#19 | Peligro |

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(Martes, 20:00 pm. Estación Terminal Forestal Este.)

Sólo veía dos puntos brillantes bajo la penumbra de los árboles oscuros, pertenecientes a esa silueta encapuchada que me vigilaba inmóvil. Mis ojos comenzaron a buscar rápidamente una salida segura, pero en medio de la desesperación y el miedo que se escurría bajo mi piel no vislumbraba ninguna buena opción.

Estaba casi  segura de que era él, el mismo hombre que nos siguió hasta el cementerio, y eso solo aumentaba mi temor... para peor, esta vez no estaba Jhamsa conmigo, me encontraba completamente sola y el posible asesino, violador, ladrón o fantasma, se encontraba demasiado cerca, más de lo que habría querido. 

Pensé en entrar disimuladamente a la estación de autobuses  a mis espaldas, pero esos choferes casi borrachos y babosos solo empeorarían la situación. A pesar de ser la zona más urbana de Forestal Este, las casas estaban muy separadas entre sí y las calles vacías. La mejor opción que tenía era subirme a cualquier colectivo que se pusiera en marcha, no importaba hacia que destino mientras fuera lejos de ese lugar y de ese sujeto. 

Me puse de pie lentamente, mis manos temblorosas tomaron mi mochila del suelo. Respiré profundo y caminé hacia el autobús más cercano observándolo por el rabillo del ojo. 

Una horrible sensación subió por mi estómago y se dispersó por todo mi cuerpo. Ni bien comencé a caminar él comenzó a moverse estratégica y poco disimuladamente hacia mi encuentro. 

<<Diablos.>>

Apuré el paso, subí los tres escalones del coche rápidamente y me senté en uno de los asientos traseros, sin dejar de vigilarlo cautelosa y constantemente por las ventanillas. 

El tipo corrió directamente hacia el colectivo y golpeó la puerta para que le abrieran. Mis manos comenzaron a sudar del nerviosismo que se apoderó de mi en ese momento, no sabía que mas hacer, me sentía sofocada y atrapada sin escapatoria alguna. 

Subió. Sus dos ojos azules diabólicamente claros se clavaron en los míos y nunca había sentido una mirada más aterradora. Me levanté de inmediato y toqué el timbre de la puerta trasera. El hombre avanzó sobre el pasillo directo hacia mí con la intención de impedirme escapar. Tres segundos antes de que llegara a mi lugar la puerta se abrió y bajé corriendo a toda velocidad con el corazón en la boca, a punto de entrar en pánico. 

El sujeto encapuchado de ojos azules empezó a perseguirme frenéticamente sin parar con una mirada psicótica. No pude en ningún momento observarlo bien como para identificar algún rasgo de su persona, pero tenía una complexión grande. Era alto y a juzgar por los pocos cabellos que sobresalían de su capucha gigante, rubio. 

Corrí lo más rápido que me lo permitieron las piernas hacia ningún lugar entre sollozo y lágrima, estaba atrapada, muerta de miedo y desesperada por que alguien me ayude. Pero nadie aparecía en ningún lugar. 

Oía cada vez más cerca sus pasos a mis espaldas, pisándome los talones. De pronto sentí que ya no podía respirar más cuando las luces de un auto que venía por la carretera me enceguecieron. Sin pensarlo dos veces me abalancé hacia el medio de la calle puesto que ese coche era mi única salvación. El día ya había oscurecido, yo sabía que el conductor de ese coche no alcanzaría a verme, menos a la velocidad que venía, pero prefería algún que otro raspón antes que aquel peligroso sujeto me atrapara al fin. Prefería terminar grave en un hospital que torturada en algún bosque... porque al fin y al cabo, de todas maneras, dos veces no podía morir.

Una escandalosa frenada rápida no fue suficiente para que el auto no me arrollara en mitad de la carretera aquella maldita noche. Lo último que sentí fue un golpe tan fuerte en el brazo izquierdo y en la cabeza que, sumergida en el dolor desgarrador, perdí el conocimiento. 

En una semana había tenido más accidentes y ataques de pánico que en mis veintidós años de vida. Este mundo parecía ser mucho más peligroso que el mío... o la vida de esta Ana era mucho más peligrosa que la mía. En fin.

(Jueves, 10:00 am. Predio Chubasca, km 16.)

No sé cuánto tiempo habría pasado desde el accidente, lo que sí sé es que cuando desperté el sol iluminaba el día. Me encontraba atada de manos y con una mordaza en la boca, recostada en un rincón de lo que parecía ser una vieja cabaña campestre. Mi hombro izquierdo presentaba un dolor inhumano que me hacía sollozar, y dentro de mi cabeza retumbaban remotos sonidos del accidente, el auto, el choque, y no recordaba más.

Comencé a analizar todo a mi al rededor buscando alguna pista que me diera información sobre la ubicación en la que estaba. Había tablas y troncos de madera apilados, cuerdas gruesas, herramientas, un hacha bastante grande y una pala del mismo tamaño. Frente a mi veía una gran ventana por la que entraba la luz del día pero estaba demasiado alta como para alcanzar a ver hacia afuera desde el piso. Rogaba para mis adentros que alguien pudiera encontrarme y ayudarme, pero la realidad es que estaba completamente sola, nadie sabía del peligro que corría, perdida y secuestrada, en manos de vaya a saberse quién. 

El secreto de Ana WalkerWhere stories live. Discover now