#6 | ¡Que comience el juego! |

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Aproveché cuando se dirigió al baño para salir corriendo de esa extraña casucha que me había hecho sentir tan incómoda conmigo misma aquel día. Abrí la puerta, pasé el alambrado con mi mochila al hombro y comencé a correr hacia la terminal de ómnibus. Ya eran casi las siete de la mañana, debía pasar uno a cada rato puesto que ya andaban en circulación.

Tomé el 122 rumbo a Valle de los Ángeles y ya me sentía más tranquila... ¿qué había sido todo aquello? ¿cómo me conocía? ¿por qué lo soñé? ¿no estoy registrada? ¿qué habrá querido decir con eso en aquel sueño? No lo sé, ya no quería pensar en cosas raras.

Ésta vez el conductor me cobró el boleto, ya eramos dos que no andábamos de muy buen humor.

Cuando llegó el momento en que debía descender, puesto que ésta vez no me pasaría de parada nuevamente, decidí hacerlo por la puerta delantera.

Me acerqué al conductor. -La próxima por favor.

Frenó el coche y me dispuse a bajar, pero una manada de gente subió a prepo haciéndome retroceder por los escalones del autobús nuevamente hacia el interior. Entre ellos, estaba Jhamsa. << ¡¿Qué diablos?! >>

-¡Disculpe señor, yo bajaba en esta parada!-le grité al conductor por encima del murmullo de la gente pero no me escuchaba.

-¿Qué haces?¿Estás siguiéndome?- pregunté fastidiada caminando hacia atrás, totalmente sorprendida.

Jhamsa se abalanzaba sobre mí obligando a que me corra hacia la parte trasera del colectivo, con actitud decidida.

Hizo que me sentara en uno de los asientos libres y luego se sentó a mi lado. Yo no dejaba de observarlo boquiabierta, molesta, esperando alguna explicación a ese acto invasivo y absurdo de su parte.

-No puedes irte a tu casa... ¿por qué te escapas así? -preguntó, como si estuviera diciendo algo totalmente coherente.

Reí de lo enojada y atónita que estaba.

-¿Disculpa?- me crucé de brazos y fruncí el ceño mirándolo con los ojos fuera de órbita.

-No lo entiendes Ana, hay cosas que no sabes. Pero no puedes ir a tu casa, porque ya no es tu casa.

-¿Qué? ¿Qué fumaste antes de venir a decirme que no tengo casa y que me conoces, y que hay cosas que no sé? ¿Cómo puedes saber más tú de mí que yo misma? ¡Explícame eso!- alcé la voz indignada.

-No te alteres. A ver, cuéntame, ¿tienes familia?- comenzó a preguntar, como fingiendo un interrogatorio para confirmar que él tenía razón. Me miraba desafiante esperando una respuesta predecible.

-Sí.-le espeté.

-¡Oh! ¿Cómo se llaman tus padres y tus abuelos?

Y de pronto, cuando quise ir a por esos datos en mi cabeza, mi memoria se quedó en blanco... ¿cómo podía ser... que no lo supiera? Hice un esfuerzo extra, yo tengo familia... pero...

-¿Tienes pareja?-volvió a preguntar, observándome con los ojos chiquitos.

¿Tengo pareja?

-¿Con quién vives en tu casa? ¿Cómo son tus amigos? ¿A qué colegio asistes?- continuó llenándome de preguntas que me ponían cada vez más nerviosa. Había quedado muda.

-¿Cuántos años tienes? ¿Qué hiciste la semana pasada?- insistió.

Lentamente y con mucho asombro comencé a darme cuenta de que él tenía razón... yo, no sabía nada. Estaba actuando como si todo estuviera bien, normal, estaba volviendo a mi casa, pero yo no recuerdo nada. En verdad yo no sé quien soy. Mi mente se martirizaba tratando de recordar, tratando de encontrar una respuesta razonable y coherente a todo esto que estaba pasando, pero estaba sumamente confundida.

Me impresionaba y me asustaba terriblemente el hecho de no tener recuerdo alguno, sólo mi nombre y apellido, mi fecha de cumpleaños, el nombre de mi pueblo, y... extrañamente, a él. Si es que todo eso era cierto.

Aún seguía cayendo en la cuenta de que estaba sola y perdida, amnésica, sin nada, en un inquietante vacío que me llenaba por dentro y me había estado engañando el día de ayer hasta este momento. Pero entonces... ¿qué habré hecho la semana pasada? Sólo recuerdo haber tomado el colectivo para el colegio,no sé qué colegio, y haberme bajado mal.

En ese momento me observé la ropa. Llevaba un buzo negro viejo remangado a los codos con una chaqueta gris abrigada sobre el hombro, un par de jeans claros algo rotos por encima de los tobillos y unas botas bajas color marrón, estropeadas y sucias. Mi cabello anaranjado y largo caía a mechones sueltos por los laterales de mi rostro, pero parecía tenerlo todo amarrado en un moño despeinado, aunque no me estaba mirando a ningún espejo. Llevaba conmigo una mochila de cuerina negra y marrón. Mi pinta no era la de ir para el colegio, mi pinta era más bien la de haber estado perdida o desaparecida vaya a saberse dónde. Y luego recordé que no había dormido hacía cinco días, pero no recordaba qué había hecho en ellos.

Jhamsa observaba mi asombro en silencio, dejando que mi mente continuara asimilando la realidad, la increíble realidad de la que yo no estaba siendo consciente.

Mis lágrimas comenzaron a caer mudas y ligeras por mis mejillas, miré mis manos sucias de tierra, miré mis pies y lo miré a él, sus ojos... seguramente lo conocía, pero no lo recordaba.

Creo que ésta debía ser la peor sensación que alguien puede tener. No saber quién eres, dónde estas, a dónde vas, quienes son las personas que tienes en frente. No saber si estas sola o si alguien está esperándote, no saber qué te han hecho, qué hacer ahora ni qué pensar.

-Tranquila, así es la transición... pero ya acaba, ya estás registrada. 

El secreto de Ana WalkerWhere stories live. Discover now