Capítulo 7

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Al cruzar la puerta, Mathew Miranda y Verónica nos recibieron a Alex y a mí. Fue agradable reencontrarse con personas que, sin importar el pasar de los años y sin importar los caminos separados que habíamos tomado, seguían teniendo el mismo cariño hacia nosotras. O hacia mí. A fin de cuentas, fui yo quien se fue del pueblo al acabar el instituto.

Todos seguían aquí, unidos, pero parecían considerarme todavía parte del gremio.

Verónica llamó a Finch que estaba en la cocina alistando tragos de Jack Daniel's para sus amigos y sacando botellas de Baileys de una caja del mercado. Escuché los aullidos de algunos chicos cuando Finch, seguramente, había meneado las botellas para mostrar parte de lo que había comprado para esa noche. Cuando finalmente se acercó a nosotras, me abrazó fuerte de la cintura, me alzó y me sacudió. Reí fuerte, pero por supuesto no se escuchó nada por la música tremendamente alta.

Luego saludó a Alex y se marchó, no sin antes besar a Verónica y decirle algo al oído. No dijo mucho, supuse que no estaba muy confiado en dejar a tantos tipos pululando en la cocina y, sobre todo, alrededor de las cajas con alcohol. Alcohol del caro, vale aclarar.

Verónica trajo de la mano a Christine y a otras dos amigas. Una de ellas de la facultad de medicina, y eventualmente nos invitaron a ir a la pista, que en realidad constaba en la sala de estar sin muebles para hacer espacio, a bailar. Verónica nos dio un vasito de plástico con Whisky a cada una. Luego del primero, simplemente todo se sintió mejor.

Realmente, al principio no fue tan malo. Christine y Verónica bailaron hasta sudar. Alex no dejó de cantar las canciones que ponían de Madonna y Bananarama y de traer tragos de la mesa que teníamos al lado. Finch nos había regalado una botella de Jack Daniel’s para nosotras cuatro y unos chupitos de alguna mezcla con gomitas que había hecho en la cocina. Todo estaba de maravilla y ciertamente no había pensado en absolutamente nada todo ese tiempo. Sin embargo, todo empeoró cuando quise salir de la pelota y tomar aire.

La cuestión es que le dije a Alex que me sentía muy calurosa. Mi plan era ir al baño, mojarme la cara, salir al patio y regresar, todo en el menor tiempo posible, pero mientras intentaba salir, alguien me tomó de la cintura y me apretó fuertemente contra su cuerpo. Lo siguiente que supe es que tenía una nariz oliendo mi cuello y detrás de mi oreja.

—¿Qué demo…

—Siempre a vainilla —su voz impactó contra mi oído. Esa voz.

La piel de mis brazos se erizaron y con toda la fuerza que tenía me alejé. A nadie pareció llamarle la atención que un tipo apretujara a una chica en medio de tanta gente. Me sentí tranquila de ni estar sola, pero al mismo tiempo me puse nerviosa de estarlo.

—¿Qué haces aquí, Jonah?

—La fiesta es de mis amigos.

Recordé lo que ocurrió en el instituto con nosotros casi de inmediato. Finch y Mathew Miranda se alejaron de Jonah casi en el instante en que supieron lo que me había hecho. De cómo fui humillada y la forma tan cruel con la que había roto conmigo en medio del pasillo. Así que estaba mintiendo.

—La fiesta es de Finch y Finch no es tu amigo.

Jonah se encogió de hombros. —Da igual. Alguien me invitó y estoy aquí —me dio una mirada de arriba abajo. Recuerdo haberme sentido indefensa por ello—. Estás guapísima, Blair.

Quizás mañanaWhere stories live. Discover now