Capítulo 15

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El día 21 de enero de 1989, estaba cumpliendo veintitrés años. Recordaba todavía ese cumpleaños. Alex me había comprado un lindo conjunto a cuadros rojos y blancos. Lo usé ese mismo día para la fiesta que había organizado Finch para mí en su casa. Mamá había hecho la lasaña que le pedí y mi padre me había regalado dinero. Dinero que por supuesto decidí guardar, como casi todo el tiempo. Bradley vino con una caja de cupcakes de los que hacía su madre. Fue como volver al pasado, a mi cumpleaños número quince, por ejemplo, cuando ella había hecho la decoración y los postres para mi fiesta.

Bryce se pasó por mi casa a eso de las seis de la noche para irnos a casa de Finch. Su regalo fue un lindo collar con un diminuto diamante colgando. No pregunté si era real o de fantasía, pero le conocía bastante para saber la respuesta. Más tarde esa noche, cuando llegamos a casa de Finch, bailamos Heaven is a place on Earth hasta que nos dolieron los pies. Pero Bryce acabó yéndose a casa temprano, a eso de las diez de la noche, porque se sentía indigesto.

Nuevamente no le vi lo malo.

Al día siguiente, un domingo, Bryce nuevamente pasó a buscarme, esa vez a las cuatro de la tarde, justo cuando el sol comenzaba a descender. Afortunadamente ese día se encontraba mejor. Hicimos una parada en el mirador sólo para observar el atardecer antes de ir a la casa de veraneo, donde Bryce tenía una cena sorpresa para mí. Había una mesa en el corredor frente a la playa y mucha comida. Dos platos a cada lado de la mesa, una candela en el centro y un bonito ramo de azucenas rosadas en la silla donde debía sentarme. Las tomé y me las llevé junto a la nariz. Luego lo miré.

Tenía las manos dentro de sus bolsillos y sonreía. Como siempre.

—¿Hiciste todo esto solo?

Sacudió la cabeza. —Brad y Finch me ayudaron. ¿Te gusta?

Me paré de puntillas y me incliné para besarlo. Suspiré.

—Me encanta —le dije—. Tú me encantas.

Una honesta y enorme sonrisa tiró de sus labios. El corazón me aleteó. Esa noche estaba muy guapo con su sudadera verde y el cabello alborotado.

Yo llevaba un lindo suéter tejido que me había regalado la noche anterior junto con el collar, que también lo llevaba puesto.

—Estás muy guapa hoy —me dijo—. Me gusta lo que hiciste con tu cabello.

Alex había insistido en ondularlo para ese día y hacerle un recogido tomando dos finos mechones. De Bryce me gustaba su manera de prestar atención a los detalles.

—Espero que te guste todo lo demás. Tuve que preguntarle a tu madre todas tus comidas favoritas para que Lily nos ayudara. Algunos postres son del restaurante. Le pedí a una cocinera que viniera temprano a prepararlo todo.

—¿Contrataste a una cocinera? —asintió— ¿Hiciste todo esto por mí? —volvió a insistir, no pillando mucho mi juego.

Para él parecía ser algo completamente normal, pero para mí era la primera vez que alguien se esmeraba en darme una buena sorpresa. En hacerme sentir especial, precisamente, en un día importante.

—Haría cualquier cosa que me pidas —me dijo, tomándome del rostro para que le mirara—. De verdad, Blair, cualquier cosa.

—Me quieres mucho, ¿Eh?

Me dio un roce rápido en la nariz con la suya y luego me dio un beso en la frente. Sonreí.

—No te haces ni una idea de lo que te quiero.

Posteriormente, Bryce echó mi silla hacia atrás y me ayudó a arrimarme más hacia la mesa cuando me senté. Primero comimos pasta a la Amatriciana, lo mismo que había pedido en nuestra primera cita en el restaurante. Estaba igual de deliciosa igual que la primera vez que la probé. Para las nueve de la noche ya estaba con el estómago tan lleno que tuvimos que parar, así que sólo conversamos.

Hablamos sobre mi vuelo de regreso a California para las clases que iniciaban a mediados de febrero. Hablamos de sus planes para ese años, lo que planeaba hacer, si iría a visitarme a la facultad, que cuidaría de Alex y principalmente que no se olvidaría de mí ni se enamoraría de alguien más. Esas dos últimas con el afán de hacerlo reír, pero si de algo tenía total certeza, era de que Bryce era completamente mío y no había sentimiento más calmo que el tener plena seguridad de que así era.

Estar enamorada de Bryce, era sin duda el sentimiento más maravilloso que jamás había experimentado. Puede que también el sentimiento que nunca jamás volvería a experimentar. Me hubiese gustado saberlo y haberlo aprovechado mejor.

Ese era el error que cometíamos los humanos a diario, creer que por tener a una persona enfrente, la vamos a tener toda la vida. Vivir ignorante a la idea de que vamos a perder a los seres que amamos algún día era mucho más desgarrador que tenerlo por sentado. Quizá ese fue otro de mis errores.

En un momento de la noche, Bryce se levantó de la silla, prendió la radio que sacó de la casa de veraneo y lo dejó en el suelo junto a la ventana. Comenzó a sonar Can’t help falling in love, así que cuando me tendió la mano, comenzamos a bailar en el pasillo frente al mar. Esa noche sus ojos tenían un brillo singular y sus labios una sutil sonrisa, como si intentara no sonreír demasiado, casi como si ocultara algo.

Cuando me hizo alejarme para girar y luego tiró de mí para acercarme a él, me inclinó hacia atrás arqueando mi espalda y me besó.

—Tengo otra sorpresa para ti —me dijo, ayudándome a ponerme firme de nuevo.

De su bolsillo derecho del pantalón se sacó una cajita de color rojo oscuro. Sentí el corazón en la garganta. Bryce miró la caja y luego a mí antes de abrirla. Había un lindo anillo de promesa en el medio, y yo sabía lo que eso significaba. Bryce lo sacó y me tomó la mano para ponerlo. Nos reímos cuando notamos que era al menos una o dos tallas más grande que mi dedo.

—No quiero asustarte, ¿De acuerdo? Esta promesa me es más personal que cualquier otra cosa —me dijo, dejando la caja sobre la mesa—. Eres importante para mí —me besó. No fue un beso cualquiera, sus besos normalmente me tocaban el alma, pero ese, precisamente ese me había hecho sentir algo nuevo—. Feliz cumpleaños, Blair.

Más tarde esa noche, luego de bailar unos minutos y tener una inolvidable sesión de besos

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Más tarde esa noche, luego de bailar unos minutos y tener una inolvidable sesión de besos. Bryce me condujo por la casa hasta su habitación.

—Es la primera vez que haremos el amor aquí.

No pude evitar decirlo.

Sus labios besaron mi hombro mientras bajaba mi suéter lentamente para sacármelo. Sus labios húmedos me besaron el cuello al mismo tiempo que uno de sus dedos se colaba por el tirante de mi blusa para hacerlo a un lado y que cayera.

Esa noche Bryce dejó besos por todo mi cuerpo. No hubo centímetro sin ser besado. Esa noche quedé con huellas para siempre. Esa noche nos amamos con jamás lo habíamos hecho antes.

Quizás mañanaWhere stories live. Discover now