Capítulo 22.

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Los músculos bajo su camisa se tensaron, pudo sentir como su corazón se detuvo por un segundo y el alma se le escapaba junto a un suspiro. Acarició la delicada mano que estaba envuelta en las suyas, quitó la mirada del hombre frente a él y la posó en su amada hija.
Respiró profundo intentando contener las lágrimas. — Debe haber algo que se pueda hacer.
— Estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance. — Le aseguró. — Sé que es una situación difícil para usted pero no pierda las esperanzas, siga hablando con ella, que sienta que está acompañada.
— ¿Usted cree que me escuche? — Germán volvió su atención al doctor.
— Hay estudios que demuestran que el escuchar las voces de familiares o seres queridos ayuda significativamente a su recuperación, así que no deje de hacerlo porque no solo le hace bien a ella, sino también a usted. — Le explicó el doctor.
Una media sonrisa se formó en Germán. — Muchas gracias, lo seguiré haciendo.

Las intenciones del grupo de jóvenes se vio interrumpida cuando dos chicos ingresaron al lugar.
— Disculpen ¿aquí es la clase del profesor Pablo? — Preguntó el castaño con un marcado acento español.
— Si es aquí, él tiene que estar por llegar. — Se encargó de informarles Broduey.
— Genial, creímos que llegamos tarde a nuestra primera clase. — El acento italiano del segundo chico estaba cubierto por alivio.
— ¿Su primer clase? — El par de chicos asintió a la pregunta de Maxi. — En ese caso déjenme darles la bienvenida al Studio, soy Maxi y ellos son mis amigos. — Y procedió a presentar a cada uno del grupo.
— Es un placer, yo soy Diego y él — Se presentó el español para luego señalar al chico a su lado. — es Federico.
— Es un placer. — Les dedicó una sonrisa el joven presentado como Federico.
Antes que alguien volviese a hablar un apresurado Pablo hizo su entrada al S.U.M.
— Veo que ya conocieron a los nuevos. — Dijo al ver a los dos chicos con el resto de sus alumnos. — Me van a tener que disculpar, tengo un día muy atareado por algunos papeles del ingreso y no podré darle la clase de hoy. — Se disculpó. — Chicos, háganme el favor de darles una buena bienvenida a los nuevos y explicarles un poco sobre nuestro manejo.
— No se preocupe Pablo, nosotros nos encargamos. — Lo tranquilizó Ludmila.
— Gracias, ahora debo irme. — Dijo comenzando a caminar.
— Pablo, espere. — Camila lo detuvo. — ¿Podemos hablar con usted?
— Claro ¿qué pasa? — Los miró confuso.
— En realidad queríamos pedirle un favor. — Le explicó Natalia. — ¿Usted podría darnos el número de Violetta o el nombre de la academia?
El director dejó ir un suspiro. — Lo siento chicos, esta vez no podré ayudarlos. No tengo ningún dato sobre Violetta, no dejó ningún número ni dijo a que academia iría.  — Les explicó con pesar.
— ¿Qué? ¿Por qué? — Pablo se quedó mudo ante el cuestionamiento de Andrés.
— Vaya Pablo, yo me encargo. — Le indicó Maxi pero su profesor seguía sin moverse. — Usted tiene cosas de que ocuparse, yo hablo con ellos. — Volvió a insistir logrando que el hombre accediera y saliera del lugar.
Todos las miradas se concentraron en el joven. — ¿Qué nos estás ocultando? — La voz de León sonó más grave de lo normal.
— Es mejor que lo dejemos para después, no querrán que el primero día de Diego y Federico sea presenciando nuestra discusión ¿no?
— Te salvaste, por ahora. — Ludmila utilizó su tono amenazador. — Perdón por todo esto, no crean que siempre somos así. — Les habló apenada a los dos chicos frente a ellos.
— No se preocupen, se nota que es importante para ustedes. — Federico habló amablemente.
— Si no les molesta que pregunte ¿qué sucede con esa tal Violetta? — Indagó Diego.
— Es una historia larga pero en resumen era una muy buena amiga, hace un mes se fue a estudiar a Europa y no tenemos manera de hablar con ella. — Explicó rápidamente Camila.
Diego los miró extrañado. — No entiendo, si era tan buena amiga suya ¿por qué no tienen su número?
— Digamos que el último tiempo no fue el mejor en nuestra amistad, decidió alejarse de nosotros. — La tristeza aún invadía a León al pensar en aquello.
— Decidimos intentar hablar con ella para aclarar las cosas pero no la podemos ubicar y es evidente que Maxi nos oculta algo. — Francesca clavó su mirada en el chico.
— Solo digo que a veces hay cosas que es mejor dejarlas como están y quedarse con los buenos recuerdo.
Federico analizó detalladamente a Maxi. — Por lo que entiendo ella se fue estando distanciada de ustedes y no dejó dicho como localizarla ¿no?  — Habló con cautela.
Broduey asintió— En resumen.
— No os enojéis pero… ¿no habéis considerado que quizás ella no quiere tener contacto con vosotros? — La pregunta de Diego no fue bien recibida, las chicas comenzaron a negar la idea y justificarla hablando todas al mismo tiempo.
— Chicas... — León hizo un primer intento por calmarlas. — ¡Chicas! — Alzó aún más la voz logrando que guardaran silencio.
— Disculpadme, no os quise hacer enfadar.
Maxi exhaló con fuerza. — Es mi culpa, debí decirles antes. — Todas las miradas volvieron a estar sobre él.
— ¿Decirnos qué? — Andrés se animó a preguntar.
— Lo siento pero sabía que se pondrían así, por eso les dije que era mejor dejar las cosas como estaban
— Habla de una vez Maximiliano. — Le exigió Natalia.
— Violetta pidió que no la llamemos, no quiso seguir en contacto. — Confesó la mentira que la mismísima Violetta le había pedido decir. La sorpresa y tristeza se mezclaron en un incómodo silencio.
Federico aclaró su garganta antes de hablar. — Si les pido ver una foto de ella para conocerla ¿volvería esto más incómodo? — Y aquel absurdo comentario reemplazó la tristeza por un par de risas.
— Claro, déjenme buscar en mi celular. — Dijo Francesca desbloqueando su teléfono para comenzar a buscar en su galería de fotos. — Es ella. — Les indicó enseñándoles una foto donde ambas amigas, Violetta y Francesca, estaban sentadas en las escaleras del edificio.
— Es realmente guapa. — Admitió Diego.
—  Si estuviera en tu ligar, no lo volvería a decir. — Le advirtió Maxi.
Federico lo miró. — ¿Es tu novia?
— Claro que no. — León se adelantó a responder.
— Ah… ya veo cuál es el problema. — Una sonrisa divertida apareció en el resto del grupo. — Tranquilo, ya entendí. Está prohibida.

