#9 | ¿No hay flores para mí? |

24 6 10
                                    


-¡Te dije que pararas!- me tomó del brazo por detrás y comenzó a correr enérgico, arrastrándome con él montaña abajo.

Solté un grito de susto cuando me sorprendió por la espalda, pero no tuve tiempo para seguir reaccionando.

-¡Corre, vamos!- miré hacia atrás y la silueta comenzó a seguirnos frenéticamente.

-¿Qué sucede?

-¡Cállate y corre!- estaba desesperado, como si nos persiguiera la mismísima muerte.

Corrimos varios metros hasta que encontramos una salida hacia la calle. Ni bien abandonamos el terreno me llevó a paso apurado unas cuadras calle adentro, chequeando nervioso que nadie más nos estuviera siguiendo. Preferí no preguntar ni decir nada, al menos hasta que él estuviera más tranquilo, pero no entendía qué acababa de ocurrir, quién era ese sujeto, por qué nos seguía.

-¡No no no espera!-traté de frenarlo pero seguía sinchandome del brazo, por un momento comencé a desconocerlo. Estaba furioso, muy molesto, y extremadamente preocupado porque no nos encontraran... o eso suponía yo.

-¡Pero es un cementerio!

-¡Sube!.- me cortó la palabra obligándome a entrar.

Trepamos el muro de piedras y pasamos hacia adentro, puesto que el lugar ya había cerrado. Sería cerca de media noche.

-Agáchate.-caminamos agazapados hacia el centro del lugar. Estaba totalmente oscuro, lleno de ramas deshojadas y, como era de esperarse, lápidas de todos los diseños y tamaños camufladas con la bruma de la noche.

¡Me maldije tanto en ese momento por haber corrido a ese maldito descampado! ¿Pasar la noche en un cementerio? Esto no podía estar sucediendo.

Encontramos un árbol enorme cuyo tronco formaba un resguardo en su espesor y la penumbra de sus hojas largas llovidas hacia el piso lo mantenían escondido.

Nos dejamos caer en el suelo dentro de ese escondite y al fin me soltó. Jadeaba al igual que yo.

-Lo siento. -susurró ya cuando se había calmado un poco y estabilizado su respiración, mientras me observaba masajeando mi brazo rojo marcado por la presión.

-Está bien.-susurré fría e inexpresiva como respuesta.

-Ven. -dió una palmada ligera a la tierra para que me sentara junto a él. -Te explicaré y te contaré todo lo que sé.

Soltó un largo suspiro de agotamiento. Frotó las palmas de sus manos para calentarlas puesto que el frío se empezaba a sentir, y giró su torso hacia mí.

-El tipo del descampado nos persigue desde hace mucho tiempo. Primero a ti, luego a mí, hoy nos encontró juntos... habrá pensado que esta noche tendría un festín.

-¿Quién es? ¿Por qué nos sigue? Yo nunca he notado que alguien me siguiera, sin contarte a ti, claro.

-Es complicado de explicar ahora pero, es un demente, un asesino, sólo quiere acabar con nosotros.

-No respondes a mis preguntas...

Terminé de hablar y de repente un ruido estrepitoso nos exaltó por completo. Algo o alguien comenzó a moverse entre los pastos altos del cementerio y parecía acercarse a nuestro "escondite" con una rapidez amenazadora. Ambos temimos que fuera nuevamente aquel " demente asesino" que nos estuvo persiguiendo, o algún espíritu furioso tal vez, quien sabe, nunca había pasado una noche en ese lugar (y nunca jamás volveré a hacerlo).

La cuestión es que comenzamos a correr sigilosamente hacia el Norte del terreno tratando de escondernos en cada hueco que encontrábamos. El extraño parecía desaparecer y volver a aparecer en diferentes lugares por lo que ya no sabíamos qué hacer, yo estaba con los nervios a flor de piel que ya no me dejaban ni razonar y el corazón que me bombeaba a mil por segundo. Me empezó a faltar el aire, no podía respirar bien lo cual me ponía aún mucho más nerviosa de lo que estaba. Cuando me enfrento a situaciones límite suelo padecer pequeños ataques de pánico, como cuando maté a mi padre.

<< ... >>

Y ahí sí, en ese preciso segundo un ataque de pánico se apoderó de mí produciéndome un descontrol espeluznante, nauseas, urticaria, ardor en el pecho, no podía parar de llorar y me ahogaba constantemente, hasta que necesité salir corriendo sin pensarlo, instintivamente.

Ni si quiera supe si Jhamsa estaba conmigo o no, se me había nublado la vista y perdido el oído, pero yo seguía corriendo. Sumado a toda la situación de estrés, ansiedad y terror a la que estaba intentando sobrevivir, en mi mente ahora parpadeaba un cartel luminoso e hiriente que decía "mataste a tu padre"... pero yo ni si quiera sabía quién era mi padre.

Me balanceaba para todos lados, no podía mantener el equilibrio pero seguía corriendo, sentía pasos frenéticos a mis espaldas cada vez más cerca, como si me estuvieran pisando los talones, cuando de pronto no lo soporté más y me asfixié por completo. Todo daba vueltas a mi alrededor, estaba a punto de desmayarme cuando me golpeé contra un par de lápidas que ocupaban el lugar y caí rendida sobre una de ellas... Al parecer sí había pasado una noche en ese oscuro cementerio, más de una.

Lo último que llegué a hacer antes de perder la conciencia y olvidarlo todo, fue leer una pequeña inscripción en mármol y piedra:

"Ana Walker Saavedra (1998 - 2019)"

El secreto de Ana WalkerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora