Capítulo 1

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Los Ángeles, California, noviembre de 1988

Era el inicio de la temporada fría cuando volvía a casa desde LA para visitar a mi familia. Eran finales de noviembre y había concluido otro año en la universidad.

Estudiaba psicología infantil en la UCLA desde hacía dos años. No había tardado mucho para darme cuenta de que era la carrera para mí; amaba a los niños y siempre me había fascinado la idea de ayudarles con su salud, así que, al terminar la secundaria, inmediatamente matriculé para la universidad. Desde entonces no había tenido descanso, a excepción de los meses que iba a pasar a Bluffton con mi familia antes de volver a Los Ángeles. Era agotador, pero papá era quien pagaba mis vuelos con tal de tenerme en casa una vez al año.

Era el único tiempo que tenía para dedicarles y si me pedían algún punto positivo para dar, podía decir que iba a casa en las mejores épocas del año. Y en la temporada más fresca.

—Nos iremos de fiesta en cuanto llegues —me dijo Alex al otro lado del teléfono.

Nick, mi compañera de habitación estaba limándose las uñas probablemente escuchando absolutamente todo. Mañana saldría mi vuelvo a las siete y media de la mañana para Bluffton, así que estaba empacando lo último y revisando que no se quedara nada.

Había perdido la cuenta, pero sabía que ya había revisado las maletas al menos treinta veces en toda la semana.

—Quiero creer que las inmensas ganas de verme son porque me extrañas y no por tu terrible fracaso amoroso.

El amor, a Alex y a mí, nunca se nos había dado bien. Alex era un enamoradiza de corazón blando que cualquier acto de amor le resultaba suficiente para creer que era el amor de su vida. Soñaba con casarse en la iglesia del pueblo, justo en la misma en la que sus padres contrajeron nupcias. Según ella traía suerte, pues sus padres llevaban más de veinte años casados. Era un matrimonio sano y muy sólido, pero si éramos realistas, sólo era porque sus padres eran maduros y hacían que el matrimonio funcionara.

Ya había habido más de cinco divorcios en el pueblo sobre casamientos en aquella misma iglesia, pero yo siempre me quedaba callada. No quería herir los sentimientos de Alex soltando semejante chorrada. Aunque creo que en el fondo ella lo sabía.

Luego estaba yo, que no tenía la experiencia de Alex. Nunca, a diferencia de Alex, me había puesto a pensar sobre el matrimonio. Se me hacía algo sumamente serio y delicado, igual que tener un bebé, además el único novio que había tenido había sido en la secundaria, hace seis años. Y terminó terriblemente mal.

Gracias a eso, desde mis diecisiete, me había hecho de la idea de que siempre sería un desastre para las situaciones amorosas. Jonah se había encargado de hacer papilla mi adolescencia y puede que por su culpa mis pensamientos se quedaran estancados y negativos. Pero yo nunca lo mencionaba, era un tema que intentaba evitar.

Por supuesto, desde entonces, no había salido con absolutamente nadie.

—¿Qué tal un poco de ambas? —preguntó, sonando animada, pero luego su tono regresó a un menos cero— Hazte un enorme favor y nunca te enamores.  El amor apesta.

—Y me lo dices a mí —gruñí, creyendo que al hacerlo lo suficientemente bajo nadie me escucharía.

—Sí, bueno, lo había olvidado. ¿Será que toda la población masculina es como Jonah?

Quizás mañanaWhere stories live. Discover now