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No te apures, no detengas
El instante del encuentro
Está dicho que es un hecho—

  Algunas personas no creen en el amor y hay otras que ponen toda su fe en el.

  Podemos decir que Yeji pertenece a la última categoría. Ella jamás pierde la esperanza cuando se trata de asuntos del corazón.

  ¿Alguna vez lo había hecho con Ryujin? Creería que no.

  Según una antigua creencia oriental, las personas destinadas a conocerse están conectadas por un hilo rojo invisible a los ojos humanos. Estamos atadas por el dedo meñique y la parte contraria que lleva atada la otra punta, es el amor de nuestras vidas.

  Se dice que el hilo puede enredarse, puede torcerse y tensarse a más no poder pero sin embargo, jamás se rompe. Podemos estar con otras personas pero siempre tendremos esa conexión especial con la otra parte porque es nuestra otra mitad.

  Recostada boca arriba, mirando las pegatinas en su techo, Yeji comenzó a pensar en todo lo que había sucedido en su vida los últimos catorce meses. Un año y dos meses, puede parecer poco tiempo comparado con sus 19 años de vida pero creyó haber experimentado más emociones durante esos días en donde recibía sus flores amarillas que nunca antes.

  Tan sólo pensar en ello hacía que el calor se suba a sus mejillas y su corazón latiera desbocado. Sentía tanto amor que su cuerpo no podía controlarse, su mente se hacía un desorden y el alma parecía caer rendida a sus pies.

  No tenemos límite, el amor no tiene límite. Cada quién es libre de amar a quién quiera y en la cantidad que quiera, después de todo, tampoco es algo que podemos controlar.

  Una noche estamos pensando en los planes que nos aguardan el día siguiente y cuando llega la oscuridad, al recostarse en una cama justo como ella lo estaba haciendo ahora, no podemos dejar de pensar en una persona en específico.

  Es algo que simplemente sucede, no nos damos cuenta hasta que es muy tarde para escapar. Y el amor es algo mucho más peligroso que la atracción física porque de eso no nos podemos librar simplemente cerrando los ojos.

  Cuando sus párpados caían, Yeji podía divisar perfectamente su sonrisa y si le dieran un lienzo, podría trazar cada uno de sus rasgos, los tenía grabados en su memoria. 

  La espera no siempre es algo malo, a veces también puede traer decisiones buenas. ¿Nunca les ha sucedido que estaban a punto de hacer algo y como tuvieron que esperar un rato, al pensarlo mejor decidieron no hacerlo y resultó mejor?

  Hay personas que valen tanto la pena, que quedarnos un ratito más, no nos cuesta nada aunque eso signifique perder uno o más trenes.

  Un frágil y débil toc toc retumbó en la habitación, rompiendo el pensativo silencio que se había instalado.

—Pase—La voz de Yeji fue baja, casi muda pero lo suficientemente alta para que la persona detrás de la puerta pudiese oírla.

  Sin despegar su vista del techo, escuchó como la perilla giraba y la puerta se abrió para después cerrarse. Pequeños pasos, inquietos y rápidos hicieron su camino hacia la cama en dónde la mayor descansaba.

  El colchón se hundió a su lado y un aroma cítrico invadió sus fosas nasales, sonrió al reconocer la esencia de inmediato.

—¿Qué piensas? —Preguntó la intrusa.

—En ti, en la vida, en nosotras, en el amor—Respondió Yeji, dándose vuelta para mirar a la joven que ya se encontraba con la mirada puesta en ella.

  Cuando sus orbes se encontraron, fue inevitable para ambas esbozar una sonrisa, grande y genuina.

—Siempre piensas en ello Ye, eres toda una romanticona—Se burló su novia, golpeando juguetonamente su brazo con su puño.

—Sólo por ti—Respondió aún más melosa la mayor, dejando un suave beso sobre los labios de la más baja.

—Eres una tonta—Dijo rodando sus ojos—Deberías dejar de irte tanto a tu propio mundo, a veces da miedo.

—Lo sé, eso intento pero a veces se me hace imposible—Se defendió encogiendose de hombros.

  Las dos retomaron la posición inicial y con sus manos entrelazadas, volvieron a pensar en lo afortunadas que eran por quererse tanto.

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'Flores Amarillas' -RyejiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora