ya les dije que no hay ninguna llamada extraña ni yo me comportó de ese modo, si salgo solo es porque a veces me gusta salir a despejarme.
— Supongamos que te creemos, que te gusta despejarte y todo eso. — Habló Ludmila. — ¿No podes salir a pasear ni una sola vez con nosotros?
— Claro que puedo, simplemente no me di cuenta. — Maxi se encogió de hombros intentando restarle importancia.
Francesca observó a su amigo unos segundos. — Con las chicas tenemos una duda.
— ¿Qué? — El chico frunció el ceño, conocía demasiado bien a sus amigas y sabía que cuando ellas eran cautelosas, no podía ser nada bueno.
— ¿Hay otra chica? — Camila preguntó sin dudar provocando el asombro en todos los presentes.
— ¿Qué? — Maxi las miró atónito. — Claro que no ¿cómo pueden pensar eso? — Las cuestionó pero fueron interrumpidos por los leves golpes en la puerta.
— Yo voy. — Diego se apresuró a ponerse de pie y caminar hacia la puerta. — ¿Hola? — Saludó dudoso al joven parado del otro lado de la puerta.
— Hola, tengo una entrega para Maximiliano Ponce. — Informó el muchacho sosteniendo una bolsa de regalo.
— Claro, ahora lo busco.
— ¿No puedo dejárselo a usted?
— Eh… Si, claro.
— Necesito que me firme aquí. — Le pidió extendiendo una planilla para que Diego firmara. — Gracias. — Dijo para luego entregarle la bolsa.
Diego despidió al muchacho para luego cerrar la puerta. — Maxi, llegó esto para ti. — Le informó acercándose a la cama de su amigo.
Maxi recibió el paquete con extrañeza. — ¿Qué es? — Su amigo se encogió de hombros.
Bajo la mirada atenta de todos sus amigos, Maximiliano abrió la bolsa de regalo y sacar de ella un pequeño oso de peluche vestido con un pantalón de jean azul, una remera de mangas cortas color roja, una gorra con visera del mismo color y un collar de metal colgando de su cuello. Al joven le fue inevitable sonreír.
— ¿Quién te lo envió? — Preguntó Andrés.
El regalo no estaba acompañado por ninguna tarjeta pero podía imaginarse quién lo había hecho. — No lo sé. — Mintió. El sonido de su celular no le dio la oportunidad a nadie volver a cuestionarlo. — ¿Hola? — Se apresuró a responder.
— ¿Te gustó? — Preguntó una voz entusiasmada del otro lado de la línea.
Maxi negó con una sonrisa. — ¿Fuiste tú?
— Si ¿no te gustó? — La alegre voz se fue apagando.
— Cómo no me va a gustar, es muy lindo. — Respondió mirando el peluche en su mano. — Pero no debías molestarte.
— No es ninguna molestia para mí, menos aún si te gustó.
Maximiliano negó con la cabeza. — Supongo que solo me queda decirte gracias, sé lo terca que puedes ser.
— Seré un poco terca pero aun así me quieres.
— Eso no lo dudes ni por un segundo. — Le aseguró. — Debo colgar, estoy con los chicos.
— Está bien, te mando un beso.
— Otro para ti. — Se despidió.
Al finalizar la llamada, se encontró con la mirada atenta de sus compañeros.
— ¿Quién era? — Se animó a cuestionar Natalia.
— Nadie importante. — Intentó restarle importancia.
— ¿Nadie importante? — Broduey arqueó una ceja. — Alguien que te envía un regalo y que te llama para averiguar si te gustó, parece bastante importante.
— Maxi, dime la verdad ¿Me estáis engañando? — La voz de la española era firme pero se podía notar la preocupación en ella.
— ¿Qué dices Natalia? Yo solo tengo ojos para ti, eres a la única que amo. — Aseguró el joven. — Los llamados y mi supuesta actitud extraña no tiene relación contigo ni con ninguno de ustedes. — Miró rápidamente a cada uno de sus amigos. — Todo está bien pero si ustedes no quieren creerme o prefieren pensar que yo te engaño, — Volvió su mirada hacia su novia. — es su problema. — Comenzó a levantarse de la cama. — Ahora, con su permiso, necesito ir a dar una vuelta y comer algo.
— Maxi… — León lo llamó pero el muchacho lo ignoró abandonado aquel cuarto.
Luego de unos minutos en silencio, Diego habló.— Quizás no te esté engañando Naty, no lo creo capaz de hacer algo así pero definitivamente algo le sucede.
— ¿Por qué mejor no vamos en el centro comercial? Así te distraes un poco Nat. — Propuso Ludmila al ver la tristeza en su amiga.
— Mejor vayan vosotras, yo no tengo ánimos.
— Vamos Naty, te haría bien salir un rato. — Camila insistió.
— Vayan ustedes chicas, yo me quedo a hacerle compañía.
— De acuerdo. — Ludmila terminó por acceder segundos después.
Luego de despedirse de sus amigos, las cuatro chicas se retiraron del cuarto y se dirigieron a sus respectivas destinos; por un lado, Camila y Ludmila al centro comercial y por el otro, Francesca y Natalia volvieron a su habitación del hotel.

— Cam ¿Yo estoy viendo mal o ese es Maxi? — Ludmila señaló hacía una cafetería a pocos metros de ellas.
Camila siguió la mirada de su amiga. — Sí, es él. Pero ¿Quién es ella? — Preguntó refiriéndose a la chica sentada frente a su amigo.
— No tengo idea, no logro verle la cara.
— Debemos tomarle una foto.
La rubia volteó hacia su amiga. — ¿Una foto? ¿Para qué quieres sacarle una foto?
— Así después no podrá negar nada.
— Tienes razón. — Concordó. Rápidamente apuntó la cámara de su celular en dirección al chico, capturando el momento justo. — Debemos hablar con Nat. — Sentenció mientras tomaba del brazo a su compañera para caminar.

— Será mejor que vuelvas, no quiero seguir causándote problemas.
— No te preocupes, tú no me causas ningún problema. — Le garantizó con una sonrisa.
— Eres muy lindo conmigo pero ¿si te regañan y no te dan más permiso para salir?
— De acuerdo, ya me voy pero ¿estás segura de que te encuentras bien?
— Que si, ya deja de preguntarme. —Le pidió. — Ahora mejor vamos, tú debes volver al hotel y yo a mi casa.
— ¿Mañana a la misma hora?
— Como siempre.

En el camino regreso al hotel, Ludmila le envío un mensaje a Francesca y Natalia para que se reunieran en la habitación de sus amigos.
— ¿Y bien? — León miró a las dos chicas sentadas frente a ellos.
— Antes de contarles, Nat quiero que sepas que en cuanto llegue, yo misma lo mato. — Ludmila dijo con total firmeza.
Federico arrugó la frente. — ¿Ahora a quien y por qué quieres matar?
— Con Ludmila estábamos en el centro comercial cuando pasamos por una cafetería y lo vimos, vimos a Maxi… — Titubeó antes de continuar. — con una chica.
— ¿Una chica? ¿Y eso que tiene de malo? — Andrés las cuestionó.
— Que se veían muy cercanos, miren. — Ludmila les mostró la pantalla de su celular, donde se podía ver a su amigo sonriendo mientas sostenía la mano de la desconocida.
Las miradas de todos se desviaron de la imagen hacía la entrada, fulminando con la mirada al chico que acababa de ingresar.
— ¿Sucede algo?

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora