Capítulo 26.

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La sorpresa invadió a todos los presentes. Incrédulos de la escena que estaban presenciando, sumidos en un silencio y una calma idéntico al que precede la tormenta.
Natalia caminó hasta posicionarse entre ambos jóvenes. — ¿Con ella estáis engañando? —
— ¿Qué? — Maxi parpadeo varias veces antes de salir del estupor. — Claro que no. Yo no te engaño con ella ni con nadie.
— ¿Es ella? — Federico preguntó a sus amigos. Nadie respondió, estaban demasiado ocupados observándola con evidente enfado en sus ojos. — Eres Violetta ¿verdad? — Fijo su mirada en la joven.
Ella asintió levemente. — Tú debes ser Federico ¿no? — Él le hizo un gesto a modo de afirmación. — Y tú eres Diego. — Dirigió su mirada al otro chico.
— Un gusto. — Dijo Diego casi como una pregunta. La verdad era que nadie sabía cómo reaccionar ante aquella situación.
— ¿Podrías dejar de pretender que esto es un encuentro agradable? — Le pidió Ludmila con enfado.
La pequeña y educada sonrisa de Violetta se desvaneció. La culpabilidad y el temor comenzaron a crecer dentro de ella. Sentía culpa por todo lo que había causado y temor por la llegada del momento que tanto quiso evitar y para el que no creía estar alguna vez lista.
— Los llamados, las salidas y los regalos… eras tú. — Dijo León. La joven dirigió rápidamente su mirada al lugar donde provenía la voz.
Escuchaba el ruido que los rodeaba, los murmullos del grupo de jóvenes que la rodeaba pero no distinguía ni una sola palabra que estos pronunciaban. No podía ni quería dejar de mirarlo, después de tanto tiempo al fin lo tenía ante sus ojos provocando que un sin fin de sentimientos formaran un huracán en su interior.
Una parte de ella quería correr a sus brazos y por otro lado, deseaba poder ponerse de pie y alejarse lo más rápido que pudiera de aquel lugar, de ellos, de él. Odiaba no poder hacer ninguna de esas cosas.
En cambio, giró su cabeza hacia la pelinegra de rulos. — Natalia, te juro que no es lo que tú crees. — Le aseguró. Pasó su mirada por todos a su alrededor. — Sé que esto se puede malinterpretar pero en verdad no es lo que piensan.
Broduey dejó escapar una risa burlona. — Solo te falta decir que no es lo que parece.
— Todo tiene una explicación. — Les aseguró Maxi.
— La señorita desaparece luego de tratarnos fatal y después de meses sin saber nada de ella ambos se encuentran a escondidas ¿Y tienen el descaro de decirnos que todo tiene una explicación? ¿Qué no pensemos mal? — Habló una Camila mordaz.
Hubo un tiempo en que habría hecho frente a la situación, parado la discusión y hacerse escuchar. Pero rodeada por ellos, por sus acusaciones y por su propio miedo, era incapaz de hacerlo.
— Será mejor que me vaya Maxi.
— ¿En serio piensas huir? — El tono cortante era inusual en Andrés.
— Chicos… — Les advirtió Maxi.
Natalia hizo caso omiso. — ¿En verdad pretendes salir corriendo, escaparte al igual que lo hiciste hace meses?
Violetta sintió como sus palabras viajaban desde sus oídos hasta su pecho, instalándose en forma de un dolor punzante. No pudo evitar derramar una lágrima.
Ver aquella lágrima en el rostro de su amiga fue, literalmente, la gota que rebalsó el vaso para Maxi. — Ya basta, se están sobrepasando.
— ¿Y ustedes no? Ocultarse de todos y engañar a tu novia con la que alguna vez fue nuestra amiga ¿Qué es sino sobrepasarse? — Francesca habló con dureza.
Rápidamente al grupo se envolvió en una repetitiva discusión; primero se escuchaba un reproche o acusación hacía el par sentado, luego Maxi repetía que todo tenía una explicación y así continuaron durante un tiempo.
Al mismo tiempo que aquella discusión sin fin se llevaba a cabo Diego codeó al chico a su lado, Federico, para llamar su atención. Cuando este Lo miró su compañero le indicó con un gesto el lugar donde se encontraba una silenciosa y notablemente afectada Violetta.
Ambos chicos intercambiaron miradas y supieron que era un momento de intervenir.
— ¿Por qué no dejáis que se expliquen? — sugirió Diego.
— No ganarán nada discutiendo de esta manera. — Federico intentó hacerles entender.
— ¿Qué nos expliquen qué? — Natalia les preguntó enojada. — Está todo muy claro. Mientras nosotros estábamos mal por Violetta y nos preocupábamos por Maxi, ellos estaban saliendo a escondidas
Lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de Violetta. — No es así. — Dijo con desesperación. — En todo caso si alguien tiene la culpa de algo, esa soy yo.
Maxi no dudó en ir a consolar a la chica. Se puso en cuclillas junto a su lado y alzó la mano para apartar las lágrimas que se desprendían de los ojos cafés pertenecientes a su amiga. — No llores. — Le rogó. Desvió su mirada hacia el resto. — Me imagino que estarán satisfechos ¿no?
— Déjalos. — Le pidió Violetta con la voz entrecortada. — Lo mejor será que yo me vaya.
— Se te está haciendo costumbre huir de los problemas. — Le señaló León.
La punzada en el pecho de Violetta incrementó. No sabía que le dolía más, si el hecho de que esas palabras fuesen demasiado ciertas o escucharlas de él.
— Deberían… — Diego intentó hablar.
Francesca lo interrumpió. — Es mejor que no intervengan, no pueden ayudar en esto.
Federico insistió. — En serio chicos, creo que hay algo que…
— No Fede. — Ludmila lo hizo callar. — Aquí la única que debería hablar eres tú, Violetta.
La chica observó a todos a su alrededor, solo había una cosa que en verdad deseaba decirles. — Perdón. — Dijo sin más. — Les pido perdón por todo, más que nada por cruzarme en sus vidas. Estaban mejor sin mí estropeando todo.
Aquella declaración tomó por sorpresa a todos, sin dudas ninguno había esperado jamás escucharla decir esas palabras. Es verdad que siempre esperaron algún tipo de disculpas pero nunca que fuese por entrar en sus vidas.
Los observó por un par de segundos más. Nadie dio ninguna clase de respuesta. — Chau chicos. — Se despidió con tristeza.
— Déjame ayudarte. — Le dijo Maxi parándose para luego situarse detrás de ella.
— ¿Con qué… — León dejó su pregunta inconclusa. Todos se quedaron pasmados ante lo que ocurría frente a sus ojos; Maxi hizo retroceder la silla junto con Violetta y en una ágil maniobra la hizo quedar de espaldas a ellos, luego comenzó a avanzar llevándose a la chica con él.
— ¿Ella… eso era…? — Andrés hizo un absurdo intento por formular una pregunta coherente.
— Está en sillas de ruedas. — Afirmó Ludmila aún sin terminar de creer lo que sus ojos veían.
— Es lo que intentábamos decirle con Diego.
— ¿Y por qué no lo hicieron? — Le recriminó Natalia.
— Intentamos pero vosotros estabais demasiado ocupados en pelear par siquiera notar la silla. — Diego les señaló con cierta molestia.

Violetta, una historia no tan feliz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora