Capítulo 11

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Debie estaba en la oficina, todos estaban fuera de sus cubiculos, el jefe aun no llegaba pero se habia encargado de darle mucha tarea encima de su escritorio antes de irse el dia anterior, comenzo a ver que todos se callaban y corrian a sus lugares, sonrio, al menos ese monstruo era bueno para algo, callar a las cacatuas, fue directamente hacia ella, no, no iba a permitirle que la hiciera sentir mas mal de lo que ya se sentia, por la platica que habia tenido con Evans esta mañana, dejaron claro que era imposible seguir con eso, si faltaba una pieza no seria feliz ella, eso le dijo, pero ella sabia que tambien se trataba de el, el tambien lo queria, de alguna manera extraña, ya que ella sabia perfectamente que no era gay, ya se lo habia dejado claro, pero de alguna manera le gustaba mucho que Evans si sintiera asi, seria la mujer mas feliz si Jerry tambien lo sintiera, una chispa de lujuria cruzo por su mente cuando los imagino besandose, los habia escuhado, pero verlos...ese pensamiento la encendio, se removio en la silla tratando de controlarse, era algo que ya no podria ni imaginar, ya no estaban en sus vidas, Evans le pidio que no lo llamara almenos por un par de semanas, el estaba desecho, ella tambien y acepto, su jefe se acerco y le dijo que fuera a su despacho, ella de mala gana se levanto y fue, cuando cerro la puerta le pidio que se sentara, ella lentamente lo hizo y cruzo las piernas.

—Digame señorita Greenwood, le va bien?, tiene algun problema personal, el salario no es suficiente para sus necesidades?, le quiero proponer un aumento, un puesto menos agotador, la veo agotada.—ella hubiera estado mas impresionada si la hubiera despedido, pero todo lo que le decia en una manera delicada la sorprendio demaciado.

—yo...estoy bien, gracias por preguntar Señor Harris, y realmente no me es urgente algun aumento, pero muchisimas gracias por valorarme de esa forma.—su jefe se levanto lentamente de su asiento y fue hacia ella, se puso atrás de su silla y le toco el hombro con una mano.

—oh señorita, te valoro de muchas formas, quisieras una semana de vacaciones?, puedo dartela, solo tienes que ser dulce.—Debie se aterro por la forma en la que decia esas palabras, cuando sintio, el tipo estaba bajando su mano por su camisa de botones ajustada, rapidamente se incorporo, levantandose de su asiento.—que sucede?, lo quieres pensar, lo que pasa aquí, aquí se queda.—le dijo apartando la silla

—lo siento Señor Harris pero no es lo correcto, yo no voy a tomar ese tipo de ofertas.

—en serio estas rechazandome?.—le dio la vuelta bruscamente.—eres una mocosa ingrata.— y Debie lo unico que sientio fue una fuerte picason en la mejilla.—estas despedida, no joder!, estas mas que despedida, me encargare que ninguna buena organización te contrate en toda tu vida!.—despues de decir eso salio enfurecido de su oficina, Debie, no sabia que hacer, de por si, se sentia destrozada porque sus hombres salieron de su vida luego de "entrar tan profundamente" en ella, y ahora era despedida por ser moralmente buena!, pero fuera e hiciera lo que hiciera nunca se acostaria con ese cerdo desgraciado, suspiro y regreso a su cubiculo, acomodo sus cosas en una pequeña caja y se marco al estacionamiento, respiro profundo tratando de no llorar, vio su reloj, ya eran casi las tres, tomo su telefono, queria llamar a su Angel de la guarda, pero sabia que se lo habia prohibido, penso en que cuando llegara podria ir a pedirle a su maravilloso vecino que le diera una taza de café, el tenia el mejor café del mundo, suspiro, sabia que eso tampoco era posible, el habia desertado estar con ella ya, arranco el carro y se puso en marcha hacia su casa, talvez comensaria a pensar donde colgar la cuerda para ahorcarse, respiro cuando se estaciono enfrente de su garage y comenzo a llorar, todo lo que se habia aguantado desde esta mañana salio, al limpiarse se dio cuenta que aun le dolia la mejilla, ese desgraciado le habia pegado, se bajo lentamente del carro y con la cabeza y el animo por los suelos abrio con la llave su puerta, comenzo a entrar y dejo su caja en la mesa, se dio la vuelta y choco contra un cuerpo duro, alzo la vista y se le hizo agua la boca al ver a su vecino, sin camisa, con la cara llena de sudor.

Tres no son multitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora