Capítulo 33.

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— Yo… no debí… — Balbuceó Diego una vez terminó el beso.
— Fuimos los dos. — Dijo con calma la muchacha.
— ¿Y qué significó? — Le preguntó mirándola fijamente a los ojos.

El insomnio se volvió a adueñar de León por tercera noche consecutiva, no dejaba de dar vueltas en la cama pensando en ella. Desbloqueó la pantalla de su celular y rebuscó en la galería de fotos.
— Perdón, fui un idiota. Lo que menos que quiero es que sufras y menos aún por mi culpa. — Hablaba mirando una foto de Violetta. — Te amo tanto. — Suspiró.
— Estoy seguro de que ella siente lo mismo.
Sorprendido, León apartó la mirada del celular para mirar a su amigo. — Maxi… — Dijo al reconocerlo. — ¿Hace mucho que estás despierto?
Maxi caminó hasta la cama de su amigo y tomó asiento en el borde. — Lo suficiente para saber que ambos están sufriendo y tú no haces nada para solucionarlo.
León se incorporó en la cama. — No es tan sencillo, ya le dije todo lo que sentía y ella decidió no perdonarme. No puedo obligarla.
— Es verdad, no puedes. — Concordó su amigo. — Aunque ambos sabemos que ese no es el problema.
— ¿De qué hablas?
— Aquí el verdadero problema es tu orgullo. — Lo acusó provocando que León pusiera sus ojos en blanco. — No me importa la cara que hagas, tú y yo sabemos que es verdad. Eres demasiado orgulloso para ir y pedirle perdón las veces que sea necesarias solo porque te rechazó la primera vez. Pero ¿qué esperabas? Acababa de suceder, ella estaba muy ilusionada pensando que en algún momento le volverías a pedir que fuera tu novia. — León se quedó en silencio. — Espero y no te arrepientas demasiado tarde. — Dijo poniéndose de pie.
— Espera. — Lo detuvo el chico de ojos verdes. — ¿Qué quieres decir con demasiado tarde?
— Ella te ama y tú le hiciste daño, más del que te puedes imaginar. Y aunque ella te ame no significa que se va a quedar toda la vida esperando, ella sufrió demasiado y aprendió a ser fuerte. Ahora podrá sufrir pero va a llegar el día en que siga adelante, en que volverá a enamorarse. — Maxi hizo una breve pausa antes de agregar — O quizás no, quizás no tenga el tiempo suficiente pero eso ya no importará, porque tú la habrás perdido de una u otra forma.
— No sé qué quieres que haga.
Maxi negó levemente. — Nada. Yo solo te digo que ella te ama y que si tú no reaccionas la vas a perder.
— ¿En verdad crees que me ama? — Le preguntó León dudoso.
— Alguna vez ella me confesó que eras el amor de su vida y yo la conozco, ella no va a dejar de sentir eso de un día para el otro. — Aseguró. — Ahora, vamos a dormir. — Se despidió y volvió a acostarse en su cama.
León desbloqueó nuevamente su celular y observó la foto en él. Ahí estaba ella, mirando a la cámara con sus hermosos ojos cafés y una sonrisa que lo enamoraba cada día más. — No puedo perderte.

Violetta se sentó en la cama y giró para quedar de frente del joven. — Tú sabes que yo estoy enamorada de León y yo sé que tú lo estás de Francesca.
Él asintió. — Entiendo. Es mejor que lo olvidemos.
— Déjame terminar. Ambos sabemos que uno no se desenamora de un día para el otro pero tampoco podemos seguir sufriendo por personas que no nos valoraron.
— ¿Entonces?
— Digo que dejemos que las cosas fluyan, ver a dónde nos lleva la vida. Claro, si tú también quieres. — Le propuso con timidez.
— La verdad es que la pasamos muy bien juntos y en verdad te quiero mucho. Veamos a dónde nos lleva la vida. — Aceptó sonriéndole.
— Pero debemos prometernos que no nos haremos sufrir, que en cuanto uno de los dos sienta que no funciona o que no podamos olvidarnos de ellos, lo dejaremos de intentar y volveremos a ser amigos. — Le pidió.
— Jamás haría algo para hacerte sufrir. Además, escucharlos me hizo entender que es mejor olvidarlos.
El recuerdo del día anterior invadió la mente de la joven muchacha.
Les había costado toda una noche de debate y llanto por parte de la chica, pero finalmente habían tomado una decisión, mantendrían una conversación tranquila y les darían la oportunidad de ser escuchados.
Violetta y Diego estaban parados frente a la puerta del cuarto de hotel de sus amigos. El muchacho alzó su mano para golpear cuando su amiga lo detuvo.
— Espera… — Susurró. — Están hablando de nosotros. — Le hizo señas de que escuchase.
— ¿Entonces? — Escucharon la voz de Andrés. — ¿Aún los quieren?
— Creí estar enamorado de ella, — Distinguieron la voz de León. — pero creo que solo me trajo recuerdos volver a verla. — Diego volteó a ver a su amiga al escuchar esto. Ella tenía la mirada clavada en el suelo y él supo que se esforzaba por no llorar.
— ¿Y tú Fran? — La pregunta de Ludmila llamó la atención del pelinegro.
— Supongo que lo que sucedió fue por algo, si sintiera lo mismo que desde un principio no lo hubiese engañado ¿no?
El frío que sintió al oír esas palabras fue contrarrestando por el repentino calor en sus manos provocado por el agarre de Violetta.
— Es momento de irnos. — Le susurró la joven y tiró de él.

El silencio y tensión consumían la mesa donde se encontraba el grupo de amigos desayunando, las bromas y risas habían desaparecido desde hacía días. En la mitad del desayuno, el celular de Camila sonó llamando la atención de toda la mesa.
— ¿Hola? — Dijo llevándose el aparato al oído.
— ¡Cami! — Saludó una alegre voz del otro lado.
Camila abrió los ojos sorprendida y dio un vistazo rápido a su alrededor. — Violetta. — Al escucharla decir aquel nombre, todos intercambiaron miradas de asombro. En los últimos días no habían hablado mucho con ella o su amigo.
— ¿En serio es ella? — La cuestionó Maxi. — Ponla en altavoz, quiero saludarla.
La pelirroja asintió. — Vilu, estás en altavoz. — Le informó mientras presionaba el botón en la pantalla.
— Hola chicos.
— Hola Vilu. — Saludaron a coro sus amigos mientras León y Francesca intercambiaban miradas incómodas y se centraban de nuevo en sus tazas.
— Te extrañamos. — Confesó Natalia. — No te vemos hace días y casi no llamas.
— Perdón, nosotros también los extrañamos y mucho.
— ¿Cómo estás? ¿Y Diego? — Preguntó Federico.
— Los dos estamos bien. — Hizo una breve pausa antes de continuar. — Die sigue durmiendo, no sé imaginan lo que me cuesta levantarlo por las mañanas. Es todo un dormilón. — Bromeó.
— ¿A quién le dices dormilón? — Se escuchó una voz masculina de fondo.
— Hablando de él, se acaba de despertar. — Les explicó. — Ven, estoy hablando con los chicos.
— Pon el altavoz. — Se escuchó pedirle a Violetta. — ¡Buenas! — Habló al teléfono.
— ¿Vendrán a visitarnos? — La pregunta de Broduey terminó sonando más a una petición.
— Lo siento, hoy tenemos un día muy ocupado, tenemos que ir al supermercado y hacer otras compras. — Se excusó Diego.
Ludmila frunció el ceño. — ¿No piensan visitarnos más?
— Mañana sin duda vamos, lo prometo. — Aseguró Violetta.
— Ya debemos colgar, nos vemos mañana. — Se despidió Diego.
Violetta colgó la llamada y se giró hacia el muchacho parado junto a ella. — ¿Qué compras debemos hacer? La heladera está llena y, que yo recuerde, no necesitamos nada para la casa.
Él sonrió con picardía. — Lo sé, era una pequeña mentira. — Tomó las manos de la joven con delicadeza. — Quiero pasar el día solo contigo, ver a dónde nos lleva la vida. — Dijo guiñando un ojo al repetir las mismas palabras que había dicho ella la noche anterior.
Para ella fue inevitable soltar una pequeña risa y devolverle la sonrisa. — ¿Y qué tienes pensado?
— Había pensado empezar con un rico desayuno, dejar que la tarde nos sorprenda y terminar con una cena fuera.
— Me encanta la idea. Empecemos con ese desayuno. — Le dio un suave beso en la mejilla y lo condujo hacia la cocina.
Había momentos en que parecían simples amigos compartiendo una tarde juntos, en otros eran una pareja tímida que se observaba de reojo mientras miraban una película en la sala. La tensión aparecía y desaparecía constantemente, aún no estaban seguros de como debían actuar pero eso no les impidió divertirse y disfrutar del momento.
En la noche, como Diego había prometido, ambos fueron a cenar a un restaurante del centro de Madrid.
— Pasé una tarde genial. — Confesó Violetta. — Gracias.
— No tienes nada que agradecer, yo también la pasé muy bien. — Le dedicó una de sus usuales sonrisas.
— En verdad me divierto mucho con vos.
— Y yo contigo amor.
Violetta abrió los ojos de par en par. — ¿Cómo me dijiste?
El rostro de Diego comenzó a tornarse de color rojo. — Eh... yo… — Balbuceó nervioso. — Perdón, no quise incomodarte.
Violetta sacudió suavemente la cabeza y tomó su mano por encima de la mesa. — No, no me incomodas. Se escuchó lindo.
— ¿No lo dices para hacerme sentir bien?
— Si fuese así no haría esto. — Dijo inclinándose y tirando de él suavemente para encontrarse a la mitad del camino y depositar un dulce beso en sus labios.

Violetta, una historia no tan feliz.Where stories live. Discover now