Capítulo 13

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Ya era la segunda semana de enero cuando estaba recibiendo la brisa de las últimas señales de invierno. Estaba en el mirador otra vez, mirando las olas venir con fuerza y estrellarse contra la arena. Escuchar a las gaviotas y sentir el viento y el sol contra mi piel. La diferencia era que, no era el sol del medio día, sino que estaba ya comenzando a descender. Se estaba escondiendo para cuando llegamos a nuestro lugar.

Los días posteriores a ese había hecho todos los asuntos pendientes que tenía. Llamé a Nick para desearle feliz navidad y un feliz año nuevo. También para saber cómo estaba porque en las últimas cuatro semanas no había sabido absolutamente nada de ella. Visité a mi abuela, fui a comer con mis padres, almorcé con los Johnson el primero de enero y fui a la cafetería con Alex hacía tres días atrás.

Todo iba muy bien hasta ese momento. Tan bien, que ni siquiera había notado que las cosas se estaban empezando a desmoronar. Quizá fui un poco ciega, o quizá simplemente la felicidad me tenía aturdida. Ese día, desde la mañana, habíamos estado los cuatro en la casa de veraneo de Bryce. Ya se nos había hecho costumbre ir al menos una vez a la semana. También se nos había hecho costumbre el salir los cuatro juntos.

Para ese momento había notado la relación tan sólida que tenían Bradley y Bryce. No me lo creerías, pero el amor de Brad hacia Bryce era tan palpable, que a veces me abatía. Alex me quería, y yo la quería a ella, por supuesto, pero no se comparaba al amor que sentían ellos mutuamente. Era como ver a un hermano mayor cuidando de su hermano pequeño. Era normal puesto que habían crecido juntos, pero para mí seguía siendo encantador.

Ese mismo día, luego de jugar al voleibol en la playa, Bryce dijo que quería irse a casa. Claro que fue sólo una excusa para llevarnos al mirador que ya hacía bastante no visitábamos. Estábamos sentados sobre una manta de franela. Yo estaba en medio de sus piernas con mi espalda pegada a su pecho mirando el mar. Bryce llevaba en silencio desde que salimos de la casa de veraneo, pero no lo sentí extraño, puesto que tampoco se caracterizaba por hablar mucho.

Rodeé una parte de su brazo cruzado sobre mi pecho con mi mano y suspiré en silencio. Llevábamos un mes saliendo, parecía poco, pero yo sentía que había pasado toda mi vida junto a él. Sin embargo, el problema era que seguía sin saber qué exactamente sentía Bryce por mí. Quizá su forma de hacérmelo saber era queriéndome en silencio y con actos como el contacto físico que era muy habitual en él. Pero yo quería escucharlo. Siempre había creído que el amor más bonito era ese que se gritaba a los cuatro vientos, pero era muy obvio que pensábamos distinto.

Me removí con nervios contra su espalda y me relamí los labios. Cuando creí estar lista, hablé.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —le dije. Sentí un sutil movimiento de su parte, pero no me hizo falta girarme para saber que se había alejado y estaba observándome.

Al cabo de unos segundos contestó.

—Claro —me dijo con tranquilidad—. Dime.

—¿Qué sientes por mí? —pregunté temerosa.

Yo no estaba acostumbrada a preguntar cosas como esas, pero con Bryce no sentía vergüenza, si no más bien inquietud. Y quizá un poco de nervios.

Bryce se tomó unos segundos para pensar en silencio, así que fui paciente y esperé, porque tampoco quería dejar ver mi precisa, una precisa que honestamente era absurda tomando en cuenta todo lo que Bryce había hecho por mí hasta ese momento. Cuando finalmente consiguió la respuesta adecuada, se volvió a pegar a mí, me pasó los brazos por los hombros uniendo sus manos frente a mi cuerpo, me besó la cabeza y suspiró.

Entonces dijo:

—El sentimiento que tengo hacía ti, Blair, es el mismo que tuve la primera vez que vi el mar.

Quizás mañanaWhere stories live. Discover now