Cuando la última clase llegó a su fin, Maxi se despidió rápidamente de sus amigos para salir del edificio e iniciar su viaje hacia el hospital.
Se paró frente la puerta de la habitación, respiró profundo preparándose mentalmente para ver a su amiga recostada en aquella camilla y siendo monitoreada constantemente, no importaba que le hubiese visto así durante todo un mes, nunca se acostumbraría.
— Hola princesa. — La saludo caminando hacia la silla que estaba junto a ella. — ¿Qué crees? — Le preguntó mientras tomaba su mano. — Hoy finalmente los chicos admitieron que no te odian, solo les dolió las cosas que les dijiste y si, ya sé que lo hiciste por ellos. La importante es que te quieren, hasta están buscando la manera de hablar contigo pero tranquila, ya les dije lo que me pediste. Pensé que te alegraría saberlo. — Hizo una pausa antes de seguir. — Hoy conocimos a dos de los nuevos alumno; Diego y Federico, parecen realmente agradables. Espero que no se fijen en Natalia. — Sonrió. — Ya sé que me dirás que debo animarme a decirle lo que siento pero no es tan sencillo, tú lo sabes.

— Muy bien princesita, la noticia que te traigo seguro te hace levantar de esa cama en la que llevas dos meses. ¿No te aburres de dormir? — Bromeó — Empecemos por hacer un repaso de este último mes ¿si? — Como era costumbre, guardó silencio esperando por una respuesta que jamás llegaba. — Tenemos los ensayos que van cada día mejor, estoy seguro de que este año nos vamos a lucir con el show. — Le aseguró entusiasmado. — Luego están las parejitas; Ludmila y Fede, Fran y Diego y Cami y Broduey ¿qué te puedo decir? todos tienen sus problemas pero nada realmente grave. — Acarició la mano de su amiga. — Me animé, al fin le dije a Natalia que fuera novia y, como debes saber por qué estoy seguro de que lo haces, me dijo que sí. — Confesó con una reluciente sonrisa. — Por último está León, — Dijo con más seriedad. — estamos preocupados por él. Nos dijo que hizo la promesa de no volverse a enamorar, dice que nunca podría sentir lo mismo que siente por ti. — Suspiró. — Sabes que yo te amo princesa pero creo que él debería…
— L-León.

Violetta, una historia no tan feliz.Where stories live. Discover now